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Discurso

Mensaje del presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, en el 67° periodo de sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas en Viena

Colombia convoca a la Comisión de Estupefacientes a poner el derecho a la salud en el centro del debate sobre el problema mundial de las drogas

Foto: Joel González - Presidencia

Mensaje del presidente Gustavo Petro, en el 67° periodo de sesiones de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas

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Bogotá D.C., 14 de marzo de 2024

Distinguidas autoridades. Señoras y señores delegados, un saludo desde Colombia, epicentro de la guerra contra las drogas.

Durante medio siglo, el Régimen Internacional de Fiscalización de Drogas, cuyo centro de gravedad está en Viena, ha fracasado. El último Informe Mundial de Drogas de la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas así lo demuestra. Las drogas ilícitas están a la mano de todos, mientras que las medicinas controladas no le llegan a los pacientes que más las necesitan.

En otras palabras, este sistema global, anacrónico e indolente no ha podido destruir el mercado de las sustancias ilícitas ni fomentado el mercado de las medicinas lícitas. Insiste en poner al Estado contra el mercado y así pone en peligro a nuestros países y a nuestras gentes. 

Esta guerra contra las drogas ha fracasado principalmente por: uno, el aumento del consumo de fentanilo en Estados Unidos, que lleva ya más de 100.000 muertos al año. Dos, un millón de asesinados en América Latina, siendo la región más violenta del mundo debido a la criminalización de las drogas. Tres decenas de millones de presos por toda la cadena del narcotráfico, incluido el campesinado que produce hoja de coca. Cuarto, la destrucción de la democracia por la corrupción y por la toma armada de territorios por organizaciones criminales en América Latina.

La salud de nuestras sociedades está en juego. El riesgo que plantea el uso y abuso de drogas ilícitas, tanto las naturales como las sintéticas, solo puede ser mitigado mediante una política de reducción de daños que privilegie un enfoque de salud pública. 

Colombia convoca a la membresía de la Comisión de Estupefacientes a poner el derecho a la salud en el centro de sus debates.

La salud de nuestras democracias está en juego. Las mafias de las drogas que se crean por la prohibición y la criminalización trasladan sus dineros al norte para el beneficio del sistema financiero, controlado por los grandes capitales y dejan en nuestro Sur global violencia y destrucción. 

Ellos no quieren instituciones fuertes que las combatan, ni pueblos empoderados y educados con sus necesidades básicas satisfechas. Las necesitan débiles para corromperlas y cogobernar. Los necesitan pobres y sometidos para ponerlos a cultivar, producir y traficar. 

Colombia le pide a la Comisión de Estupefacientes reconocer que el tráfico de armas, el lavado de activos y la corrupción son parte del motor del fenómeno global de las drogas ilícitas. 

Colombia puso en práctica todas las fórmulas equivocadas que nos impusieron desde afuera para una guerra contra las drogas. Pusimos los muertos, le entregamos a soldados y policías una misión imposible. Desperdiciamos dineros de nuestro presupuesto. Convertimos a nuestras comunidades campesinas, indígenas y afros en enemigos. Violamos derechos de manera masiva y sistemática, contribuimos a destruir nuestros ecosistemas y sacrificamos nuestro desarrollo por una guerra que querían otros. 

Lo que el mundo llama problema mundial de las drogas refleja, más que nada, la soledad de millones de personas en sociedades desarrolladas, hoy adictas al consumo de drogas, y la falta de oportunidades para las comunidades en el marco de las economías lícitas. No existe un problema de drogas, sino uno de desarrollo y uno de existencia. 

El espíritu negacionista que prima ante el naufragio del sistema multilateral de drogas está obligando a los países a responder en el marco de la interpretación flexible de las convenciones. Colombia lo está haciendo a dos niveles. En lo interno, nuestra política nacional de drogas pone a los derechos fundamentales de las colombianas y los colombianos en el corazón de nuestra acción.

La hoja de coca forma parte de nuestra historia y no es ella el problema que ustedes tienen en Viena. Daremos oxígeno al campesinado que cultiva la hoja de coca y asfixiaremos a quienes se lucran traficando la cocaína. 

Esta política de drogas se enmarca en la búsqueda de una paz total, dentro y fuera de las fronteras. La paz con las comunidades locales. Y la paz con la naturaleza. El derecho a la vida por encima de todo. 

A nivel internacional, Colombia ha convocado a un proceso de replanteamiento del abordaje de la situación mundial de las drogas. Empezaremos en nuestra región de América Latina y el Caribe y queremos llevar este debate al resto del mundo. Un ex presidente de Estados Unidos dijo "Con Naciones Unidas cuando sea posible. Sin Naciones Unidas, cuando sea necesario".

Nosotros creemos que todo lo debemos hacer con Naciones Unidas, pero no con unas Naciones Unidas sordas, ciegas y en silencio.​​