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Discurso

Intervención del Presidente Gustavo Petro durante el Primer Congreso Internacional de Lucha contra la Corrupción y la Recuperación de sus Activos

Régimen de corrupción en Colombia no se desbarata si no hay una transformación de la sociedad que le quite a la organización transnacional del crimen, la política, el poder y el Estado: presidente Gustavo Petro Urrego

Foto: Alexa Rochi - Presidencia

Presidente Gustavo Petro, encabezó el Primer Congreso Internacional ‘Lucha contra la Corrupción y la Recuperación de Activos’, q

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Bogotá D.C., 17 de agosto de 2023.

Señora Fiscal General del Ecuador, Lady Diana Salazar Méndez; General William René Salamanca, Director General de la Policía; encargado de negocios de los Estados Unidos, Francisco Palmieri; directora general para Colombia y directora regional Suramérica de la Fundación Panamericana de Desarrollo, Soraya Osorio; Embajador de la República del Ecuador, Gonzalo Ortiz Crespo; ministros y funcionarios del Gobierno Nacional; ponentes y panelistas nacionales y de los diferentes países invitados.

Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, fiscales generales, nacionales e internacionales que nos apoyan, brigadieres generales, oficiales, suboficiales, mandos del nivel ejecutivo y patrulleros de la Policía Nacional; agregados de defensa y de policía acreditados en Colombia, medios de comunicación y en general a todas y todos los asistentes a este primer Congreso de Lucha contra la Corrupción.

El enfoque de un análisis, de un problema tan generalizado hoy, tan global, con incidencias más profundas y diferenciales en unos países que en otros, en unas sociedades que, en otras, bien puede tener una especie de acercamiento desde lo puramente técnico, técnico – jurídico, en este caso.

El evento, creo, está más o menos organizado en esa perspectiva, pero al hacerlo, exclusivamente así, puede perder quizás de vista algo que es fundamental, por donde se tiene que comenzar un análisis sobre la corrupción como concepto, como proceso en una sociedad determinada y es la aproximación política.

El análisis de una sociedad antes ¿que por qué se instala la corrupción en esa sociedad? ¿Por qué se desarrollan unas magnitudes mayores que en otras sociedades? El hecho de corrupción, aparece, de vez en vez, prácticamente, en todas partes del mundo, aislados.

Valorización de lo público


A veces en algunas sociedades lo hemos observado, llevan, incluso, al suicidio del corrupto cuando es detectado. Esos hechos de suicidio que tienen que ver con determinadas culturas, de alguna manera demuestran por el lado, por la otra cara de la moneda del suicidio en sí mismo, el alto valor que representa para la sociedad, y de ahí la acción desesperada individual de quien es detectado, el alto nivel, la alta valorización de lo que podríamos llamar lo público.

La corrupción es un atentado cuando estamos hablando de este fenómeno que tiene que ver con lo público; es una destrucción de lo público, es una apropiación de lo público con fines, en general, de enriquecimiento. 

Si esa valorización de lo público está muy instalada en la sociedad, en la cultura de esa sociedad, entonces casi que podríamos decir que lo que ocurre son hechos de corrupción, incluso, tan aislados unos de otros, que pueden llegar cuando se detecta el corrupto a casos de suicidio, como hemos visto en las sociedades asiáticas en el extremo oriente.

Pero cuando los hechos de corrupción no son aislados uno de otro, sino que son sistemáticos, —esta palabra sistematicidad sí que tiene que ver con la técnica y lo jurídico—, cuando son sistemáticos, estamos hablando —yo me apropié un poco de esa palabra— de un régimen de corrupción. Los regímenes de corrupción no se pueden instalar, sino en sociedades donde no hay un valor por lo público.

Donde lo público como concepto, o se ha desvalorizado, o nunca se construyó. Aquí el acercamiento al tema de la política, en la definición y en el análisis de la corrupción.

Lo público


Esto de lo público no comenzó con el origen de la humanidad. Lo público es una invención del ser humano en una parte de la historia humana, incluso muy reciente. Si uno va hacia atrás en la historia, lo público prácticamente no aparece en los regímenes asiáticos de entonces, las civilizaciones primeras de la humanidad no tenían el concepto de lo público en sí mismo.

Incluso monarcas soberanos con diferentes nombres que fueron apareciendo eran dueños de todo. Y para tener ese concepto de dueños de todo, incluida la vida, pues prácticamente había que legitimar ese tipo de poderes omnímodos, absolutos, se le llamó a partir de la creencia religiosa, no había otra forma de legitimar ese tipo de sociedades antiguas.

Lo público empieza a aparecer, de acuerdo a la historia, por aquí y por allá, y los griegos son, quizás, los primeros en que construye ese concepto con más propiedad y sistematicidad.

Lo público aparece en los griegos y se va desarrollando. Los romanos estructuraron algo que llamaron república, es decir, explícitamente se refirieron a lo público como un valor pisoteado muchas veces por ellos mismos, pero un valor que trataban de conservar como un valor de la civilización y de la sociedad romana.

Por allí se fue hacia nuestras sociedades. Los latinoamericanos de alguna manera u otra somos herederos del imperio romano. Se tradujo a nuestras normas a través del código romano, etcétera. No voy a hablar de estos temas, sino de eso que significa lo público.

Lo público entra en la civilización humana, en nuestra historia, de frente, a través de revoluciones. Cuando se constituye en el centro de la construcción de una nación. Las naciones no son propias de la especie humana, sino que son una construcción histórica reciente.

Nación y lo público empiezan a construirse a partir de revoluciones del siglo XVIII, la inglesa, quizás la primera, la francesa, famosa entre nosotros porque eso originó nuestras repúblicas —ideológicamente hablando—, la norteamericana, casi todas en las mismas fechas.

Es una oleada, un cambio de época, decimos, que termina influenciando toda la historia contemporánea; no es cualquier evento. Es un evento estelar en la historia humana.

Hoy de una u otra manera heredamos lo que allí surgió. Esas sociedades, por revolucionarias, generaron un alto valor de lo público y, por tanto, esa alta valorización de lo público los blindó, en cierta manera, de procesos de corrupción sistemática, no de hechos de corrupción, sino de la corrupción sistemática.

Esta es una tesis que dejo para la discusión.

La lucha contra una corrupción sistemática tiene que ver con un proceso de valorización cultural de lo público. Sin eso la técnica puede estrellarse una y otra vez y arar en el mar.

Recuerden ustedes que Simón Bolívar hizo un decreto de condena a muerte para los corruptos. Es decir, Simón Bolívar, independientemente que ese fuese el instrumento jurídico apropiado, indudablemente era hijo de una época muy de vanguardia europea, norteamericana y latinoamericana. Se expandió tardíamente ya hacia Rusia, hacia Asia, y mucho más tardíamente hacia otros lugares del continente.

Allí éramos parte de una vanguardia democrática, esa palabra parece que ahí está ligada a lo público. 

No se puede valorizar lo público en una sociedad culturalmente sin un profundo proceso democrático y democracia, pues es el significado que le otorgaron los griegos, es decir, la capacidad de decisión de toda la sociedad sobre sus asuntos públicos.

El Contrato Social


(Jean-Jacques) Rousseau le llamó a eso el Contrato Social. Dentro de los libertadores, llamémoslo así, había un heredero de la ideología francesa y de los hechos franceses, había una alta valorización de lo público que se fue desgastando en nuestra historia.

La frase de Bolívar quedó como una anécdota y, habría que preguntarse, por qué en Latinoamérica se desvalorizó el concepto de lo público. Y esta es una historia más contemporánea. Yo le atribuyo, —y lo dejo también como parte de un debate a nuestras estructuras económicas, que se diferenciaron de las construidas en Europa y de las construidas en Norteamérica— porque nosotros cogimos otro rumbo.

Si uno examina lo que pasó en Francia, que es nuestro precursor ideológico de la independencia nacional, la Revolución Francesa fue seguida de una revolución económica, que básicamente consistió en una repartición de las tierras de la aristocracia del entonces.

Por eso, cualquiera que se asome por avión a París, cuando baja el avión a aterrizar, se da cuenta que eso parece un campo de ajedrez; tierras muy fértiles, muy planas, muy aptas para la agricultura, homogéneamente, casi que homogéneamente distribuidas de una manera que uno diría democrática.

Si uno va hacia el otro terreno de aquella época de cambios, Norteamérica, en los Estados Unidos encuentra lo mismo. Incluso lo que se llama allá el Farmer, es una invención cultural, económica también, de quienes decidieron liberar esa construcción que se fue volviendo una construcción nacional de los ingleses, una repartición relativamente equitativa entre los blancos anglosajones y en contra de los indígenas.

Pero aquí eso no sucedió. Es más. Creo que en ninguna parte de Latinoamérica sucedió. En Colombia no sucedió. Nosotros mantuvimos, y esa es la diferencia, la estructura económica que recogimos de los españoles y que, básicamente, se concentraba o se construía alrededor de la hacienda esclavista, algo similar pasó en el sur de los Estados Unidos. La hacienda esclavista, que también es una inversión de la historia de la humanidad, pero terrible.

Aquí, y un poco abusando —yo le digo Embajador—, si el sur le hubiera ganado al norte en los Estados Unidos, ustedes no eran potencia mundial hoy. Quizás tendríamos que estar desarrollando políticas de colaboración para ayudar allá. La historia fue diferente.

Esa guerra determinó que el norte le ganaba al sur, pero eso no era un asunto geográfico, era un asunto de realidades económicas y políticas. El norte era el capitalista, el democrático, el que quería industrializarse, el productivo, el que quería volver coherente las tesis liberales de la democracia con su realidad económica, y el sur era esclavista, anacrónico, atrasado.

Lo resolvieron con una guerra violenta. Nosotros fuimos los del sur, no por un asunto geográfico, porque aquí ganó el sur y sigue ganando, es decir, nosotros nos condenamos a la herencia de la hacienda esclavista.

Los ímpetus de industrialización, etcétera, en diversas fases de la historia fueron derrotadas. La última, la más grande y quizás la más poderosa, la revolución en marcha de 1936 del Partido Liberal o de dirigentes liberales fue hundida en sangre, sangre que aún se derrama porque de ahí todavía tenemos es una concatenación de fases de la violencia, ya no volvimos a saber de un proceso de industrialización, de productividad, de modernización liberal.

Corrupción sistemática


Entonces, por eso tenemos la corrupción sistemática nosotros. No los hechos de corrupción, sino corrupción sistemática. No voy a hablar porque ya como Presidente no puedo de otros países de América Latina, por eso hablo de Colombia, pero no es que sea un caso aislado, es similar en el contexto.

Lo que hicimos fue como una especie de huevo: tomamos el cascarón, el cascarón revolucionario, democrático, liberal, está en nuestras constituciones, las instituciones se crearon así, pero el contenido del huevo no es coherente, el contenido del huevo era la esclavitud y la mantuvimos.

Después derivó ya en lo que se llamarían las oligarquías latinoamericanas. No hubo un proceso de democratización. Los europeos cogieron el cascarón democrático-liberal y le metieron un contenido económico coherente. La democratización de sus propias economías y lo mismo hicieron los norteamericanos, con un sesgo, — con el debido respeto— étnico, o sea, una democracia blanca.

Nosotros no. Nada. Entonces, ya en nuestra época contemporánea, Colombia, con un déficit democrático indudable, todos lo sabemos, uno de los países más desiguales socialmente del mundo, que es la expresión precisamente de la ausencia de una democratización económica, las distancias desde la sociedad, que es típico de sociedades anacrónicas hoy, muy ligadas al feudalismo, al esclavismo, etcétera, en el pasado.

Entonces, se construye ese cascarón de Estado democrático. Tenemos parlamento, tenemos elecciones, tenemos poder judicial, tenemos ejecutivo, soberanía nacional, constituciones, leyes, pero el contenido real de la sociedad no es coherente con el aparato formal democrático, no es democrático.

La hacienda esclavista está como unidad económica y está como unidad cultural que impregna todas nuestras instituciones. Por ejemplo, el Parlamento, Congreso de la República, en las diversas fases de la historia de Colombia, estaba compuesto, exclusivamente, por hacendados.

Unos, que a partir de los años 50 del siglo XIX se llamaron liberales, otros, que se llamaron conservadores, pero todos hacendados dueños de esclavos. Hasta el 50 que, precisamente, se dan unas luchas de las tantas violentas, en ese momento, por la liberación de los esclavos.

Entonces, este criterio hacendario se introduce en el origen mismo de la política colombiana, en el origen mismo del Congreso, del Parlamento, del Ejecutivo y del poder Judicial; es un criterio hacendario.

¿En qué se diferencia el criterio hacendario o patrimonialista —le dicen los intelectuales— al democrático? Que la persona de poder político lo es porque tiene tierras y, entonces, al llegar al supuesto poder público, ve lo público como su hacienda. Lo que intenta es correr las cercas de su hacienda para tener más poder.

Es un poder político visto como desde los ojos del hacendado y no desde los ojos de una o un demócrata. En este mundo las mujeres, muy marginalmente, aparecían. Esto ya de por sí es corrupción desde los ojos contemporáneos.

Si alguien se apropia del Estado, que es lo público, pues eso es la corrupción. Esto obviamente ha venido creciendo en los tiempos modernos por varias tendencias que recogen nuestros problemas de no resolver problemas como nación, pero también los nuevos problemas del mundo.

Hoy los Estados ya no son los depositarios esenciales del poder público. Los depositarios del poder son poderes fácticos. El mundo vive una ‘desdemocratización’.

Una multinacional hoy es más importante que un Estado, más poderosa, tiene muchos más resortes. Incluso hay ejércitos mercenarios. Hay poderes fácticos, no elegidos, que son más poderosos que los poderes elegidos, cualesquiera que sean sus colores políticos.

Es un mundo de ‘desdemocratización’, no es un problema colombiano, es un problema global, de crisis de la democracia, que tiene consecuencias que pueden ser terribles en el corto plazo hacia adelante.

Transnacionalización. Ese es otro vaciamiento del poder del Estado. No son Estados-naciones casi que soberanos, como se creó la idea, sino ya son procesos de concertación, a veces de poderes públicos globales que llamamos multilateralismo, pero en realidad, de poderes fácticos, que son los que van diseñando el mundo que hoy tenemos.

Y aquí la organización criminal que estaba desde antaño en pequeñas dosis, el pirata, por ejemplo, el criminal es concebido como el que rompe la ley. Si la ley decía monopolio del comercio español, pues los corsarios franceses, ingleses y holandeses eran considerados criminales, así no lo fueran, para nosotros hoy, pero el delito cambia con la cultura y con la historia.

Y vuelvo al tema de Estados Unidos. El que hacía wéstern en Estados Unidos en 1910 era un delincuente, hoy es un gran empresario, muy afamado, pero la cultura cambió. El criterio de delito históricamente apareció y desapareció, pues había criminales, siempre había quien rompe la ley. 

Una vez me encontré un libro en una de mis búsquedas de adolescente, por allá en un seminario derruido en la vía entre Zipaquirá y Cogua (Cundinamarca), que se llama El Cedro. Me subí al tercer piso que amenazaba con derrumbarse, estaba lleno de libros viejos  y dije: “no, voy a buscar”.

Eran libros españoles. 1922 la edición, y uno de historia. Entonces yo me puse a leer de curioso y decía que Simón Bolívar era un terrorista. Eso se me quedó  en la cabeza. Obviamente, para los españoles de 1922, —yo no sé si los de ahora—, pero los de 1922 Simón Bolívar no era nuestro padre fundador de la República, el libertador como llamamos nosotros, sino un terrorista, un criminal. ¿Qué crimen cometió? Pues quitarles el territorio que ellos creían propio, las colonias.

Entonces, digamos que el crimen, obviamente, siempre ha estado, pero la dimensión del crimen a la luz de las leyes históricas, aparezcan o no desaparezcan en la medida en que avanza y llegamos al día de hoy, son cada vez organizaciones criminales más complejas. No es el ladrón del barrio o el que se roba la cadena que más o menos siempre habrá asistido.

Crimen transnacional


Hoy estamos hablando de transnacionales del crimen. En los rankings que hablan de ese tipo de cosas colocan a Colombia en el segundo lugar del mundo, igual que somos el segundo más desigual. Diríamos: somos el segundo con mayor nivel de organizaciones criminales, por tanto, también de los más violentos del mundo.

Creo que eso está cambiando, no porque estemos desbaratando mucho las organizaciones criminales, sino porque los otros países se están llenando de organizaciones criminales, nos están cogiendo la delantera, por ejemplo, Ecuador.

Entonces, claro, ya este mundo contemporáneo, transnacional, globalizado, que hace de norma internacional una serie de delitos, ni siquiera de norma nacional, considera internacionalmente unas conductas delictivas, lo que enfrenta también son transnacionales del crimen.

Aquí, pues, ya estamos en el evento de ustedes, que es cómo, técnica y jurídicamente, se puede habilitar ese tipo de organización, que también siempre tiene otra parte del espejo que puede ser mucho más fácil: ¿Cómo deja de ser delito ese delito? Ese es un tema de discusión política, precisamente.

Hoy estamos ante un hecho en Colombia y es que tenemos una alta desvalorización de lo público, nunca construimos un proceso de valorización de lo público, a partir de nuestra propia revolución de independencia, no lo logramos.

Tenemos unas estructuras económicas que se siguen anclando a la vieja hacienda esclavista, se siguen anclando a una mentalidad hacendaria sobre el Estado y tenemos un desarrollo de transnacionales del crimen, algunas que han nacido en nuestro propio territorio, alrededor de lo que hoy se consideran economías ilícitas.

La principal, obviamente, la cocaína. No la única, pero la principal. Es, digamos, la economía ilícita central. La pregunta es ¿cómo nos defendemos entonces? ¿Cuál es la estrategia? ¿Cuál es el quehacer? Y el quehacer comienza por valorizar lo público y la mayoría de ustedes nos pueden ayudar en eso.

Valorizar lo público es un proceso político, un proceso histórico. No es la decisión ni de una ley ni de un individuo. Es una sociedad que entra en un proceso de transformación tal que lleva a una valorización cultural, es decir, generalizada en el cuerpo social de lo que es público.

Una calle, una acera, unos dineros, unas instituciones, unas maneras de decidir como sociedad a través de unos instrumentos que, indudablemente, tendrían que ser muy, muy democráticos; es un proceso de transformación. 

Tenemos que acometer una tarea de transformación de una sociedad que ha desvalorizado lo público, hacia una sociedad que valorice y vuelva sagrado lo público y ese es el primer requisito.

Sin ese todo lo demás se estrella. Voy a poner un ejemplo —parece que me toca también salir—, pero voy a poner un ejemplo concreto de esos que mencionó la doctora Fiscal del Ecuador.

Los activos, o sea, la última parte de este foro dice: “recuperación de sus activos”, de los activos que la corrupción ha construido y se ha apropiado a partir del ilícito. En el caso de la cocaína es – y aquí hemos creado instrumentos jurídicos, técnicos, etcétera–, la extinción del dominio que es una expropiación, pero podríamos llamarla, también, recuperación, son nombres.

Con el dinero se compraron haciendas, bienes, lujos, etcétera, bienes inmuebles, muebles, carros lujosísimos. Cuando cae el delincuente o la red, se recogen, pasan a la Fiscalía, viene un proceso y se extingue el dominio, dejan de ser ellos los propietarios.

En un país donde se generó tanta organización criminal alrededor de la cocaína, obviamente, se originó una concentración de riqueza en manos de la organización criminal, básicamente tierras y lujos que, destruyéndola, fue pasando al Estado. Lo mismo aconteció con el paramilitarismo, no hay una línea muy fuerte para diferenciar narcotráfico de paramilitarismo.

Activos recuperados


Pero las leyes, los instrumentos, generaron la Ley de Justicia y Paz y, por medio de eso, se logró que incluso, voluntariamente, a través de un proceso de pacificación, el paramilitarismo entregará sus bienes, que se concentraron –en este caso los del narcotráfico– en la SAE (Sociedad de Activos Especiales) y los del narcotráfico paramilitar en la Unidad de Víctimas.

¿Dónde están esos bienes hoy? Ahí faltaría otro termino: la ´recontrarrecuperación´ de los activos, y aquí es por qué estamos, ese es un régimen de corrupción, porque inmediatamente, a través de los procesos técnico-jurídicos, se recuperan los activos. Las mafias vuelven a recuperar los activos u otras mafias porque eso desata guerras y muertos, todo esto es violento, eso no es tan pacífico, esto es violencia, se miden muertos.

¿Dónde están los activos? Y si volvieron a recuperarlos, pero no destruimos el régimen de corrupción, vuelve y juega, y vuelve y juega, porque al final se trata de concentrar riqueza. La corrupción tiene un móvil: la riqueza.

No es lo contrario. Es la riqueza, a través de los métodos violentos, porque este tipo de procesos son violentos, que llevan a un país a máximos de violencia como podríamos verlo.

¿Qué significa que la mafia recuperó los activos y los activos habían pasado al Estado? ¿Cómo es eso? 

Esa historia no está muy escrita, nosotros, creo, la vamos a escribir. Eso significa que, cooptando el Estado, volvieron a recuperar los activos. Es decir que el Estado, no formalmente sino ilícito, no quienes se volvieron dueños del Estado, ilícitamente, devolvieron los activos a la mafia o se los apropiaron para sí mismos.

Aquí aparece un tema: el régimen de corrupción no hace independiente al Estado de la corrupción. El régimen de corrupción es casi que, por definición, la cooptación de fragmentos estratégicos del Estado. El fragmento estratégico del Estado que un régimen de corrupción necesita es, básicamente, los aparatos de investigación, de justicia y de represión del delito.

Es lo que la biblia llamaba ‘si la sal se corroe’. Con tener la Fiscalía, con tener la Policía, con tener jueces, se llegó aquí a tener senadores, a tener leyes, leyes hechas por la mafia, pues se tiene la posibilidad de la impunidad y el régimen de corrupción se define por eso.

Es un Estado fallido. Es un Estado que se criminaliza. Es el crimen con poder político. Un señor como Hitler era un criminal. A lo mejor hubiera matado uno, dos, tres personas, pero obtuvo el poder político.

Y no fue ni siquiera por mayoría el pueblo alemán, el proceso lo llevó a tener el poder político. Desde el poder político hizo matar 50 millones de personas. El poder, potencia por definición, es una redundancia, el crimen; el que se adueña del poder es el crimen.

Nosotros lo que estamos viendo en los regímenes de corrupción es que el crimen se adueña del poder político. No para ser un régimen totalitario ideológico, no, para tener los instrumentos del Estado que le permiten no ser juzgado, no ser encarcelado y aumentar la riqueza apropiada.

Caso Odebrecht


El caso Odebrecht que mencionó la Fiscal, pero aquí yo lo viví de otra manera, porque usted me dice que la cooperación internacional, etcétera. 

El señor Odebrecht no ha pagado un peso de las multas impuestas por Colombia. Ni un peso, ni un dólar. Eso no. Pero claro, eso sí salió en la prensa multado, no sé qué, pero de eso aquí no ha llegado un peso. ¿Por qué?

No porque hayan sido muy astutos, son criminales de una red que, en este caso, no es que sepamos del narcotráfico, sino de robo de recursos públicos vía contratación en varios países de América Latina, pero no fue porque se escaparon a tiempo.

No. Es porque la misma Fiscalía les permitió irse y sabían que, si se iban a Brasil, no existían los acuerdos de cooperación que se necesitaban en el momento, y  después, ya para qué.

No eran extraditables, no podían fácilmente no pagar los requerimientos de la justicia colombiana y, sobre todo, no se necesitaba que hablaran. Ellos no hablaron, sino lo necesario.

No voy, desde aquí, a hablar de los temas más contemporáneos de Odebrecht, por qué terminó el otro socio confesando en Estados Unidos, materia de las noticias de hoy.

Confiesa en Estados Unidos, ¿cierto? Confiesa que el único señor corrupto del Grupo Aval hasta hoy día, el señor (José Elías) Melo, no pagó $6.000 mil millones, sino USD 26 millones. Alguien miente porque el señor Melo tiene aquí una condena reducida por confesión, pero si confesó $6.000 millones y allá dicen que fue USD26 millones, o allá mienten o aquí Melo mintió, luego la justicia no sirvió.

​Una de dos, ahí no hay forma de escoger, pero ¿qué produce eso que hubiera sido tan fácil como poner a todos presos y recuperar los dineros y saber a quiénes sobornaron? Nosotros no sabemos a quiénes sobornaron, nosotros sabemos quiénes sobornaron, sino quiénes produjeron los sobornos.

Sabemos hasta quiénes fueron los intermediarios. La mayoría están libres, pero no sabemos a dónde llegó la plata, porque la plata llegó a los del poder político.

Y entonces no se puede saber, porque si se sabe, se desbarata el régimen de corrupción. Por eso es tan cuidadoso para el régimen de corrupción.

¿Quién es el fiscal? ¿Cómo se desarrolla la Fiscalía? ¿Quién está al mando de las Fuerzas que manejan las armas de la nación? ¿Cómo se maneja la justicia? ¿De qué manera se puede hacer un proceso legislativo en el Congreso de la República? ¿Quién va a ser el Presidente?

Este régimen de corrupción es una fusión entre el crimen de la calle y su transnacionalización poderosa que lo lleva a controlar territorios y, por tanto, el poder político y el Estado.

Segunda definición de una lucha contra la corrupción, antes de lo técnico-jurídico. Primera: valorizar lo público. Segunda: valorizar lo público no se puede hacer sino a través de una transformación de las sociedades.

Quitarle el Estado al crimen es también valorizar lo público, sin eso, todo lo demás, es mentira. Se trae el FBI con sus mayores expertos de inteligencia informática, etcétera, y algo los detiene.

Pueden llegar a descubrir, etcétera, etcétera, etcétera, y algo pasa. Los procesos se quedan en los escritorios, quedan guardados.

La verdad


Voy a poner un tercer y último ejemplo concreto que tiene que ver con nuestra violencia y la paz. 

Durante todas estas décadas, casi que desde la Ley de Justicia y Paz con los paramilitares, la sociedad colombiana viene discutiendo sobre la verdad.

Esto tampoco es un tema propiamente técnico-jurídico. La verdad. Qué sí, que, que, qué, que sí. Incluso periodistas preguntaban: “¿está madura la sociedad colombiana para la verdad?” Si no está madura entonces no somos seres humanos. 

Claro que cualquier persona debe estar madura para la verdad, pero hasta eso se llegó a preguntar. ¿Es que la verdad destruye el poder en Colombia? Pues claro, porque es un régimen de corrupción.

Y eso no es un pecado, es lo que tenemos que hacer, destruir los regímenes de corrupción del país. 

La verdad, verdad histórica, verdad periodística, verdad judicial, lo que preocupa es la verdad judicial.

Libros se han escrito, periodistas han investigado algunos muertos, asesinados. No es la verdad judicial. La verdad. La verdad es un instrumento que nos ayudaría.

Veamos la discusión de esa época. Yo era parlamentario. ¿Qué nos ha traído las sentencias? Una justicia transicional; Justicia y Paz y JEP (Jurisdicción Especial para la Paz).

Sentencias de la Corte Constitucional a la Justicia Transicional; Justicia y Paz. Van los paramilitares a la JEP, los guerrilleros y los militares y apareció, de pronto, alguien que dijo: ¿Y los terceros?

Yo no sabía bien qué significaba los terceros, porque qué significan los terceros, los que se están matando, los guerrilleros y los militares en los campos y los paramilitares, todos vestidos de uniforme, con armas. No, los terceros no tienen uniforme, no tienen armas.

Los terceros son los que han ganado en la violencia, encima de los muertos han construido sus fortunas, se han quedado con la tierra, por ejemplo. Han logrado destruir sindicatos y, entonces, les han bajado los salarios a los obreros. Y un Presidente propone una Reforma Laboral, y le cae el mundo encima.

Porque, es como decir, ¿entonces que hicimos con destruir a sangre y fuego el sindicalismo en Colombia? 3.000 sindicalistas asesinados. ¿Para qué eran? ¿Porque no les gustaba la palabra sindicalismo? No, porque querían los sueldos abajo para ganar más.

Fortunas construidas a partir de la sangre. Un mundo de personas que no andan de uniforme, que son los que han ganado; políticos, porque entonces el grupo aquel le obligaba a la gente a votar en las urnas, apareció el tema de la parapolítica, 35% del senado, ninguno tenía un uniforme, pero eran senadores gracias a el terror desatado en muchas regiones concretas.

¿Qué pasó con esos terceros? Le pregunté hace poco al Presidente de la Justicia Especial para la Paz (Roberto Vidal). La Corte Constitucional dijo: “Los terceros serán juzgados en la justicia ordinaria”, es decir, investigados, primero que todo, por la Fiscalía.

Ni en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), ni en Justicia y Paz, en la Fiscalía. ¿Cuántos procesos son los que han enviado de terceros? 17.000.

No sé si cada proceso corresponde a una sola persona, pero son al menos 17.000 personas que se han enriquecido con la muerte de los colombianos. ¿Y en qué están los procesos? 

Juzgan los militares, los falsos positivos, juzgan los guerrilleros, juzgan los paramilitares, allá salieron extraditados. Y los terceros sobrevivieron, siguen haciendo política, siguen haciendo economía. Así no podemos destruir la corrupción en Colombia. ¿Por qué sobrevivieron? Porque el Estado no quiere juzgarlos.

¿Y por qué no quieren juzgarlos? Porque ellos son los dueños del Estado.

Y entonces eso es lo que se llama un régimen de corrupción.

Ese régimen de corrupción no se desbarata si no hay una transformación de la misma sociedad. 

Abandonó el tema de hablar de lo técnico-jurídico porque, indudablemente, yo estoy de acuerdo.

El instrumento de la más alta inteligencia en cooperación multinacional es un instrumento adecuado para combatir contra la organización transnacional del crimen, pero no será eficaz si no hay una transformación política que le quite a esa organización transnacional del crimen, la política, el poder y el Estado.

Muy amables, gracias.

(Fin/erv/gop)