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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la Primera Convención Nacional Campesina que sesionó en la Universidad Nacional

Foto: Presidencia de la República

Presidente Gustavo Petro en la Primera Convención Nacional Campesina

Bogotá, 3 de diciembre de 2022.

En alguna reunión de organizaciones campesinas hecha en el Palacio de Nariño, propuse la realización de una convención nacional.

Con el objetivo, no solo, de aumentar las coordinaciones entre las diferentes formas de organización existente del campesinado, sino de empezar a construir, a revivir, diría yo, un movimiento nacional campesino capaz de soportar, de presionar, reformas fundamentales que necesita la sociedad colombiana.

Y que tiene como ejes la tierra, el agua, la mujer, la democracia, la libertad, la paz, la producción de alimentos.

Todos, temas que se relacionan unos con otros. No se puede hablar de paz sin hablar de la mujer campesina, como aquí bien lo han dicho.

No se puede hablar de la mujer campesina sin hablar de la tierra o del agua o de la producción de alimentos.

Que haya un sujeto, le dicen los sociólogos, un sujeto campesino en la vida política y social colombiana.

Que aparezca la palabra que había sido desaparecida en la Constitución de Colombia actual.

Que aparezca no solamente como un término en los discursos o en las estadísticas, sino en la realidad política, en la movilización social para volver realidad una serie de objetivos que hoy no solamente beneficiarían al campesinado, sino que beneficiarían a la nación y a la humanidad misma, producir alimentos.

Que se había creído que estaba en desuso.

Que se había creído, a través, incluso, de teorías, con matemáticas sofisticadas detrás, creyendo que la seguridad alimentaria no era soberanía alimentaria, sino la capacidad de un país para comprar los alimentos que necesite, los nutrientes que necesite su sociedad en cualquier lugar del mundo.

Durante 30 o 40 años, ese tipo de concepto se volvió el dominante en, prácticamente, en todos los gobiernos del mundo.

Tratados de libre comercio, tratados de la Organización Mundial del Comercio, acuerdos bilaterales, multilaterales, entre países, hicieron que la política alrededor de los alimentos se supeditara al libre mercado mundial creyendo que el libre mercado mundial iba a garantizar el que no existiera hambre en el mundo.

Han pasado 40 años. Hoy estamos ante una realidad que nos permite hacer una evaluación.

Hoy hay más hambre en el mundo que nunca, se habla de mil millones de personas que podrían quedar en la condición de la hambruna.

Y entonces, si la realidad de hoy es el hambre, si ese es uno de los datos fundamentales que arroja la humanidad de estos días que estamos viviendo, si ustedes lo ven, y es noticia de todos los días, que el precio de los alimentos ha ascendido en todo el mundo, incluido, obviamente, en Colombia –había una gran pregunta que se trataba de asignar como responsabilidad al Gobierno– ¿Por qué el precio del pan ha crecido tanto?

Y sí sería muy interesante que cada colombiano o colombiana supiese por qué ha crecido el precio del pan, porque el pan se hace con harina de trigo y en Colombia ya no quedó el trigo, importamos la harina de trigo, viene del Canadá, viene de los Estados Unidos.

¿Y entonces, ha subido el pan, porque ha subido la harina de trigo?

Y la respuesta es:

¿Qué les pasa a aquellas personas que ya no le alcanza el ingreso para comprar el pan?

Pues que aumenta el hambre. Así de simple.

Pero, ¿no que nos habían dicho hace 40 años, hace 30, hace 20, hace 10, no hace un año que si dejábamos qué funcionase el mercado en el mundo?

¿Qué las producciones más baratas del mundo se vendiesen en Colombia íbamos a vivir mejor?

Entonces, ¿de dónde sale que el precio de los alimentos está subiendo en todo el mundo?

Y que cada vez hay, cada día que pasa, decenas de millones de personas que ingresan al hambre.

Pues ha pasado que esa teoría era falsa. Ha pasado que durante 40 años hemos hecho políticas alrededor de la producción de alimentos equivocadas.

Ha pasado que el precio de los alimentos crece en todo el mundo, porque la tierra está disminuyendo su fertilidad a partir de la crisis climática, porque el agua está desapareciendo en muchas regiones del mundo evaporada por el calentamiento global y las sequías pululan, y se queman las selvas, y se queman las praderas y los pueblos, por decenas de millones.

Y si así continúa la humanidad serán centenares de millones (los que) están recurriendo al éxodo, ahí a dónde está el agua, ahí dónde está la riqueza, al gran norte del mundo de tierras blancas y de gentes blancas.

 

Y allí ya empezaron a construir los muros con nidos de ametralladoras, los campos de concentración, esperando inmigrantes hambrientos y sedientos y deseosos de dignidad, e incluso, ya les han disparado y los han matado por decenas.

Miles han muerto cruzando el Mar Mediterráneo, miles han muerto tratando de cruzar el tapón del Darién y los desiertos del norte de México y de los Estados Unidos.

Es el hambre y la sed lo que está produciendo el éxodo, al contrario de lo que nos contaba la Biblia.

Ya no es un éxodo producto de la esclavitud vieja. Ahora es un éxodo producto de las nuevas esclavitudes. De nuevo los pueblos se van tratando de encontrar, ya no los ríos de leche y miel, sino simplemente y profunda e importantemente el agua.

Si esa es la situación del mundo, si ya la estamos viviendo en cada tienda del barrio, cada vez que una familia va a comprar el pan o la leche o los huevos, ya creo que ni se atreve a comprar la carne, porque se volvió producto de lujo en los hogares colombianos, es porque hay escasez de comida, es porque la crisis climática acabó los equilibrios de la nutrición de la humanidad.

Y la crisis climática es un producto de un sistema económico. Es un modo de producción, como decían antes los economistas, supeditado a la codicia, al tener, a absorber cada vez más las energías sucias del planeta, las del carbón y las del petróleo que garantizan el calentamiento global. Es un modo de producción que está dominado por el capital y la codicia, la ganancia.

No es que esté en contra de las ganancias. Y no es que me proponga, ingenuamente, siendo Presidente de Colombia, superar el capital en una fase de la historia de la humanidad. La humanidad evaluará si quiere sobrevivir.

Hoy tenemos que resolver, entonces, problemas concretos que se derivan de esa crisis mundial.

Uno de ellos, el primero, es que tenemos que volver prioritaria, como reza la Constitución Nacional, digna del apoyo mayor del Estado, la producción de alimentos en Colombia. Ese es un primer punto.

Ya nos lo dicen los precios de los alimentos en la cara. Ya el maíz importado de los Estados Unidos es tan caro como el que se produce en Colombia. Y viene transgénico. Y viene con altas intensidades de consumo de carbón y de petróleo.

Ya nos lo está diciendo la humanidad. Entonces sí, la economía, pues hay que proceder.

El reconocimiento al campesinado

Proceder significa una serie de reformas. Indudablemente, la primera tiene que ver con el reconocimiento del campesinado.

Es que no hay producción campesina, no hay producción alimentaria sin campesino y sin campesina.

Es que eso que pensaban los ‘yupis’ en Bogotá de que el campesinado se iba a acabar, no es cierto.

Ahora habrá, precisamente, para defender la vida, la necesidad de crecer en tierras que cada vez se agotan más, el número de campesinos y campesinas cultivando alimentos en Colombia y en el mundo.

Una especial protección del Estado a la producción alimenticia. Eso queremos. Eso significa aumentar las rentabilidades para la productora y el productor del campo.

Eso significa, como aquí lo escuché, claro que transferencias tecnológicas limpias. Eso significa asociatividades que hay que crear para industrializar la producción alimenticia en propiedad del campesino y de la campesina.

Eso significa, aceptando la diversidad inmensa del territorio de Colombia, una diversidad, también, de los problemas del campo y de su sujeto social fundamental. No es lo mismo cuando vamos a la selva amazónica, que necesitamos revitalizar si queremos que la humanidad sobreviva, a que si vamos hacia las tierras de Boyacá o hacia las tierras de Nariño andino.

Allí la pequeña propiedad tiene problemas al parcelarse cada vez más. Allí no hay tierra en donde poder expandir la parcela. Allí la posibilidad de un enriquecimiento de la familia campesina depende es de aumentar el valor agregado en la producción del campo en manos del campesino, en manos de la campesina.

Y eso se hace asociando y con un Estado que sea capaz de ayudar al proceso de la industrialización.

Es que no está bien ese modelo, en donde unos producen el arroz y otros lo muelen, y los que lo muelen imponen el precio tanto a los consumidores como a los productores.

No vamos a quitar esa actividad a la fuerza, pero deberían estarse produciendo los proyectos en donde los arroceros asociados sean los dueños del molino, donde los lecheros asociados, las lecheras asociadas sean los dueños de la pasteurizadora, ahora, como sucede en otras partes del mundo porque eso genera más ingresos a la familia productora campesina.

La tenencia de la tierra

Y qué tendríamos que hablar sobre, quizás, el primer problema fundamental del agro colombiano repetido durante décadas, la tenencia de la tierra.

Se nos creyó normal, nos normalizaron, como si eso ocurriera en todas las sociedades del planeta tierra, el que 3 mil personas tengan el 80% de las tierras productivas de este país y no produzcan una mata de yuca.

Como si fuese normal el que las tierras fértiles de un país se dedicaran simplemente al poder y a la tenencia sin producción.

Como si un país pudiera sacrificar su tierra fértil en los tiempos del cambio climático, en los tiempos de la hambruna y en los tiempos del éxodo.

Eso se llama irracionalidad, para no ponerle otro nombre. Una irracionalidad que se ha construido en Colombia simplemente por intereses, simplemente por la idea del poder que nos dejaron los españoles, una idea feudal, anacrónica, la creencia de que el tamaño del poder depende del tamaño de la tierra y que, por tanto, el Estado también se puede ver como una hacienda particular en el cual hay que cruzar cercas para entregárselo a cada familia de intereses particulares.

No. Hay que modernizar nuestra visión de la tierra fértil que es nuestra visión del agua también, porque no hay tierra fértil sin agua. Tierra y agua son sinónimos de la tierra fértil.

¿Cómo cambiar esa tenencia de la tierra tan anacrónica, tan irracional?

¿Qué es lo que ha generado la violencia al cabo de las décadas?

¿Qué es lo que ha generado la pobreza del pueblo campesino?

¿Qué es lo que ha generado de manera forzada o espontánea los éxodos internos del campesinado hacia las grandes ciudades, hacia los páramos, o hacia las selvas, o hacia las tierras de alto riesgo, en donde, de vez en vez, cada año, a veces con la crisis climática terminan inundados y a veces sus bebés muertos por la inclemencia de los tiempos?

 

La reforma agraria

Esa tenencia de la tierra hay que transformarla a través de una reforma agraria. Propusimos el término que había sido olvidado, ocultado por allá, en el Pacto de Chicoral en los años 70.

Hundieron la reforma agraria, firmaron el Pacto de Chicoral para generar la irracionalidad del uso de la tierra por sectores minoritarios, que no dudaron en usar las armas para sacar a los campesinos de sus lugares, de sus territorios, masacrando, llenando a Colombia de fosas comunes.

Hundieron el país en una violencia que pareciera una guerra perpetua e hicieron del campesinado, al cual ni siquiera reconocieron en la Constitución, la gran víctima de la sociedad colombiana.

Silenciaron el campesinado a punta de fuego y terror, en medio de esa lógica de las violencias, cualquiera su origen, fue que apareció el narcotráfico.

El narcotráfico es un producto del uso irracional de la tierra. El narcotráfico es un producto de la enorme desigualdad social de Colombia.

El narcotráfico es un producto de no permitir que el campesinado pueda usar las tierras fértiles del país para producir algo tan sencillo como los alimentos.

Les decía a los delegados del gobierno de Estados Unidos, ¿ustedes no quieren que en Colombia de produzca maíz? Entonces, ¿cómo van a hacer para que no se exporte cocaína a los Estados Unidos?

Si no queremos exportación de cocaína a los Estados Unidos, hay que producir maíz en Colombia y hay que aceptar entonces las reformas que eso implica.

Y lo pongo como un ejemplo, porque es que el maíz es la comida de los pollos y de las gallinas y, por tanto, del huevo y de los cerdos y de los seres humanos.

En campaña cuando me fui a comer una deliciosa arepa boyacense, por allá en Paipa (Boyacá) entraron a la cocina orgullosos para ver cómo era que se hacían y miré el bulto de la harina de maíz y era ‘made in Canadá’. La arepa boyacense es arepa canadiense y así no se puede sostener un pueblo.

Reforma agraria pacífica

Bueno, implica una reforma agraria, comenzar la reforma agraria de manera pacífica, he ahí el reto, comenzar esa reforma agraria de manera pacífica.

Los pueblos del mundo las han hecho, muchos con revoluciones. Quien llegué en un viaje aéreo a París, lo primero que se da cuenta del campo francés es que parece un cuadro de ajedrez, hermosísimo, lleno de parcelas, no muy grandes, no muy pequeñas, toda la tierra fértil de Francia.

¿Cómo lo hicieron eso sí eran feudales? Pero los franceses lo hicieron a su manera, le quitaron la cabeza al rey, y a la reina. Le llamaron, a ello la Revolución Francesa. Su producto fue democratizar el uso de la tierra y, a partir de democratizar el uso de la tierra, desarrollar industrialmente a Francia.

Y si uno mira el caso de los Estados Unidos, pues lo hicieron robando la tierra de los indígenas, y repartiéndose equitativamente la tierra entre los bancos.

Cuando la esclavitud, los esclavistas querían condenar Estados Unidos al atraso, desde el norte hicieron una guerra contra los del sur, liberaron a todos los esclavos y construyeron un sistema relativamente democrático, solo que, sin indígenas, en la tierra de los Estados Unidos.

Y podríamos hablar de los chinos, y podríamos hablar de muchos lugares del mundo, y encontraríamos un principio fundamental, los países se han industrializado allí donde han repartido democráticamente la tierra.

Y esa no ha sido una consigna comunista, como ahora dirán. Aunque los socialistas también hicieron lo mismo y en muchas partes se equivocaron.

Repartir democráticamente la tierra para industrializar un país es el principio de la sociedad capitalista.

Y eso ni siquiera se ha hecho en Colombia. En Colombia nos han querido mantener es en el feudalismo. En Colombia realmente nos han querido mantener es en una esclavitud sin cadenas de hierro, pero sí con cadenas mentales y sociales.

En una exclusión de las mayorías nacionales, de las cuales hace parte el campesinado.

Comprar la tierra

Bueno nosotros queremos comenzar a hacer una reforma agraria y por las buenas, sin quitarle la cabeza al rey, sin robarle la tierra a los indígenas, sin estatizar la tierra, como hicieron en China o en la Unión Soviética. Simplemente, como en el Japón, como en Corea del Sur, queremos comprar la tierra. Incluso, y me lo criticarán después, a precio comercial.

Y el gremio que más se había opuesto a la reforma agraria, (La Federación Nacional de Ganaderos de Colombia) Federan, ha dicho que sí.

Y, entonces, tenemos una oportunidad. Tenemos una oportunidad que va a depender de la buena voluntad de Fedegán (y) de la capacidad del Estado para comprar tres millones de hectáreas y repartirlas.

Un Estado al cuál se le olvidó hacer la reforma agraria. Un Estado que sepultó las instituciones de la reforma agraria, que debilitó al Banco Agrario, que acabó con el (Instituto Colombiano para la Reforma Agraria) Incora, que debilitó las instituciones agrarias de investigación científica. Un Estado que no sabe ya cómo se compra la tierra.

Pues bueno, ese Estado que hemos recibido tiene en el corto plazo, en cuestión de semanas, que prepararse para comprar grandes cantidades de tierra fértil y tiene que combinar esa actividad con el crédito del Banco Agrario, al cual hay que convertir, también, de manera rápida, en el primer banco de Colombia.

Le dará celos algunos, sí. Pero nosotros queremos que el Banco Agrario sea el banco más grande de Colombia, porque no se puede priorizar la producción de alimentos y su industrialización, si no hay una palanca financiera, si no hay un banco detrás de la tierra, del alimento y de la campesina, y el campesino.

Y claro que tenemos que hablar de compra de cosechas. Ya este Estado no sabe cómo comprar el frijol para llevarlo a dónde están las zonas del hambre, donde tanta gente quiere comer. Ya no sabe cómo comprar la arveja ni la papa y deja las producciones podrirse, cuando el costo de producción termina siendo inferior al precio de alimentos en (Corporación de Abastos de Bogotá) Corabastos.

Los campesinos supeditados a especuladores del precio, cuando el Estado perfectamente podría comprar cosechas, cuando se requiera y llevarlas a dónde se requiera.

Una reforma agraria así implica una condición básica, que haya campesinos y campesinas para cultivar esa tierra.

¿Qué haríamos nosotros, si compramos millones de hectáreas, si lográramos hacerlo y después quedamos con la tierra nuestras manos, sin que haya el sujeto de la producción del alimento?

Él, en masculino, es en realidad ella en femenino, porque –y en campaña lo dijimos–

queremos que el título de propiedad no abandoné a la mujer.

Queremos mujeres propietarias de la tierra y del agua y, por tanto, generadoras del cuidado de la vida, porque cuando una mujer tiene tierra y agua, produce es alimentos para la vida.

Y ese sujeto campesino, esa movilización nacional campesina, con las diversidades que nosotros admitimos y que hay que tratar también de manera diferente –no es lo mismo la problemática del campesino que ha cultivado hoja de coca o que está por allá en un río en la selva Amazónica o quien está en Boyacá, que quien está en el Magdalena Medio y en las tierras fértiles de la altillanura y del Caribe colombiano–. La reforma agraria necesita de ustedes y es una decisión que hay que tomar.

Organizar, ya lo están. Convocar las acciones comunales rurales de las zonas que van ser de reforma agraria. Yo diría todas las acciones comunales rurales, porque son una forma organizativa actualmente existente por miles, sin competir por cual o tal organización es la más importante, coordinarlas más bien.

Volver la voz campesina otra vez una voz sonante en Colombia. Las balas y la sangre silenciaron esa voz por décadas. Solo algunos resistentes por allí hablaban. Unas resistentes

Pues hoy está Convención Nacional en la Universidad Nacional de Colombia, Convención Nacional Campesina, tiene un objetivo que no es, solamente, el organizativo, sino es hacer sentir la voz campesina en la sociedad colombiana.

Hacer sentir lo que millones de colombianos y colombianas del campo le pueden decir a Colombia no solo sobre sus necesidades, sino también sobre sus propuestas, la capacidad que tendría el campesinado de Colombia si se le ayuda, si se le acompaña, si hay un Estado aliado al campesinado que es lo que yo busco obstruir la alianza Estado – campesinado, le podría producir a Colombia su desarrollo económico, su industrialización, su democracia, su libertad, su paz, porque aquí estamos hablando entonces de paz.

Una filosofa bastante alejada de aquí –nunca conoció Colombia, creo–, judía, austriaca, que tuvo que escaparse de Hitler, porque si la hubiera encontrado la hubiera metido al campo de concentración y la hubiera asesinado y huyó, como tanta gente, a Nueva York y se hizo una de las grandes figuras intelectuales del mundo como mujer filosofa, Hannah Arendten, decía –solo que nosotros que como que no quisiéramos escuchar–, decía:

“No hay nación en el mundo que se haya configurado, sino cuando el campesinado levanta la bandera nacional”.

La filósofa no estaba equivocada. Lo había visto en Francia y en los Estados Unidos. Aquí, al contrario, la supuesta nación lo que ha querido es enterrar al campesinado del páramo en el desierto o en una fosa común.

Pues este Gobierno del Cambio quiere la alianza con el campesinado, para que el campesinado levante la bandera nacional y podamos construir una Colombia, una Colombia en Paz, una Colombia que se pueda llamar, como lo dijimos, para crear una esperanza, una ilusión, un horizonte que se pueda llamar con dignidad, con acierto, con legitimidad una potencia mundial de la vida y para la vida.

Esta Convención Nacional dará sus recomendaciones, organizará su programa, sus propuestas.

Las escucharemos desde el Gobierno, pero, fundamentalmente, compañeras y compañeros, esta Convención Nacional tiene que lograr que el gran grito campesino en todo el territorio nacional se escuche, alce la voz, aumente el volumen, hablé como pueblo.

Los días del movimiento campesino han retornado a Colombia. Bienvenidos a luchar juntos por una Colombia tan grande como el tamaño de nuestros sueños, una Colombia de gente trabajadora, una Colombia que sepa que solo a través del trabajo es que se construye la riqueza, el conocimiento y que la riqueza y el conocimiento en toda la sociedad es lo que nos puede dignificar como los seres humanos que somos.

Que viva la Colombia potencia mundial de la vida.

Gracias.

(Fin/erv/mpp/epr/dlg/gaj)