Bogotá, 2 de junio de 2023.
Un saludo al subteniente Máveric Pantoja Rosero. Bogotano. Supongo, por los apellidos, su familia, ¿de origen Nariñense? Espero no equivocarme. Primer puesto de la promoción y condecorado por sus méritos académicos con la medalla Francisco José de Caldas.
Sus padres, María Lucero, William y su distinguida familia.
Oficiales ascendidos el día de hoy al grado de subtenientes del Curso General Jorge Alfredo Duarte Blum, y sus familias, y amigos.
Ministro de la Defensa Nacional, Iván Velásquez Gómez.
Contralor General de la República, Carlos Hernán Rodríguez Becerra.
Altos mandos militares y de la Policía Nacional y sus distinguidas familias.
Comandante General de las Fuerzas Militares, General Helder Hernán Giraldo Bonilla, y su esposa María Victoria.
Comandante del Ejército Nacional Luis Mauricio Ospina Gutiérrez, y su esposa Lorena.
Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares, Almirante José Joaquín Amézquita García y su esposa Liliana.
Comandante de la Armada Nacional, Almirante Francisco Hernando Cubides Granados, y su esposa Lucy.
Comandante de la Fuerza Aérea Colombiana, General Luis Carlos Córdoba Avendaño.
Director General de la Policía Nacional, Mayor General William René Salamanca Ramírez.
Director de la Escuela Militar de Cadetes (José María Cordova), Brigadier General Luis Fernando Salgado Romero, su esposa, Sofía, y su hija Ana Sofía.
Funcionarios del Gobierno Nacional aquí presentes.
Capellán General del Ejército de Colombia, presbítero Benedicto Peña Álvarez.
Generales, almirantes, oficiales, suboficiales, alféreces, cadetes, personal civil de las Fuerzas Militares y sus distinguidas familias hoy presentes.
Señores generales excomandantes del Ejército Nacional y de la reserva activa.
Sargento Mayor del Comando Conjunto de las Fuerzas Militares, Consuelo Díaz Álvarez.
Un saludo a la familia del Señor General Jorge Alfredo Duarte Blum, que en paz descanse.
Agregados de defensa militares, navales, aéreos, medios de comunicación y en general a todos los aquí presentes.
Bueno, Máveric, usted se graduó en el colegio Liceo Hermano Miguel de la Salle de Bogotá. Usted es lasallista, igual que yo.
Yo salí de la Salle, de Zipaquirá, colegio público. Allí estudió antes, no se llamaba La Salle, Gabriel García Márquez.
La educación lasallista, con todas sus derivaciones a través del tiempo, de los años, siempre ha conculcado un principio ético en los seres humanos que ha educado, que, ojalá, a través del curso de formación y de la vida que usted comienza como una carrera militar, su vocación, la de muchos niños y niñas que han soñado algún día, han querido serlo, soldados.
En algunos se vuelve vocación, otros siguen otras rutas. Usted demuestra tener una vocación militar, ha sacado el primer puesto entre sus compañeros y compañeras, que debe servir al pueblo.
Y en general, a todo el curso que aquí inicia también su carrera. Ya más de 20 mujeres, aquí presentes, que serán cada vez más y más, por la edad de ustedes, ya para mui jóvenes, tendrán dentro de unas décadas, muchos de ustedes, la responsabilidad de dirigir la Fuerza Pública de Colombia, sus Fuerzas Militares, su Ejército Nacional.
Yo espero que, para esa época, en la que quizás no esté, puedan dirigir este Ejército, no solamente bajo los principios fundamentales de la Constitución Nacional, sino, ojalá, en una nación que sea muchísimo más poderosa que la que hoy tenemos, que pueda hacer vibrar las voces y los sentidos de la humanidad, como una vanguardia de ella, en los mejores propósitos del conocimiento, de la construcción nacional, de la justicia social que debe llegar para todos y para todas.
Aquí, quizás, en la última reunión que tuvimos, pública, en alguna ceremonia, presentamos la Política de Bienestar Social para la Fuerza Pública en general, para todas sus armas, todas sus labores. No lo hicimos como respuesta a eventos últimos, sino como la continuación de una promesa electoral que queremos cumplir.
En esa campaña, frente al pueblo, dijimos que, si éramos Gobierno, la política fundamental de la seguridad pasaba por la dignificación de la persona que decide por su propia voluntad y vocación seguir la carrera de las armas.
Dijimos que eso era fundamental, precisamente, porque el manejar armas, que es manejar un poder, un poder que en el fondo significa, el poder sobre la vida humana, que no tiene cualquier persona en general, esa responsabilidad de manejar las armas que pueden matar, indudablemente.
Esa función implica una enorme corrección del espíritu, una enorme construcción dentro de cada ser, porque el manejo de esas armas lleva una responsabilidad y una obligación con el pueblo. Con el pueblo, el más humilde.
Esas armas, decía (el Libertador Simón) Bolívar, fundador del Ejército de Colombia, no pueden voltearse contra el pueblo jamás. Lo dijo en célebres palabras que nosotros debemos rubricar todos los días ahora, dos siglos después de esas luchas y que, ojalá, ustedes, cuando dirijan el Ejército las puedan seguir rubricando aun con mayor firmeza, aun criterio, aún con mayor autoridad que la que podemos hacer nosotros hoy desde este Gobierno.
Las armas al servicio del pueblo, de sus necesidades, de los grandes problemas que hoy tiene y que tendrá, también en el futuro, porque las sociedades avanzan en medio de las dificultades siempre.
La historia no es más que la historia de las dificultades que aquí, ojalá a través de mis palabras, a través de los que han aprendido, a través de sus lecturas, a través de la vivencia apasionada, que siempre lo es, de estar en este país que es el país de las bellezas, pero donde la sangre se derrama también al mismo tiempo.
Ojalá puedan ustedes afrontar con mayor profundidad este concepto de que las armas siempre estarán al lado del pueblo, en función del pueblo y para el pueblo, porque estamos en una democracia.
Comienza ese primer escenario a partir de sus propios valores, del bienestar que cada ciudadano, ciudadana, que integre la Fuerza Pública en general debe sentir.
Al interior de la Fuerza Pública no puede haber violación de la dignidad humana. Cualquiera que cometa una tropelía contra la dignidad humana por equis o ye razón, equivocado, o de manera premeditada, no puede seguir allí.
Tiene que haber un respeto fundamental, que no solo comienza al interior, sino que tiene que ser, también, del Gobierno respecto de la Fuerza Pública, de la sociedad respecto de la Fuerza Pública.
La última reunión hicimos un balance de las políticas que hoy empezarán a ser la base de eso que llamamos el Bienestar Social del Soldado, de la soldado, del patrullero, del infante (de Marina).
Aquí complementaría solamente con un hecho que me parece que, la cúpula y el Ministro de Defensa (Iván Velásquez) y el aparato administrativo del Ministerio de Defensa deben tener en cuenta.
Hemos hablado una y mil veces, en toda reunión que yo he tenido con ustedes, de que la misma carrera militar permita educar en todas las disciplinas a todas las personas que ingresan.
De tal manera que, a su salida, por cualquiera que sea el motivo —por decisión personal, muchas veces, porque a la final, la organización militar es una pirámide que va sacando a las personas, va quedando allí una cúpula en la conducción, hace que sea absolutamente imprescindible EL que las personas se preparen para vivir en su vida civil una vez suceda la salida.
Y que eso implica que la misma Fuerza Pública tenga instrumentos de preparación para afrontar la vida en civil que siempre llegará.
Uno de esos, es, indudablemente la educación —eso hemos hablado varias veces— de abrirla a todas las universidades públicas, de lograr que todos los miembros de la Fuerza Pública puedan estudiar gratuitamente con los fondos del Estado, lo que quieran estudiar.
Pero también tiene que ver con que a la salida haya oportunidades laborales. Le voy a pedir al Ministro que hagamos las reformas, que permitan que, incluso, en el cuerpo administrativo de la Policía, del Ejército, de las Fuerzas Armadas en general, las personas que están en la reserva, allá, retirados ya, incluso, muchos con discapacidades precisamente, por lo que les ha ocurrido en su propia carrera, o sus familiares, tengan una opción preferencial para el empleo.
Para abrir esas opciones y no conducir al soldado de la patria a circunstancias que se vuelven, incluso, indignas y vergonzosas, a veces, muchas veces, por el hambre, la necesidad, por los hijos, que necesitan ir a estudiar a la universidad, etcétera hasta terminan cooptados por las organizaciones que aquí estamos combatiendo.
Por las que están entrando armas, en este momento, con los dineros ilícitos y no tienen otra función que, para dispararnos, para quitar la vida, no solo de nosotros, sino de muchos ciudadanos humildes en muchos territorios del país que amanecen allí en las trochas, tirados en su propio desangre.
Lo hemos visto en las fotos, y que no son más que campesinos, campesinas, gente que se atreve a organizar su comunidad en una vereda para vivir mejor, y que por una u otra razón terminan impidiendo las lógicas del negocio ilícito, entonces terminan bajo sus balas.
Abrir las opciones a la vida civil es fundamental para que el soldado pueda vivir bien, aun después de la salida de su institución.
Ahora bien, la cúpula militar aquí presente, los generales, almirantes que nos acompañan, toda, saben perfectamente que ni el Presidente ni ningún alto funcionario de este Gobierno les ha dado alguna orden que tenga que ver con romper la Constitución.
Es más, quedan ustedes autorizados por el Presidente de la República —por si eso ocurriere— para que ustedes mismos lo denunciasen ante las autoridades competentes.
Aquí no puede quedar ni mancha ni duda siquiera, de que este Gobierno va a repetir las suciedades que otros gobiernos hicieron.
Aquí no venimos a eso. Aquí venimos a que las armas se pongan en función del pueblo y de la Constitución y de que eso haga una Fuerza Pública muchísimo más poderosa de la que hasta ahora se ha tenido.
Aquí a nadie de ustedes se les ha ordenado una sola intercepción telefónica ilegal, ni a ilustres ni poderosos exfuncionarios, ni a personas humildes. Eso no es cierto.
Ni se les ha dado esa orden ni se les dará, porque el respeto a los derechos humanos, tal cual están consagrados en nuestra Constitución, en nuestros tratados, en las leyes, se respetan.
La base de la democracia es el respeto de los derechos humanos, de cualquiera ciudadano, ciudadana, piense lo que piense y viva lo que viva.
En nuestro Gobierno habrá libertad democrática. No usaremos las armas contra los pobres indefensos. Nos han criticado por ello, incluso porque quisieran que fuéramos nosotros los autores de la masacre y no lo vamos a hacer.
Incluso, el triunfo, e incluso, desde el punto de vista militar, depende fundamentalmente de ese gran principio ético.
Aquí está el Ejército del pueblo y el Ejército de la Constitución y así tenemos que abanderarlos, porque esa es la bandera del triunfo, incluso, militar si es que en Colombia no pudiéramos llegar, a lo que estamos buscando a como dé lugar: los caminos de la paz, porque acortar la muerte siempre será bueno; disminuir la muerte en este país siempre será un camino; siempre prevaleceremos en ese empeño.
Hoy se abre —y he firmado el decreto— la mesa en la cárcel de Itagüí, creo que es, para lograr la paz entre los jóvenes de las comunas populares de Medellín y lograr que esas comunas, definitivamente, abandonen el eco y la realidad que ha teñido de tanta sangre en el pasado a esa ciudad y a Colombia.
Definitivamente abandonen el eco y la realidad que ha tenido de tanta sangre en el pasado a esa ciudad y a Colombia.
Queremos que esos jóvenes se transformen en jóvenes en paz. Así que inicia un proceso, inédito. No tenemos mucha experiencia.
Algunas, de alcaldes, en donde la juventud barrial de Colombia que anda en las calles, por aquí por allá, sin mayores alternativas, sin que se les ofrezca opciones, pues puedan vivir bien, puedan incluirse en la sociedad, pueda estudiar, puedan hacer la carrera de sus sueños, que no se les impida, puedan tener un lugar, vivir digno y puedan vivir en paz y dejar vivir en paz a su propio pueblo, a su propia comunidad.
Ya veremos cómo se desarrollan esas conversaciones, hacia donde, jóvenes en paz.
Es lo que queremos en todas las comunas de la ciudad de Medellín y de todos los barrios populares de Colombia.
Desde algunos medios de comunicación, a través de ellos, algún alto funcionario del Estado, que no tiene esa función, les ha dicho a ustedes que desobedezcan al Presidente de la República, eso se llama sedición.
El Presidente de la República es el comandante en jefe de las Fuerzas Militares y ejerce todos los días esa función.
Nadie puede tener ni la altura ni llegar a la absoluta irresponsabilidad, en un país con tanta violencia, con tanto sectarismo que nos ha acompañado en toda la historia nacional, que no hemos es matado por ello, de decirle a la Fuerza Pública que no le cumpla las órdenes al comandante en jefe de las fuerzas militares, eso debe ser investigado, es una sedición, es una ruptura sediciosa de la Constitución Nacional y no puede ser ni aplaudido ni seguido ni silenciado.
Las puertas de Palacio están abiertas para cualquier investigación. No tenemos ningún susto, ni problema.
Sé lo que ha pasado alrededor de quien me acompañaba casi en todos estos eventos y que, de cierta forma, era mi mano derecha desde el punto de vista administrativo, en mi gestión cotidiana, no han parado ni siquiera a pensar que podría pensar una joven mujer recién parida, dicen en mi tierra, con su primer niño en su primera experiencia maternal.
Cuando le sucede un hecho en su vida doméstica que la hace sentir en la zozobra y que reacciona dentro de la ley, que se usó el polígrafo, que yo no he podido ni saber dónde queda en el Palacio de Nariño, que no compramos nosotros, se usa desde el primer Gobierno de Santos, hasta donde tengo entendido, bajo unas normas y protocolos, que ha expedido incluso una sentencia de la Corte Constitucional y sobre todo la Superintendencia en gobiernos pasados, de seguridad privada.
Esos protocolos se usan en el mundo empresarial privado y en algunas entidades públicas, se usan bajo unos criterios, uno de los cuales, el fundamental, es que allí nadie llega a pasar por ese tipo de pruebas sin su libertad plena, sin su decisión compartida, autorizada por la persona y eso es lo único que pasó ante una sospecha.
No son procesos judiciales, como falsamente se afirmó en la prensa, se les llama, según la sentencia y los protocolos, procesos de confianza, cuando las personas están en un alto grado de vulnerabilidad, porque hacen parte, por ejemplo, en este caso del Comité de Seguridad Nacional.
Si en mi casa se perdiera un papel reservado de inteligencia, o alguno por el estilo, yo también tendría que hacer lo mismo con todas las personas que me rodean, porque necesitaría la máxima confianza, no sobre lo que me pase a mí, sino lo que le pase a la nación si un documento de esos llegase en poder, por ejemplo, de las organizaciones criminales.
Procesos de confianza se han hecho desde hace años con ese mismo estilo y protocolo y aquí se cumplieron, como bien saben los que durante horas estuvieron en esas oficinas mirando lo que ahí había.
Este gobierno respeta los derechos humanos, no intercepta ilegalmente comunicaciones de magistrados, de jueces, de periodistas, de opositores.
A los opositores los cuidamos y es un deber de la Fuerza Pública el cuidarlos. No les puede pasar nada, porque están también la responsabilidad. Somos responsables de la seguridad de nuestra propia oposición. Contra ellos no habrá nada que choque con la Constitución Nacional.
Por tanto, pueden investigar hasta donde quieran y les ayudaremos. Mis propias indagaciones, hechas en estos días me dan confianza a mí mismo, porque hubiera sido terrible el que de mi Gobierno saliera una indicación que contradijese los objetivos por los hemos luchado durante décadas.
No tenemos nada contra la ciudadana Marelbys. Yo la he conocido personalmente, en medio de mi campaña, siempre me ha abrazado con cariño, casi que maternal, porque es absolutamente solidaria en ese momento con los propósitos políticos.
Así que ella no tiene nada que temer de mi Gobierno, es nuestra amiga, si lo quieren saber.
Nosotros no vamos contra seres humildes ni humildes ni poderosos, para nosotros la garantía de sus derechos plenos es el triunfo de nuestro propio Gobierno.
Cualquiera que sea el conflicto con el Gobierno, que siempre lo habrá, porque las políticas públicas siempre tendrán defensores y opositores, esa es su razón de ser.
No hay política pública cien por ciento de consenso, siempre habrá alguien que no le guste, que se perjudica en sus intereses, a veces muy poderosos, si se le lleva la pensión un viejo a una vieja, o si llega un médico o una médica a la ranchería en La Guajira por qué el sistema de salud lo permite, o si el trabajador puede tener garantías de seguir trabajando en una empresa y no que lo echen al otro día o cualquiera otra de las políticas públicas.
Pero este gobierno le garantiza los derechos a cualquiera que sea el opositor. No verán opositores chuzados ilegalmente por este Gobierno, nosotros no hacemos eso. Así que el funcionario que nos está sindicando de eso que investigue bien, con la misma premura que tiene para investigar al otro día los polígrafos del Gobierno, con la misma premura que tiene para ver cómo captura un paparazzi que le sacó un vídeo a una periodista y que nada tiene que ver con nosotros.
Con esa misma premura debería haber allanado las casas de los asesinos del Clan del Golfo, cuyas direcciones tenía en su poder, sus nombres propios tenían su poder. Aún hoy, no llega el informe de las investigaciones que se han hecho sobre los asesinatos sistemáticos de líderes sociales y de ciudadanos del común en las ciudades de la costa Caribe y en todo el país.
Yo tengo la autorización de la Constitución de Colombia en sus artículos, de manera explícita, para solicitar esos informes y no llegan.
Llegan primero los allanamientos. El Presidente de Colombia quiere y solicita, y lo ha hecho de manera escrita y formal y pública, los informes que indican de qué manera se ha procedido contra la impunidad en Colombia en crímenes que son crímenes contra la humanidad, porque son crímenes de lesa humanidad al haberse propiciado de manera sistemática contra la vida de centenares y miles de colombianos.
Sigo esperando el informe. Pueden investigarnos hasta el último centímetro de nuestros sentimientos, pero entrégueme el informe sobre lo que se ha hecho contra la impunidad, porque ese informe debe ser discutido, porque ahora viene la visita oficial del Fiscal de la Corte Penal Internacional, porque queremos reunir el Consejo de Política Criminal, porque queremos saber si de las instituciones del Estado que están dedicadas a esa función se puede tener la confianza de que se está destruyendo realmente la impunidad en Colombia y que los criminales no tienen por tanto sitio donde esconderse, no se les protege desde el Estado.
El Estado no está para proteger criminales, el Estado está para detenerlos y el Estado está para cumplir las funciones esenciales del Estado, que es lograr que las necesidades fundamentales se puedan satisfacer y que los derechos de las gentes se puedan garantizar. Esa es nuestra función.
Estamos tranquilos, por tanto, no tenemos ningún temor, Ministro de Defensa, podemos ir al Congreso.
Ustedes, señores generales, almirantes, si alguna vez de alguna de nosotros, en el Gobierno civil, les llega una orden inconstitucional, tienen toda la autorización para ir allá a algún medio de comunicación y denunciarlo. No lo consideraré una insubordinación, es su derecho y es el derecho del pueblo.
Este gobierno respeta los derechos humanos del campesino, de la campesina, del obrero y del opositor.
Y no debe haber ninguna duda al respecto. Y mientras se investiga, mi funcionaria querida y estimada y el Embajador de Venezuela (Armando Benedetti) se retiran del Gobierno, para que desde el poder que implica esos cargos no se pueda tener ni siquiera la desconfianza de que se va a alterar los procesos de investigación, que no nos corresponden a nosotros, les corresponden a las autoridades competentes para ello.
Ahora, las noticias que llegan desde el punto de vista económico que tantos nubarrones tenían alumbrando, más bien penumbrando el horizonte, se han tornado poco a poco, sin caer en falsos optimismos, en positivas.
Hemos logrado frenar buena parte del déficit, e incluso, en estos meses hemos ganado un superávit fiscal, cuando el Estado estaba a punto de quebrar en sus finanzas públicas por un mal manejo de ellas.
Hemos logrado detener el crecimiento de los precios que alumbraba una gran espiral inflacionaria, e incluso, en el caso de los alimentos que son tan sensibles, sobre todo para el hogar más humilde, hemos podido que se reduzcan los precios mínimamente, que ya no crezcan y esperamos que esta tendencia continúe.
Hemos logrado desde las últimas estadísticas que el empleo suba, 745 mil nuevos puestos laborales respecto al año anterior, según el (Departamento Administrativo Nacional de Estadística) DANE y, fundamentalmente, en donde nosotros queremos desarrollar el país. Turismo y agricultura.
Los campos cultivándose de nuevo en Colombia. Ojalá esta tendencia continúe, no puede uno asegurarlo, porque siempre en economía las tormentas pueden sobrevenir.
Hemos logrado detener la caída del peso colombiano, su desplome. Casi que está al mismo nivel del día en que recibimos el Gobierno del anterior gobierno.
Ha caído la pobreza multidimensional, que es más responsabilidad de los alcaldes que de los gobiernos nacionales, pero indudablemente esta es una buena noticia porque al final el objetivo de la política económica no, es más, sino que haya más puestos de trabajo y que se acabe la pobreza en el país y la desigualdad social.
Hasta ahora las cifras son positivas, lo cual nos permite una tranquilidad momentánea, porque en economía siempre es momentáneo.
Y entonces desde la perspectiva de la política hoy económica y social, que aguanta, que resiste y que va hacia arriba; y desde la perspectiva y la confianza que la sociedad colombiana debe tener de un Gobierno que jamás la irrespetará, primero nos vamos nosotros que hacer eso, que jamás quebrará la Constitución y la ley, que le enseñará a su Fuerza Pública a ir con nosotros en ese camino de fortalecimiento de una democracia y de la justicia social, entonces ahora abrimos los caminos de la paz.
Con dificultades indudablemente, jóvenes. La paz no es fácil, como no es fácil la guerra. Ustedes lo saben mejor que yo.
No es fácil el frío, la montaña, la trocha, el peligro, el miedo que todos sentimos, pero la paz es más difícil que la guerra.
Lograr que Colombia no se mate entre sí, después lo decían un discurso con ustedes, que llevamos 72 años, desde que se creó el comando de las Fuerzas Militares de Colombia, en guerra permanente.
Ningún año de paz hemos vivido desde ese entonces, pues cómo no será de difícil terminar ese proceso parricida y comenzar, ojalá, una era de paz.
No es fácil. Avanzaremos un paso, retrocederemos dos. Lo que nos parecía sin dificultad, se nos volverá dificultoso, tendremos que rehacer políticas públicas, cuando estas no funcionan.
Pero la directriz está dada desde la Política de Seguridad para Colombia, Seguridad Humana, que hemos llamado.
El enemigo es la economía ilícita, llámese oro, llámese extorsión, llámese cocaína y otras drogas que ahora aparecen.
Y ese es el enemigo fundamental, porque de ahí es que se están comprando las armas con las que se matan a los colombianos, con las que se intenta subyugar al Estado y a la sociedad a partir del miedo y del terror.
¿Qué no vamos a dejar hacer elecciones, dicen por ahí algunas voces? Nosotros desde aquí vamos a garantizar que las elecciones se hacen en todos los rincones de Colombia.
¿Qué van a extorsionar territorios enteros para financiarse en su violencia? Pues desde aquí vamos a comprometernos a que estaremos en todos los territorios buscando a los extorsionistas, para que la gente allí que, en general, es humilde –los grandes ricos de Colombia no viven en las regiones olvidadas de Colombia– puedan vivir en libertad, puedan tener libertad, palabra sagrada, con la que tantos hemos luchado y tanta gente ha muerto en el camino.
Destruir las economías ilícitas es el objetivo. Ahí, en los medios, a través de la comunicación, de sus ministerios salen que toneladas y toneladas de cocaína son interceptadas, incautadas. La interdicción ha avanzado, indudablemente.
El enemigo de la interdicción es la corrupción. No podemos golpear a fondo la economía ilícita si hay corrupción en el Estado. Y la hay. Nadie puede ser ciego ante esta realidad. La hay en todas las instancias y ramas públicas del poder. La hay en nuestra propia sociedad y nos penetra.
Y, por tanto, el esfuerzo de la cúpula militar del Ministerio (de Defensa) y de cada uno de ustedes que hoy salen a hacer su carrera para mañana dirigir esta Fuerza Pública, deben entenderlo bien, si el dinero y la codicia, nos gana el corazón, la mafia se toma el poder en Colombia y produce un genocidio sobre nuestro pueblo.
Por tanto, lo primero que tenemos que proteger es el corazón. Por mi propia experiencia, cuando fui alcalde me di cuenta de cómo el poder funciona como una droga, ensombrece, no deja pensar bien, deforma la realidad y, peor aún, es tan adictivo que por ella se mata. La adicción al poder genera la masacre y el genocidio.
Por eso lo primero que tenemos que guardar es el corazón. Allí, dentro de su vida militar, en donde tantos problemas van a tener, en quién sabe qué lugares, bajo quién sabe qué tensiones, que afrontarán en su vida futura, presente, guarden primero el corazón de la codicia.
Guarden el corazón primero de las fuerzas destructivas que, alrededor del poder de tener armas se pueden construir. Tener poder es posiblemente un riesgo para el corazón.
Yo tengo aquí un poder. Soy el Presidente. Otros tienen otros poderes, son jueces, congresistas. Ustedes tienen un poder, las armas.
Si el corazón está bien guardado de la codicia y del veneno drogadicto del poder, las armas siempre estarán en función del bien, de la gente, del pueblo, de sus derechos, de la libertad, de la Constitución. Si el corazón se pierde, las armas dispararán contra nuestra propia sociedad.
Se van a cumplir cien años de José Eustasio Rivera y La Vorágine. Cien años de una novela que yo leí de niño, yo creo que muchos de ustedes la han leído. La Vorágine. Una época anterior, allá en el Siglo XX, donde mataban a los indígenas para cultivar el caucho en la selva amazónica, una época de esclavitud, de ignominia por allá, en rincones que, en general, desde aquí no se conocían, y José Eustasio lo dijo en su libro: "antes de conocer mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia".
El corazón de Colombia en estas décadas que han pasado, en un país tan bello, que ustedes saben que lo es, el país de la belleza, le digo yo. ¿Nos jugamos muchísimos el corazón antes de conocer mujer alguna y nos lo ganó la violencia?
Colombia no puede jugarse su corazón y que se lo gane la violencia. Guarden ustedes, muchachos y muchachas, jóvenes, militares, que saben la responsabilidad que ya van teniendo en sus manos, hacia adelante cada vez será mayor. Cada día será mayor.
Guarden el corazón de la codicia y de los poderes adictos. Pongan su corazón, su mente, sus conocimientos, la experiencia que van logrando, la sabiduría que llega con el tiempo, más allá de los libros y de las palabras leídas y escuchadas, a través de esa sabiduría protejan su corazón para que la Fuerza Pública que ustedes van a dirigir en tiempos que hoy no puedo yo conocer, quizás más difíciles que este, puedan ser los de la base y el pilar de la construcción de una gran alianza entre pueblo y Ejército.
Alianza fundamental para construir la gran patria, la nación colombiana, la nación poderosa ante los pueblos del mundo, no tanto por sus armas, sino por su dignidad, por su ética, por su espíritu, por la valiosa defensa de la democracia, de la libertad y de los derechos de las gentes.
Gracias por haberme escuchado Máveric. Felicitaciones.
Muy amables y adelante con coraje y con valentía. Muy amables.
(Fin/cbm/jre/cfa/mg/mam/gaj)