Inicio de sesión

Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la instalación de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional 2023-2024

Foto: Presidencia de la República

Presidente Gustavo Petro, ante el Congreso de la República, 20 de julio

​Bogotá, 20 de julio de 2023.


“Señora Vicepresidenta de la República de Colombia y designada en el cargo como Ministra de la Igualdad y la Equidad, Francia Elena Márquez Mina, y su compañero Yerney (Pinillo).

Presidente del Congreso de la República, compañero de hace muchos años, Alex Maya.

Presidente de la Cámara de Representantes, también compañero de hace muchos años, David Ricardo Racero Mayorca.

Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Fernando Castillo Cadena. 

Presidente del Consejo de Estado, Jaime Enrique Rodríguez Navas. 

Presidente del Consejo Superior de la Judicatura, Aurelio Enrique Rodríguez Guzmán. 

Presidente de la Jurisdicción Especial para la Paz, Roberto Carlos Vidal López.

Ministras, ministros y funcionarios del Gobierno Nacional.

Altos Mandos de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional.

Alcaldesa Mayor de la ciudad de Bogotá, Claudia López Hernández.

Secretario General del Senado, Gregorio Eljach Pacheco.

Secretario General de la Cámara de Representantes Jaime Luis Lacouture Peñalosa.

Medios de comunicación nacionales e internacionales.

A todo el Congreso aquí presente. Senadores, representantes a la Cámara, senadoras, una inmensa porción de mujeres que hoy hacen las leyes en este país y que es uno de los cambios que la historia de Colombia tiene.

Y, en general, a todo el pueblo colombiano que hoy nos acompaña a través de los medios audiovisuales. 

Cumplo mi primer año, casi, y este es el primer discurso para iniciar unas sesiones que prometen, en mi opinión, ser intensas e interesantes. 

Creo que, como ocurrió en el pasado periodo, cada uno de ustedes debe ya ser consciente de que el Congreso de Colombia está discutiendo los temas centrales y neurálgicos que afectan la cotidianidad de cada colombiano: la salud, las pensiones, las condiciones laborales, las circunstancias que hacen aún mejor vivir para millones y millones, para toda la sociedad colombiana. 

No es un Congreso marginal; no está debatiendo leyes inocuas, no está en otro país ajeno al de nuestra propia sociedad colombiana. Están ustedes en el centro del país y así será en los meses que vienen. Y es importante tener claro para cada congresista, para cada ciudadano, ciudadana, la posición del Gobierno. ¿Qué es lo que pretende? ¿para dónde va? que no se puede forjar esa idea, a través del prejuicio. 

El prejuicio no lleva sino a una muy mala política y, en general, a los desastres de las naciones; sino que tiene que ver con el análisis, que tiene que ver con la razón, que tiene que ver con el entendimiento que, al final, es lo específicamente humano, lo que nos separa de los demás seres vivos, de los animales. 

Y por eso quiero comenzar explicando algo conceptual sobre ¿qué es lo que busca el Gobierno colombiano? ¿qué es lo que le propone al país? y ¿qué es lo que le propone el Congreso? Por tanto, nosotros dijimos en campaña electoral que queríamos construir de Colombia una potencia mundial de la vida. 

No es un eslogan de campaña como tantos; sino que es un concepto. Realmente creemos que Colombia, en el escenario actual de la humanidad, puede ser potencia y lo puede ser alrededor de volver la vida un eje de la lucha política y social. La vida, como un concepto que entra en la política.

Que antes era un lugar común porque ¿quién podía cuestionar la vida? dirían en parlamentos antiguos, incluso quienes no habían vivido o no habían leído sobre los grandes genocidios en la humanidad; las grandes extinciones de la vida en el planeta, hace millones y millones de años. 

Quizás para nosotros la vida era una rutina: todos los días sale el sol y se oculta; la vida permanecerá aquí por tiempos, incluso, eternos. Y resulta que así no es hoy. Resulta que ese tipo de concepto, esa mentalidad ya no existe en la humanidad de hoy. 

Los paradigmas han cambiado profunda, brutalmente, diría yo. No me atrevo a decir que hacia caminos mejores ni que hacia caminos peores. Lo que me atrevo a afirmar -casi con certeza- es que el mundo de la humanidad en los próximos años no será igual a lo que ha vivido ni hoy ni nunca antes. 

Estamos viviendo unas circunstancias profundamente difíciles a escala civilizatoria, a escala vital. Lo que está en cuestión hoy en el mundo no es el capitalismo, no es el poder mundial solamente, no es la existencia de unas u otras naciones. 

Lo que está en cuestión hoy en la humanidad es la vida, la existencia, no de unos, de toda la humanidad, de toda la vida en el planeta. Y no es que ahora me haya vuelto apocalíptico -aunque a mí me gustaba leer mucho el libro de San Juan en la cárcel, me parecía pasional y poético-, sino que lo dice la ciencia. 

Miles y miles de científicos de todas las naciones del mundo, organizados en los famosos paneles por la Organización de Naciones Unidas; miles y miles de científicos que cada mes, cada día, presentan a la humanidad trabajos a profundidad, desde sus especialidades: la matemática, la climatología, la biología, la física, la química, etcétera. 

Esos científicos, la razón de la humanidad, nuestro cerebro colectivo en su máxima posibilidad, el conocimiento que siempre es colectivo, han llegado a una conclusión: estamos ad portas de la sexta extinción; de una posibilidad de que este planeta siga, pero sin la vida, pero sin nosotros. 

Y no para dentro de mil años, no para dentro de dos siglos, ya lo estamos viviendo. Solo ve en las páginas de Europa o del sur de América, de los periódicos, de los noticieros, las curvas que presentan, a veces complicadas, sobre los exámenes de la temperatura en el mar del Norte o en los veranos de los últimos años y descubren una noticia que llena de miedo. 

Vivimos el verano más caliente de los últimos años. La sequía está al sur, la ciudad de Montevideo se quedó sin agua; en China, la temperatura es de 52 grados centígrados, invivible, si no hubiera tecnología. Y en el Golfo Pérsico, alcanzó a 62 grados centígrados; cualquier ser humano que se exponga media hora allí, muere. 

Y ahora viene sobre nosotros, se anuncia, no el fenómeno del Niño que siempre había, sino el Niño combinado con la temperatura del planeta tierra más alta de los últimos años. 

Y dicen los científicos, que afectaría fundamentalmente a La Guajira. Lo que está en cuestión es la vida. Esto es ahora ¿Qué será en diez años, en 20 años? ¿qué serán las vidas de nuestros hijos? ¿qué será en la vida de nuestros nietos? ¿Qué tipo de catástrofe verán nuestros nietos, los nuestros, si no somos capaces de hacer los cambios y las transformaciones hoy?

Porque no se puede hacer ya dentro de 20 años, no se puede hacer en la vida de nuestros hijos, porque los cambios y las transformaciones ya no se pueden hacer en la vida de nuestros nietos. Ya es irreversible si no lo hacemos en la próxima década. Nosotros, ustedes, ustedes como los líderes políticos y sociales de la humanidad. No es apocalíptico, es la ciencia la que nos lo dice. Y lo que nos dice, entonces, es que la vida está en cuestión. Y claro, entonces la política cambia, se transforma, las tensiones se agudizan, las relaciones de poder terminan en guerras, los éxodos aumentan.

Donde se fundó, donde se creó por primera vez la palabra Democracia, la palabra República, está la fosa común más grande del planeta. Y no queda en Colombia, no queda en México, no queda en la América Latina. Queda cerca de la Grecia. 

Y por Colombia pasan hoy 250.000 personas, en el peor lugar para la existencia humana: el Tapón del Darién. 40.000 niños y niñas pasando por allí, muriendo. Y nos dice la Fuerza Pública que una proyección nos podría llevar a medio millón este año y que el año entrante podría ser de un millón. 

¿Y cuándo habíamos visto nosotros eso? ¿Y cómo estamos preparados para vivir eso? Cuando los pueblos del sur se están yendo hacia el norte, porque es en el norte en donde podrá quedar el agua durante unas décadas después de que nuestros países se vuelvan desiertos si es que no hacemos nada hoy. 

Por eso nosotros hablamos de hacer de Colombia una potencia mundial de la vida. Es en ese contexto -porque somos aún la explosión vital que nos convierte en una potencia de la biodiversidad natural- y porque nuestra diversidad cultural -no más en el Amazonas se hablan 300 lenguas-, nos convierten en una de las grandes potencias de la diversidad cultural del ser humano, de nuestra propia diversidad. 

Y si juntásemos esas dos diversidades pletóricas que hay en Colombia, pues tendríamos un camino que quizás no sea prefigurado por la política antes pero que yo quisiera apostar y proponer a la historia del hoy. 

El camino de Colombia es su propia diversidad, su propia vitalidad natural y humana. El camino de Colombia es ser -en un mundo que muere- una potencia mundial de la vida. 

¿Y cómo lograr ese camino, entonces? ¿Cómo llegar a él? ¿Tiene que ver con el socialismo, como algún prejuicio señala por allí? ¿con la idea de que el socialismo es la propiedad estatal de los medios de producción y así podríamos llegar a ser potencia mundial de la vida? No. Eso no es lo que proponemos. 

¿Tiene que ver con el capitalismo? Creo que nos podría ayudar en un tramo, pero aún no está resuelta la pregunta de si el capital puede superar lo que produjo un Frankenstein en la crisis climática. No podemos decir si sí o si no. Ya lo veremos. 

El camino que proponemos tiene dos pilares que hemos propuesto a nuestra nación: la Justicia Ambiental y la Justicia Social. Como dos columnas que como a Sanzón, alguien quisiera derribar. 

La columna de la Justicia Ambiental, de cierto re-equilibrio con la naturaleza que nos es indispensable para poder vivir y la columna de la Justicia Social sin la cual -aún con una naturaleza viva en el país de la belleza, como decíamos en Naciones Unidas-, no habría sino derramamientos de sangre. El país de la belleza en donde se derrama la sangre casi que a perpetuidad.

Justicia Ambiental y Justicia Social, entonces, son nuestros dos conceptos de construcción en el hoy. Es lo que alumbra nuestros proyectos, nuestras políticas públicas, trátese de decretos, trátese de resoluciones o trátese de proyectos de ley o de leyes, o trátese de discursos o trátese de luchas sociales que acompañamos. 

Permítanme explicar, entonces, qué ha ocurrido en este año alrededor de estos temas conceptuales, porque no se trata de hacer discursos y retóricas, sino se trata de ver si la construimos en la realidad; si la acción política y administrativa nos está llevando a la construcción de estos dos pilares; si avanzamos en la Justicia Ambiental y en la Justicia Social. 

Y yo tendría que decir que la respuesta es ambivalente. Nos hemos encontrado con una lucha, nos hemos encontrado que no es tan fácil. Nos hemos encontrado que hay fuerzas, no sólo en la sociedad, sino al interior del Estado, que se oponen a estas posibilidades, quizás por el prejuicio, quizás porque aún no nos damos cuenta de en qué circunstancias vivimos o quizás porque tienen razón en sus críticas. 

En la Justicia Ambiental me gustaría tocar los siguientes temas: la transición. Lo que llamamos la ‘superación de la crisis climática’. Es indudable que no podemos reequilibrarnos con la naturaleza si no superamos el principal problema de la humanidad hoy -y que nosotros somos una partecita de eso-, pero tenemos que ayudar. 

‘Descarbonizar’ la economía, dicen los que manejan estos temas. No se puede superar la crisis climática si no se construye una economía descarbonizada en todo el planeta tierra. 

La economía ‘descarbonizada’, nuevo concepto -no lo habíamos escuchado hace diez años y creo que nunca pronuncié esa palabra siendo congresista-, si la queremos construir, tiene que prometer, tiene que generar una esperanza en la sociedad, tiene que construir un concepto que le permita a cada persona saber que allí, en esa nueva economía, será más próspero, en términos de hoy. 

El capital nos llevó a pensar que se es más rico si se consume más carbono. Nos lo dijeron así los economistas, pero hoy lo podemos decir a la luz de los nuevos hechos: ‘entre más carbono consumas, más rico eres’. Depende del modelo de tu carro, de los viajes en avión, depende de los productos que tienes, conservas, acumulas y conservas o consumes. 

Puede ser para una persona, puede ser para una nación, puede ser para un bloque económico. La riqueza se puede medir hoy en CO2 equivalente y eso sólo nos lleva a un desastre. Entonces, hay que construir otro concepto de riqueza, la prosperidad social ‘descarbonizada’, dijimos. Y eso ¿cómo se alcanzará? No voy a profundizar en ese tema que fueron las discusiones de ayer allá en Bruselas, entre 60 presidentes de América y de Europa, pero por lo menos tiene tres elementos fundamentales. 

Uno se llama la transición energética. Cambiar la matriz de la energía, de energías fósiles o sucias basadas en el carbón, el petróleo y el gas hacia energías limpias basadas, hoy por hoy, fundamentalmente en el sol, en el viento y en el agua. 

Ese es un primer concepto, relativamente fácil para Colombia, dificilísimo para China y los Estados Unidos, en donde es un imperativo categórico, si queremos vivir en el planeta. El segundo elemento fundamental es la electrificación de la movilidad humana: el bus, el carro, la moto, por elementos e instrumentos que no usen estos elementos de combustible fósiles, sino eléctricos limpios.

Y el tercer elemento es que la producción deje de usar las materias primas fósiles en la industria, en el turismo, en la agricultura, etc. 

Son los tres grandes elementos para construir una economía ‘descarbonizada’. Nosotros hemos propuesto hacerlo en Colombia, precisamente para que seamos una potencia mundial de la vida. 

En transición energética tenemos unos datos. Se ha debatido aquí, me ha costado una ministra excelente. Los datos al día de hoy, de lo que hemos podido hacer, -heredamos un balbuceo indudable pero cierto del Gobierno anterior, que ya había captado la necesidad de esta transición-. 

El Ministerio de Minas y Energía asignó 8,3 Gigawatts. Colombia tiene una capacidad de aproximadamente 18 gigas de generación eléctrica, 18 es nuestro total. De ellos, tres o cuatro son sucios, es decir, fósiles. 

La transición energética para nosotros, en este primer pilar, consiste en reemplazar estas cuatro gigas, que básicamente están en las termoeléctricas -varias de ellas públicas, otras privadas-. Pues lo que hizo el Ministerio de Minas y Energía hasta el momento, es asignar 8.3 gigas de capacidad instalada en 190 proyectos; el 77 % de energía solar, el 15 % eólica y el 4 % hidráulica. 

Allí están 134 empresas ¿Qué significa eso? ¿Cómo podríamos, con lo ya hecho, si lo hacemos bien de aquí en adelante, garantizar que la matriz energética de Colombia sea limpia 100 %, porque a estos 8.3 gigas asignados hay que sumarle los que asignó (el expresidente Iván) Duque.

Algunos de cuyos proyectos hoy hemos logrado aprobar ya a través de NALA -yo tengo aquí la cifra exacta-, hay aprobados, es decir, en proceso de construcción 1.3 gigas de lo que aprobó o asignó Duque. 

Hay otros que están en proceso, con dificultades, por las licencias ambientales, por las consultas previas, sobre todo los que se ubican en La Guajira, hemos logrado destrabar algunos y queremos sacarlos todos adelante. Lo cual significa que estos 8.3 que hemos asignado también pueden tener dificultades hacia adelante, sólo es el punto inicial de un proyecto. 

A la aprobación de la UME, le quedan las consultas, le quedan las licencias ambientales, le quedan las dificultades propias de la economía. Ojalá pudieran convertirse en una realidad y de ahí depende la administración. 

Pero al lado de esto queremos producir y ya comenzó el proceso, algo que vamos a llamar comunidades energéticas, que no necesitan aprobación de la UME ni de la ANLA, ni de los pasos previos de un gran proyecto energético. 

Que simplemente tienen que ver con poner en el techo paneles solares de cualquier casa o usar los espacios de cualquier vereda, de cualquier comunidad indígena o afro, de cualquier municipio, si lo quiere, para hacer pequeñas granjas solares, pequeños espacios que le permiten a la familia reducir sustancialmente la tarifa. 

Hay dificultades normativas que no lo han permitido en Colombia cuando es de amplia difusión en muchos países del mundo. Vamos a cambiar esos obstáculos normativos para que una familia pueda, con ayuda del Estado, si es pobre o por sus propios medios, sin problemas, ser generadores de energía eléctrica en Colombia.

El cálculo que hemos hecho son dos millones de hogares, seis mil hectáreas, por tanto, a 30 metros cuadrados por techo, de paneles solares en todo el país, -fundamentalmente en el Caribe colombiano-, lo que generaría seis gigas. 

Seis gigas aquí, ocho aquí, una siete ya en producción, otras que están en la espera, creo que así podemos garantizar una matriz 100 % de energía limpia en Colombia y el primer pilar de una economía descarbonizada. Es lo que más hemos adelantado. 

No nos hemos movido tan rápido en la electrificación de la movilidad. Espero de los nuevos alcaldes y alcaldesas este esfuerzo. Indudablemente temas como el Metro de Bogotá, como los tranvías, como los trolleys, en el caso de los buses, como electrificar los taxis, es decir, el taxi eléctrico, como tener empresas que puedan transformar motos de motor a gasolina en motor eléctrico, etcétera. 

¿Cómo lograr que el mototaxismo caribeño pueda ser un mototaxismo eléctrico? Son las garantías y los proyectos que nos podrían llevar, no sólo a que la operación de la movilidad en el transporte público masivo o individual sea más barata que usar un carro a gasolina hoy.

Podríamos debatir el tema del precio de la gasolina, pero se nos lleva mucho tiempo. Y el tercer pilar para conseguir una economía ‘descarbonizada’ tiene que ver con la agricultura, la industria y el turismo, en donde hemos sido absurdamente balbuceantes para poder producir las transformaciones. 

Por ejemplo, aún los fertilizantes que usamos para la agricultura se basan en la urea, en el gas y en el petróleo. Los importamos y, por la guerra de Ucrania, se han convertido en el elemento más caro de la importación que ha producido la inflación de alimentos en Colombia y por tanto el hambre. 

Ha sido difícil pasar a producir biofertilizantes que nos permitan hacer la transición hacia la economía descarbonizada. Entonces, este es un tema fundamental en la Justicia Ambiental. 

Proteger la Selva Amazónica


Segundo tema que hemos debatido, incluso mundialmente, y hemos puesto en la agenda mundial de la política: la selva amazónica. La selva amazónica es el tercer pilar climático del mundo. Si se mira en conjunto, con sus ocho países, es lo que permitiría a América del Sur tener preponderancia en las relaciones de la geopolítica mundial. 

Con esta tesis hemos convencido al presidente de Brasil, al de Venezuela, al de Francia. Realizamos, con 640 expertos y ministros de medio ambiente, el foro en Leticia, hace unos días. Leticia se convirtió en una capital mundial de la discusión de la sobrevivencia de la selva Amazónica, que es fundamental para la vida humana en el planeta. Sin la selva no hay vida, porque es la gran esponja del CO2 que aún queda fuera de los océanos. 

Logramos que se convoque a los presidentes de los países con responsabilidad sobre la selva en Belén de Pará. Serán en agosto, dentro de unos días, y logramos que el mundo ayude a financiar. Ustedes lo hicieron en el proyecto de adición presupuestal al colocar 600.000 millones de pesos en este empeño que nosotros queremos que se vuelvan constantes durante 20 años hacia adelante, para poder iniciar lo que llamamos la ‘revitalización de la selva amazónica’, que no se puede hacer sino a través de la propia población que habita el Amazonas, sea indígena, sea mestiza, sea campesina, sea urbana. 

Muy difícil en Brasil, relativamente fácil en Colombia, sólo que en Colombia pasa incluso por la guerra, pasa incluso por las mafias, pasa incluso por los grupos armados, pasa por nuestra propia realidad. La selva amazónica en cierta forma depende de la paz de Colombia.

Reforma al Código Minero


Y podríamos hablar de los páramos, y del mar, ahora que venimos de San Andrés y de la minería. La minería respecto al agua. Aquí no hay sino una cifra que tiene que ver con represión. Hemos dinamitado decenas de dragas, centenares de dragas ilegales en Colombia. Se ha producido un problema social porque el pequeño minero ya no saca el oro con la batea, como veíamos antaño, sino que -en la medida en que se escarbó y se escarbó el cauce del río-, son las máquinas las que pueden alcanzar el oro, máquinas que no puede comprar el pequeño minero. 

Esas máquinas hoy las compra la mafia y entonces liga al pequeño minero, que va detrás de la máquina buscando los residuos del oro, a la mafia. Creo que es uno de los peores resultados legales del Congreso de la República. Yo estuve en esa discusión de esa Ley hacia el año 2000, no recuerdo la fecha, el Código Minero, porque el Código Minero privilegió a la multinacional, la gran minería, la minería a cielo abierto, -el Cerrejón por poner un ejemplo-, y se olvidó realmente del pequeño minero, a pesar de que recuerdo a decenas de congresistas luchando por el tema. 

Ese olvido estatal del pequeño minero, de la priorización de la gran minería, nos ha llevado a que el pequeño minero haya quedado sujeto a los tentáculos de las mafias armadas y entonces hoy tenemos dos destrucciones: la destrucción de la democracia en el territorio y la destrucción del río y del agua, en el Chocó, en el nordeste antioqueño, en el Amazonas, en Córdoba y en muchas regiones del país.

Aquí creo que es sustancial el cambio de norma. Por eso vamos a presentarles a ustedes un proyecto de ley en este período de sesiones que versa sobre la minería. Y espero el debido cuidado, siempre lo han tenido, para el estudio pertinente de cara a volver a establecer una alianza entre pequeña minería y Estado, para defender el territorio de la guerra, de la destrucción democrática y de la destrucción del agua. 

De la extracción hacia la producción de energías limpias


Permítanme ahora hablar de la justicia social, el otro pilar para hacer de Colombia una potencia mundial de la vida. Dijimos en campaña: ‘queremos un tránsito de la economía colombiana, de la extracción hacia la producción, suscitando innumerables debates. 

No es que tenemos que vivir del petróleo, no es que tenemos que vivir del carbón, no es que, antaño -cuando vivíamos del café- eso no servía. 

¿De dónde vamos a sacar las posibilidades de una Colombia agraria, agroindustrial, industrial y turística, que es el modelo que nosotros proponemos para construir como alternativa? Al Congreso le digo: la demanda del petróleo y del carbón va a caer permanentemente en los próximos años y ya cayó este año. 

Y no es por capricho de Petro, como en algunos medios de comunicación opositores se señala; es por la realidad del mundo. No es Petro, es el mundo. Si ustedes comparan el cuadro de inversiones petroleras en el mundo de 2013 e inversiones en energías limpias, encontrarán que las energías limpias eran una cifra marginal del total de inversiones petroleras. 

Diez años después, esa misma medición, por parte de la Organización Internacional Energética, determinó que -por primera vez- la inversión en energías limpias es superior a las energías fósiles y que la inversión en el petróleo cayó a la mitad de lo que fue en 2013 en todo el mundo. ¿Qué pasará en 10 años? Y entonces ¿qué pasará en Colombia?

Si nosotros seguimos como el avestruz, pensando que no está sucediendo nada en el mundo y que no es sino dejar, que entre más contratos se hagan de exploración, más garantizamos la estabilidad económica, estamos absurdamente equivocados. Primero, porque los contratos de exploración en general en Colombia se han usado es para especular, se lo han dado al amigo político, al amigo familiar, para que lo venda y lo revenda y lo vuelva a revender y no hay ni un metro cuadrado de exploración. Son regalos de los gobernantes a sus cómplices políticos. 

Segundo, porque aún si se volvieran eficaces, que es lo que estamos intentando hacer, que se haga exploración, no que se tengan papeles para revender, no nos van a comprar más. Paulatinamente la demanda del petróleo, sobre todo el petróleo pesado que es el que sacamos nosotros, y la demanda del carbón va a caer. 

Y entonces, la pregunta no es: ¿cómo detenemos al mundo para que deje, para que siga comprando carbón y petróleo y entonces muera la humanidad? La pregunta es: ¿cómo reemplazamos eso que ya está sobreviniendo? ¿cómo cogemos los últimos residuos, cunchos, regalías le llaman, para que podamos transitar hacia otro modelo de desarrollo económico? Uno, basado en la producción: no en extraer, no sacar de la tierra. Para sacar de la tierra no se necesita mucho trabajo y ni mucho conocimiento. Para producir se necesita mucho trabajo y mucho conocimiento. 

El mundo productivo genera trabajo, por lo tanto, genera riqueza y si es un mundo productivo descarbonizado, construye lo que queremos como una esperanza para la humanidad, que es la prosperidad social descarbonizada. Por tanto, lo que se ha empeñado este Gobierno es en ver cómo se reactiva la agricultura, cómo se reactiva la industria, cómo se reactiva el turismo y cómo, a partir de ahí, vamos reemplazando lo que el mundo nos deja de comprar en petróleo y en carbón. 

Lo estamos logrando más o menos. En unas nos va bien, en otras no tan bien. Hemos invertido $287.000 millones para fortalecer el turismo y las cifras son buenas. El turismo extranjero, que es el que reemplaza las divisas petroleras, está creciendo de año en año desde el COVID, pero fundamentalmente creció en estos meses, según los datos estadísticos que nos dan.

¿Cómo hacerlo crecer más? ¿cómo pasar de los cinco millones de turistas extranjeros que más o menos ya estamos conquistando a niveles superiores a los que había antes del COVID a siete millones? Ese es el objetivo, porque siete millones de turistas extranjeros son 7.000 millones de dólares de divisas y, por tanto, ya es un gran porcentaje de lo que nos entrega hoy el petróleo. 

En este capítulo vamos bien. Colombia se está mostrando en el exterior, a partir -incluso- de nuestras luchas políticas y del Presidente; a partir de la belleza del país, a partir de que estamos hablando de Paz Total, a partir de que los indicadores económicos gruesos van bien. Lo estamos logrando hasta ahora. 

En el porcentaje del año que llevamos, el incremento del turismo ha sido sustancial: aumentan las aerolíneas que vienen a Colombia: Suiza, pone una; Estados Unidos coloca dos más; España llega a tres vuelos diarios; y, queremos extender más las posibilidades en la medida en que Colombia se abre al mundo, en la medida en que nuestro cambio y transformación política se abre al mundo, en la medida en que vamos mirando a África.

E iré a la organización de la Unión Africana, que se reúne con todos sus presidentes en Kenia, para varios asuntos, entre otros, defender la propuesta mundial de cambiar deuda por acción climática. En la medida en que abrimos relaciones con el mundo árabe -se abrió la embajada en Qatar y se abrirá con Arabia Saudita-; en la medida en que hemos estrechado profundamente las relaciones con Europa y nos miran de tú a tú y nos invitan a sus palacios y nos invitan a la discusión de la política, en la medida en que logramos estrechar una relación con el gobierno de los Estados Unidos en las cosas en las cuales estamos de acuerdo; en esa medida también se ha venido, no digo vendiendo, sino mostrando el país de la belleza ante las propias sociedades extranjeras, aumentando el flujo de los turistas, que hay que superar aún más. 

Queremos poner la pista aérea internacional en el norte de la Guajira y queremos hacer la de Tolú y queremos hacer una en el Guaviare, allá cerca de Chiribiquete. Y queremos Buenaventura y queremos reorganizar nuestra aviación, nuestra infraestructura aeronáutica en función de la atracción del turismo internacional… 

Por eso queremos hacer la universidad multilingüe en San Andrés, de donde acabo de venir, y mejorar su pista; porque San Andrés ya no se puede soportar solo sobre pesca. Menos mal tuvimos el enorme triunfo de defender en este Gobierno, por primera vez en dos siglos, una porción del territorio colombiano, la plataforma continental que llega hasta San Andrés.

 


Reforma Agraria e Industrialización


Nos hemos metido en la idea de la industrialización y tengo que decir lo mucho que nos falta aún en esto ¿Cómo se industrializa un país? Pregunta de un siglo para los economistas que no han logrado una respuesta. Mi tesis de que un país se industrializa si se hace una reforma agraria, no es sólo mía, es de una gran corriente de pensadores económicos del mundo y de una realidad práctica. 

Los Estados Unidos hicieron su reforma agraria, Europa hizo su reforma agraria, miren cómo se llega a París y miren lo que hay en la tierra agraria, se ve como un campo de ajedrez, lleno de producción, de pequeña y mediana propiedad. Lo hicieron los españoles, lo hicieron los japoneses, lo hicieron los chinos, lo hicieron los rusos, lo hicieron los coreanos del sur. Donde hay industria, hubo reforma agraria. Es una condición. 

Si yo quiero industrializar a Colombia, si ese es un objetivo, tenemos que hacer una reforma agraria en el país. De esto se habla desde hace un siglo. Manuel Murillo Toro, fundador del Partido Liberal, lo dijo a mediados del Siglo XIX; lo intentaron con los bienes de la Iglesia. Allá se armó una guerra por eso. Lo planteó Rafael Uribe Uribe, lo trató de realizar desde una perspectiva -incluso- de derechas Alfonso López Pumarejo y casi le dan un golpe de Estado y lo sacaron del poder.

Y en la práctica, los defensores de la Reforma Agraria de López Pumarejo: Gabriel Turbay y Jorge Eliecer Gaitán, murieron; el uno de tristeza y el otro asesinado. Y lo que vino fue la Violencia y la guerra y no para hoy. 

La Reforma Agraria ha mostrado que el problema de Colombia es la tierra. Alguna vez hicimos un ejercicio, aquí como congresista, en una cosa de esas de conflicto de interés, discutiendo un tema agrario: ‘Levanten la mano los que son propietarios de tierra porque tienen que declararse impedidos’. ¡Pum! La mayoría del Congreso. Impedidos, la mayoría del Congreso.

El partido mayoritario del Congreso era el de los grandes propietarios de tierra. Eso ha cambiado hoy, pero así fue. Y entonces, la dificultad de tramitar a través de las leyes, la posibilidad de democratizar la tenencia de la tierra en Colombia durante un siglo nos ha llevado a la violencia; nos ha llevado al raquitismo del capitalismo, no se ha podido desarrollar el capitalismo en Colombia por no hacer la reforma agraria.

Si la reforma agraria se hiciera, se amplía el mercado interno, se libera la fuerza de trabajo de la tierra y, por tanto, se colocan las condiciones fundamentales de la industrialización. Pero no hemos sido capaces, en la historia, hemos matado a los líderes que lo plantean, no nosotros, los detentores de esa inequidad, la tenencia sobre la tierra en Colombia -con excepciones regionales, porque todo es diferente en cada región de Colombia-, es feudal, es premoderna, es anacrónica y es profundamente irracional tener miles de hectáreas sin producir una mata de yuca, mientras el pueblo se muere de hambre, mientras la humanidad tiene hambre. 

Eso no es posible en los tiempos de la crisis climática. En los tiempos de la crisis climática, la tierra fértil se reduce y la posibilidad de la seguridad alimentaria se desploma. Por eso, millones de africanos cruzan el Mediterráneo a riesgo de morir y por eso los esperan campos de concentración y fusiles dispuestos a dispararles.

Por eso el mundo está cambiando, por eso el fascismo crece en Europa. Sostener la seguridad alimentaria en nuestros países es fundamental y eso significa que hasta el último metro cuadrado de tierra fértil que podamos tener, debe ser utilizado en la producción de alimentos. 

¿Qué normas nos pueden garantizar eso? ¿qué podría hacer este Congreso en función de que -por primera vez en un siglo- propicie normativamente una reforma agraria en el país, como lo hizo Corea del Sur o como lo hicieron los Estados Unidos de Norteamérica y salir de nuestra premodernidad agraria? 

Tenemos unas cifras que quisiera transmitir de lo que nosotros hemos realizado en esta materia. --Presidente (del Congreso) usted me dirá el tiempo, porque usted sabe que yo puedo hablar cuatro horas--. Entonces ¿qué hemos hecho hasta el día de hoy? En alianza con (el presidente de Fedegan, José Félix) Laforie, incluso, hemos titulado tierra. 

Titular no es cambiar la posesión de la tierra. Ojo. Podemos equivocarnos y yo no quiero engañar a nadie: titular es reconocer la posesión que tenga alguien hoy sobre tierras. En ese tema -que tiene que ver con el punto uno del Acuerdo de Paz de las Farc con el Estado colombiano, se habló de titular siete millones de hectáreas. Ese es el acuerdo que el Congreso, pues el Congreso de la época, avaló y aprobó. 

Es un tratado internacional, el Acuerdo de Paz Farc-Gobierno Nacional de entonces. No es un papel, no es un decreto, tiene leyes, pero fundamentalmente es un tratado que nos hace responsables ante la comunidad internacional, a través de la Comisión de Seguridad de Naciones Unidas. Si lo cumplimos o no lo cumplimos. Pues bien, de esos siete millones de hectáreas, nosotros, este Gobierno, ha titulado un millón de hectáreas. 756.000 hectáreas han sido para los indígenas y 175.000 hectáreas para campesinos. 

El volumen de las hectáreas indígenas -para aquellas personas que decían que los indígenas entonces son terratenientes-, es en la selva; no es para producir, es para cuidar la Selva Amazónica. Se han entregado 7.945 hectáreas para comunidades negras. Lo que podríamos decir, que ayuda a la producción agraria, es la entrega, fundamentalmente, de las 175.000 hectáreas para campesinos que actualmente poseen esa tierra, pero que al tener un título pueden mejorar sus condiciones laborales productivas. 

Ustedes lograron modificar la Constitución de Colombia saldando una gran injusticia histórica y es que no aparecía la palabra ‘campesino’ o ‘campesina’ en la Constitución; y aprobaron el que hubiese un Estatuto de Derechos del campesinado en Colombia y apareciera el campesinado como sujeto de derechos en el país. Ese es uno de los grandes avances legislativos y se debe a ustedes. Lo hicieron en los meses pasados. 

En lo que tiene que ver con la Reforma Agraria, que es el cambio de tenencia de la tierra, que el punto uno del Acuerdo de Paz que dice que deben ser tres millones de hectáreas, tres. En todo el Gobierno anterior se transfirieron 13.000 hectáreas, durante los cuatro años. 

(El ex presidente Juan Manuel) Santos pues ni alcanzó, o sea que de tres millones de hectáreas por entregar iban 13.000 hasta que llegamos a mi Gobierno. Y en nuestro Gobierno, en el primer año, van 30.000 hectáreas entregadas, en un año. Si a mí me gustara congraciarme, simplemente comparándome con Duque, pues es fácil, pero eso no vale la pena. No es por ahí, porque nos engañamos. Porque 30.000 hectáreas en este semestre, digamos, 30.000 hectáreas es el uno por ciento del Acuerdo. La mayoría de estas hectáreas han sido compradas. 

Mi discusión, una vez en la preparación del Plan Nacional de Desarrollo es que, aún con el empeño del Gobierno y las actuales normas, estirando al máximo el tiempo -pues hemos puesto a trabajar a los funcionarios por 24 horas, en turnos, obviamente- no cumplimos el Acuerdo de Paz y si no cumplimos el Acuerdo de Paz, el mensaje que se le entrega a la sociedad rural de Colombia es que el camino es la violencia, como lo ha sido durante el último siglo. 

Yo no sé por qué pusieron la cifra de tres millones de hectáreas ni por qué el Congreso la aprobó, ni si hubo un debate de si se podía o no se podía, o si se debatieron las normas para hacerlo. No estaba yo aquí; en ese momento yo era Alcalde de Bogotá, pero ese es el Acuerdo y tiene la firma del Estado. 

¡Tres millones de hectáreas! Nosotros no hemos podido, sino entregar 30.000. El objetivo que propusimos para este año fueron 500.000 hectáreas, llevamos 30.000. Le dijimos a Lafaurie: ‘mire, dígale a los ganaderos extensivos, a esos de grandes haciendas, no al pequeño ganadero porque no tiene, sino a ese grandotote -y hay como dos o tres mil, en ganaderías extensivas sobre tierra fértil-, que es irracional, premoderno, que nos vendan la mitad de la tierra y que, en la otra mitad, les damos un crédito para sembrar árboles y que las vacas coman mirando para arriba, -que se puede, Lafaurie tiene una finca así- y entonces se hace mitigación de la crisis climática porque se arboriza la Costa Caribe, el Magdalena medio y, al mismo tiempo, con pastos de alta calidad, las vacas se vuelven más gordas, los toros se vuelven más gordos, el ganadero gana más. Y la otra mitad, véndanosla y se la entregamos al campesinado de Colombia para producir arroz o yuca, o frutas, o maíz, nutrición adicional’. 

Y por ese camino, más riqueza, más carne al ganadero, más leche al ganadero, más beneficio al medio ambiente y más justicia al campesinado. Y quizás por ahí podríamos llegar a cumplir el Primer Punto del Acuerdo de Paz. No estamos expropiando la tierra, estamos comprándola a precio comercial. Es más, estamos elevando el precio de la tierra, así es como vamos. 

Pero los resultados en cuanto a reforma agraria ameritan un debate. Lo dije públicamente en Zarzal, entregando una hacienda que fue de un mafioso y a la que se le había extinguido el dominio y podía entregarla al campesinado: ‘Todas las haciendas de la mafia que tengamos en nuestro poder por extinción de dominio no se están entregando ni a familiares ni a amigos políticos; se están entregando al campesinado de Colombia’. 

Pero no es suficiente. El debate es: ¿el Estado va a cumplir con su palabra? No es el Gobierno, ustedes, el Congreso, pusieron un límite de tiempo para la ejecución del Acuerdo de Paz con las Farc: 12 años, ya ha pasado tiempo. Doce años es este Gobierno y el próximo. Es decir, tenemos ocho, ya pasó un año, porque no hubo sino 13.000 hectáreas en el pasado Gobierno; luego, tres millones tendríamos que cumplir en dos Gobiernos. Éste tendría que cumplir, entonces, matemáticamente millón y medio de hectáreas, medio millón de hectáreas por año y sólo llevamos 30.000. 

Entonces, tenemos que debatir este asunto porque yo sí creo que el Estado debe cumplir el Acuerdo de Paz con la Farc o decir con franqueza, ‘este Estado incumple el Acuerdo de Paz con la Farc’. Lo tendrían que decir ustedes, podemos proponerlo, pero eso implica -en la historia de Colombia- un desastre, ustedes lo saben no creo que haya que analizar lo mucho que ello puede llegar a implicar. 

Yo les propongo, entonces, mirar el cambio de normas que permitan llegar a 500.000 hectáreas por año y cumplir -al final de ocho años- con la meta de los tres millones de hectáreas que el Estado colombiano se comprometió a entregar al campesinado de Colombia en tierras fértiles, lo cual nos produciría, indudablemente, el motor para industrializar a Colombia, que es el tema del que, en últimas, debe hablar la transición hacia una producción industrial. 

Poder industrializar a Colombia a partir de la industrialización de la producción agraria, en manos de los productores directos. Esa industrialización para la cual hay que asociar -como hacen en Canadá o Nueva Zelanda-, cooperativas de producción industrial en manos y en propiedad de los productores directos del maíz, del arroz, de la papa, de la yuca, etcétera. 

Estamos dispuestos a financiar esa industrialización. Hemos logrado algunos pequeños éxitos. Hemos atraído de nuevo el ensamblaje de automotores en Colombia. Queremos llevarlo hacia el automotor eléctrico. Renault y otras empresas han dicho que sí y han empezado a hacer las inversiones. Estamos apoyando la producción de paneles solares colombianos e introduciendo a Colombia en la industrialización de las energías limpias. Hemos logrado hablar de nuevo de poner una base industrial química a partir de la sal de Manaure. En los decretos de emergencia ese proceso quedará explícito. Hemos logrado ese tipo de éxitos, hasta ahora, por ejemplo, el acuerdo con Airbus Europeo para producir partes de naves aeronáuticas que ya están en implementación.

Son pequeños triunfos, pero en realidad aún no existe una política generalizada de industrialización en Colombia. Y este es un tema de la Justicia Social, porque la prosperidad depende del trabajo. Si un país produce más, es más rico. No es si un país trabaja más, y permítame adelantarme en una discusión: el trabajador colombiano, en promedio, trabaja más que cualquier trabajador o trabajadora de la OCDE, a excepción de Turquía. 

Sus jornadas de trabajo son las más extendidas: 60 horas a la semana. Es un trabajador sobreexplotado y sobreexplotada, pero bajo la vieja usanza del Capitalismo en el Siglo XIX, el de Charles Dickens, el que no existe ya: ‘extender la jornada de trabajo para ganar más’. Ese es un Capitalismo viejo, tardío y premoderno. Así no se hace el Capitalismo, así se lleva a los trabajadores hacia una nueva esclavitud. 

El Capitalismo de hoy implica lograr más producción por hora trabajada, diez veces más que en Colombia. Somos el último país en productividad de la OCDE, donde mientras el trabajador, es el que más trabaja por horas, es el país menos productivo de toda la comunidad de la OCDE. Paradoja ¿no? Viejo Capitalismo sobre-explotador. El Capitalismo de hoy disminuye las jornadas de trabajo. En Europa van para 35 horas laboradas a la semana, nosotros tenemos 60, en la realidad, no en la ley. 

¿Y cómo hace, entonces, el empresario para ganar? ¿y cómo la sociedad puede volverse más próspera, pues por vía productividad trabaja por hora y produce más en una hora un trabajador de Corea o de Japón o de Alemania que un trabajador de Colombia?  Al trabajador de Colombia lo llevan a 60 horas a la semana, al trabajador de Alemania a 35 horas a la semana. Y entonces ¿qué camino escoge Colombia?

Yo los invito a escoger el de la productividad ¿Cuáles son las bases de la productividad? La educación y la competencia. Educación y competencia. ¿Puede un país que tiene monopolizada su tierra fértil en manos de unos pocos tener competencia? ¿puede un país donde el desarrollo de la generación de la energía eléctrica está en manos de cinco personas tener competencia? ¿puede un país etcétera, etcétera? 

En todas las ramas de la producción, ustedes pueden examinar, y tenemos apenas dos o tres o cuatro grandes productores y entonces, no podemos tener competencia. ¿Puede un país, en el que la mitad de su juventud no llega a la educación superior, tener conocimiento? ¿puede un país donde el 70 % de quien entra a la escuela primaria no sale de la universidad, tener conocimiento? 

Si no hay competencia y no hay conocimiento, entonces, se produce esta baja productividad, que nos muestra como la peor de la OCDE. ¿No sería ahí donde tendríamos que actuar y no en sobreexplotar el trabajador? Segunda discusión que surge de aquí. Y voy a finalizar, Presidente, porque vamos a escuchar a la oposición aquí. Nunca un Presidente de la República ha escuchado a la oposición desde que se creó la figura.

Reducción de la Deforestación


Olvidaba un dato sobre la selva amazónica y es que logramos reducir la deforestación de la siguiente manera: comparando el año 2022 con el 2021 se redujo la deforestación en Colombia en un 29,1 % y sólo en la Amazonía se redujo en 36,4 %. Si examinamos, para aquellos que quieran sacar conclusiones políticas, el primer trimestre de este año comparado con el primer trimestre del año pasado en la selva amazónica, la deforestación disminuyó el 76%. 

Bien, hay un debate alrededor de este tema del empleo, que obviamente es parte de la política social y de la Justicia Social, que más o menos en medios de comunicación casi todos transmiten una tesis que dicen científica y no lo es, es ideológica. 

Durante muchos años se debatió la diferencia entre ciencia e ideología. No voy a repetir ese debate aquí, pero el debate concreto es que si los trabajadores tienen un ascenso en salario real, puede disminuir el empleo. Esa es la tesis, lo cual significa teóricamente, que el empleo depende del salario, en su oferta y en su demanda. La mayoría de los economistas no está de acuerdo con esa tesis, que sí es la mayoría de los medios de comunicación, porque hay un interés en que no se eleven los salarios reales en Colombia. 

¿Qué es lo que dicen la mayoría de los economistas, por lo menos los de la corriente de Keynes y los de la economía política clásica, fundadores de la economía? Es que la oferta de empleo no depende del salario y la demanda de empleo tampoco depende del salario. Salario puede explicar variaciones coyunturales, pero no más de eso. ¿De qué depende la oferta de empleo? De la capacidad productiva del país, de eso. ¿Queremos aumentar el empleo? Todos, creo, aquí dirían que sí. Pues si queremos aumentar el empleo tenemos que aumentar la capacidad productiva del país. 

Acabé de hablar de un tema del agro. Si se ofrece tierra, aumenta la capacidad productiva del país; si se ofrece crédito que está ligado a la tasa de interés, aumenta la capacidad productiva del país; si se ofrece educación generalizada aumenta la capacidad productiva del país. Estas son las variables que pueden permitir un incremento sustancial y permanente del empleo en Colombia. 

¿Y de qué depende la demanda? ¿De la tasa de nacimientos y la inmigración? Nada depende del salario realmente. Cuando nos transforman el tema en que el salario es el que determina tanto la demanda como la oferta, es porque hay un interés ideológico y económico real, y es que los trabajadores no puedan subir sus salarios reales, que es una pre-modernidad anacrónica. 

En medio de ese debate, entonces se ha dicho que el Gobierno no está proponiendo nada en términos de cómo aumentar el empleo. Equivocación. Nosotros estamos proponiendo cómo aumentar la capacidad productiva de Colombia en el agro con la reforma agraria, el incremento sustancial del crédito y, oigan ¡la baja de la tasa de interés del Banco Agrario, a la más baja de Colombia, incluso por debajo de lo que ha propuesto el Banco de la República!

¿Y cómo se aumenta la capacidad productiva en el mundo urbano? En la economía popular, que es la que tiene la mayor cantidad de puestos de trabajo en Colombia, la mayoría de los cuales están por debajo del salario mínimo, que es la pobreza en el país. Tradicionalmente se ha dicho que esa economía popular a la que le llaman ‘informal’ hay que perseguirla y acabarla, que el desarrollo consiste en formalizar. Es lo que se ha dicho. Nuestra propuesta es que hay que empoderar la economía popular, que es diferente. 

¿Cómo se empodera a la economía popular? Primero, privilegiando a las mujeres, que son fundamentales en esa economía. Segundo, dotándola de instrumentos para producir entre ellos el crédito popular. El sistema financiero colombiano no hace entrega de crédito popular, hasta hace muy poco, se concentra el crédito, se ‘oligopoliza’ el crédito y la economía popular no tiene sino que recurrir a fuentes de financiación ilegales y profundamente caras como el gota-gota de la mafia.

La política del Gobierno, precisamente para aumentar la capacidad productiva de la economía popular, es acabar el gota-gota a partir de democratizar el crédito en Colombia y ha utilizado su banca pública escasa y ha seducido a la banca privada -que está concertando con nosotros- a aumentar los volúmenes de crédito para la economía popular. Exitosa en el mundo agrario en este momento. Entre otras, es por eso por lo cual está cayendo el precio de los alimentos en el país. Si me lo permiten, la mejor manera de hacer crecer puestos de trabajo en Colombia y aumentar sus ingresos promedio, es dotando a la economía popular, rural y urbana de mayores capacidades de producción, es decir, empoderándola. 

Por eso la discusión sobre que si hacemos una reforma laboral basada en que los trabajadores tengan mayor estabilidad y mejores condiciones laborales conduce a que la disminución del empleo, es falsa. No se pudo argumentar en la discusión legislativa. El único proyecto del Gobierno que realmente se cayó -de todos los que hemos presentado en este Congreso- fue la Reforma Laboral y no se cayó por el debate argumental ni por votación, sino simplemente por razones de trámite premeditadamente forjados. 

En todo lo demás vamos bien. Así que tengo que agradecerles el trabajo común, el debate, porque siempre ha habido debate, el avance, muchas son ya leyes de la República y otras están en proceso. Sólo hemos tenido un problema. Y bien, en materia de política social vamos así, yo sí creo que estamos balbuceando aún, todavía no industrializamos, todavía no podemos hablar de que estamos transitando hacia una economía productiva. 

Nuestras estadísticas de empleo son buenas, todos los meses de este año han tenido más empleo que los meses del año pasado, hace un año. Pero se está debilitando el impulso. Ojo. Todos sabemos que el año pasado decían que las condiciones económicas de este año iban a ser difíciles y algunos decían ‘terribles’ en el mundo. Y lo fuimos viendo. La inflación que ha tenido Colombia empezó desde principios del 2021, la tasa mensual que es la que acelera cada vez era mayor desde el 2021 y alcanzó su máximo en diciembre del año pasado, diciembre, enero…

Tuvimos una inflación, por tanto, creciente: llegó hasta 13 puntos y pico. Cogiendo el indicador mensual del mes de diciembre, la inflación podría haber llegado a 25 % este año, si hubiera continuado así. Bueno, hoy la inflación mensual es 0,3. No daría sino para un 5 % de inflación anual. Es decir, ¡hemos vencido la inflación!

No hay que cantar victoria tan temprano porque todos sabemos que en la economía pasan cosas impredecibles, muchas veces. Esa inflación no era culpa de Duque, no podemos ser injustos con él, era el producto del post-COVID, de las circunstancias mundiales que destruyeron y congelaron una parte del capitalismo mundial y, posteriormente, de la guerra. Todo se agudizó: crecieron los precios de los alimentos y por esa vía al interior de los países se fue irrigando el crecimiento de los precios. 

Una investigación en Europa dice que la inflación se debe al aumento de las ganancias. Cualquiera que sea la causa mundial, lo cierto es que eso entró a Colombia, y no la esperábamos. No fueron causas internas, pero se asentó en Colombia. La política de este Gobierno ha permitido detener el proceso. Incluso, durante tres meses seguidos, el precio de los alimentos ha caído. Eso va en mejoramiento del nivel de vida de una parte de la población, la que gana salario, porque hicimos crecer el salario en el mes de diciembre, concertado con todos los gremios de la producción y los trabajadores, en 16% 

La inflación de este año se calcula, si todo va bien, en 9 puntos. Significa que el salario mínimo creció realmente seis puntos. Su capacidad de irrigación, entonces, nos debe traer como consecuencia un mejoramiento de una parte de la sociedad, porque la mitad de la sociedad no gana el salario mínimo y no gana salario, sino que tiene ingresos de rebusque y allí hay una gran incógnita sobre si esos ingresos han subido o han sido reducidos. 

Inversión histórica en salud y educación


Se ha hecho un esfuerzo en salud. Hemos pasado a tener en el presupuesto nacional, sumando la adición, $57 billones de pesos al año. Eso, en términos reales, es la cifra más alta que se ha obtenido en la historia de Colombia, salud y educación. Con mi énfasis en los presupuestos aprobados por ustedes, porque me acompañaron en ese concepto, no lo negaron, y fundamentalmente en la adición presupuestal que se acaba de aprobar. 

En salud se ha hecho una inversión en este momento de $600.000 millones de pesos en infraestructura hospitalaria pública, en puestos de salud, en diversos lugares del país. Esos lugares alcanzan a 29 departamentos y 99 municipios. Aún es pequeña para la enorme deuda que se tiene con la salud en Colombia, que es billonaria a partir del proceso de intermediación de sus recursos, que ustedes hoy están discutiendo precisamente en un proyecto de ley en este Congreso. 

$600.000 millones es casi nada comparado con $23 billones de pesos, mal contados -porque en el Ministerio de Salud no hay economistas- y entonces traen la deuda a pesos corrientes, y no la traen a pesos de hoy. He pedido ese favor y todavía no tengo respuesta, porque no es lo mismo una deuda de un billón de pesos en el año 2000, y entonces hoy dicen, ‘no es que la deuda es un billón, no señor, ese billón hoy vale mucho más, la deuda con la red hospitalaria acumulada a través de todo este ejercicio de la Ley 100, no ha sido traída a valor presente, las cifras que discuten, unas mayores que otras, ninguna ha sido traída a valor presente de este año, para saber la magnitud real de lo que ha acontecido con el déficit y la deuda que se tiene con quienes realmente prestan el servicio de salud, que es la clínica, el hospital, público o privado.

En educación, nosotros queremos 500.000 cupos nuevos, adicionales de educación superior en Colombia. Vamos a cumplir con 50.000 este año. Hasta ahora comenzó el programa, nos lo demoraron un año. Tiene, y se llama Universidad al Territorio, que implementaron una gran infraestructura de sedes universitarias en todo el país y hemos privilegiado los territorios más excluidos de Colombia. 

Y finalmente, para no alargarme más, esto de construir dos pilares: la Justicia Social y la Justicia Ambiental, no solamente es para tener una frase bonita que se llame Potencia Mundial de la Vida, es para tener Paz. La paz no es una negociación entre grupos armados, la paz es un Acuerdo Nacional de toda la sociedad. 

En materia de paz, indudablemente, nosotros hemos tomado iniciativas discutibles. Yo admito las discusiones y la crítica. Nadie tiene la verdad de cómo hacer la paz en Colombia. El país ha avanzado y ha retrocedido durante décadas. Hemos hecho el proceso de paz con el ELN y avanza. Hoy hay un cese al fuego en todo el país con el Ejército de Liberación Nacional. Eso ha traído como resultado una disminución sustancial, comparando el número de bajas del Ejército y de la Policía de este año, respecto al año pasado del 60 % y del 55 %. ¡Aplausos! 

Alguna vez, no hace mucho, hace unos años, un Congreso de la República, -no estaba yo allí presente-, escuchó estas mismas frases de los gobernantes de entonces. que un Acuerdo de Paz había hecho desplomar las estadísticas de muerte de la Fuerza Pública. Incluso, hablaban en aquel entonces de cómo el Hospital Militar estaba desocupado. Eso varió, lamentablemente. Yo lo discutí políticamente en este Congreso, ¿por qué? Habiendo llegado a ese momento excepcional en la historia de Colombia, realmente nos habíamos devuelto y otra vez el Hospital Militar estaba lleno. No voy a repetir esa discusión del retroceso de Colombia en materia de la paz, pero lo cierto es que en cifras ha caído la muerte de soldados y policías sustancialmente en Colombia si lo comparamos con hace un año. Eso es bueno. Obvio que es bueno. Son vidas de jóvenes que de otra manera quizás estaríamos enterrando.

Claro, puede esconder una transición de la violencia en Colombia hacia otros lugares y espacios. Y es un poco lo que he discutido al interior del Gobierno y por fuera: que se está acabando la guerra entre Estado e insurgencia, que es la que produce las bajas. No, no soy mentiroso, se está acabando. Podemos decir, ojalá lo pueda decir, que la guerra entre la insurgencia y el Estado colombiano que comenzó, quizás en 1948, un 9 de abril, ha llegado a su final, así como llegó a su final en un periodo anterior, la guerra entre liberales y conservadores.

Alguien, algún Congreso de ese entonces, quizás se paró y dijo: ¿qué la guerra entre liberales y conservadores ha finalizado? ¡Mentiroso! ¡No finalizó! Pero se transformó la violencia en otra violencia. La violencia entre liberales y conservadores, que mató congresistas en este recinto. Hubo un episodio de ese tamaño donde salieron los revólveres y se disparaban entre las bancadas. Esa guerra finalizó, pero se transformó en otra violencia: en la violencia de la insurgencia. Una parte de ese campesinado liberal se volvió insurgente, socialmente, políticamente y comenzó la etapa que está terminando ahora. 

Sin embargo, estamos transitando a otra violencia, hacia una tercera fase de la violencia. Algún congresista de ustedes, ojalá en los próximos meses, podrá decir, -como alguno lo dijo en el pasado-: ‘se acabó la guerra entre liberales y conservadores’, ‘se acabó la guerra entre la insurgencia y el Estado’. Por eso disminuyen las bajas del Ejército y de la Policía. Pero la violencia que viene de otro tipo, la que ya está en el territorio colombiano, la violencia del siglo XXI, la que se ve en el mundo, en África, en el Medio Oriente, en nuestra Centroamérica, es la violencia por la codicia y la riqueza, por las rentas. Es la guerra por las economías ilícitas. Los actores son diferentes. 

Así -recuerden y tengan ecos de pasado- como la anterior fase de la violencia tenía ecos de la época de los liberales y los conservadores, pero esta es diferente, esta tiene que ver con un control territorial y de riqueza, no con la toma del poder, que era la de la fase de la insurgencia y el Estado. 

Los violentos de ahora no están pensando en llegar a tomarse este recinto, si quizás a través de las elecciones, con sus dineros ilícitos. Es la de un control territorial y sobre la población, la que usa el terror y la barbarie para controlar la riqueza ilícita. Es la de la cocaína, es la del oro ilegal, es la de la trata de las mujeres, es la del éxodo a través del Darién, es el de la captura, incluso, de los cupos de contratación del poder local en el territorio, del poder nacional cuando se territorializa. 

Son ejércitos privados, son bandas armadas, no luchan contra el Ejército ni la Policía, ni tienen bandera política. Su bandera es controlar la riqueza, la extorsión generalizada, el oro, la cocaína, la mujer, la esclavitud moderna, el éxodo... 

El mercado de la cocaína y de las drogas está cambiando hoy, señores y señoras. Aunque no se ha hecho público, y temo una infidencia, la conversación con los Estados Unidos ya trata el tema. Ya ha detenido el crecimiento del cultivo de la hoja de coca. Fue marginal el año pasado respecto al antepasado, creció un poquito, pero empezó a bajar la cima. Por una razón fundamental: han disminuido los envíos de cocaína a los Estados Unidos de Norteamérica. Lamentablemente no es para aplaudir porque aparece otro desastre en el horizonte.

Han disminuido los envíos de cocaína de Colombia hacia los Estados Unidos, y como no hay estímulo para crecer los cultivos de hoja de coca por eso en regiones cocaleras hay hambre. Se ha desplazado la geografía de la hoja de coca. La región cocainera más grande por exportaciones del mundo ya no es Tumaco, ya no es el Pacífico, es la frontera de Colombia con Ecuador, en el Putumayo. 

Es por eso que no tuvimos 100 % de reforestación porque el Putumayo tuvo deforestación en la frontera. Y cuando los cultivos de hoja de coca se colocan en la frontera amazónica entre Colombia y el Ecuador, por el Putumayo, es que no van al mar, quizás por el Ecuador, donde la violencia es más alta que en Colombia hoy, quizás por el Brasil buscando otras rutas. 

La geografía del mercado de las drogas varió porque el consumo en los Estados Unidos cambió de estructura, de mal en peor. De la cocaína pasó al fentanilo. La cocaína mataba a tres mil estadounidenses por sobredosis, anualmente. El fentanilo está matando a cien mil. El fentanilo es un opioide químico, hecho en la China y en Estados Unidos mismo, que se vendía legalmente por la industria farmacéutica y que es 50 veces más adictivo que la heroína y que, en pequeñísimas cantidades, mata por sobredosis. Por eso mueren cien mil personas. 

La cocaína va ahora hacia otro lado. Va hacia Europa y hacia el Japón y la China y no va como cocaína, va como pasta de coca, porque los laboratorios de cocaína ahora ya no se están colocando en el Amazonas, o en el Caquetá, o en el Guaviare, o en el nordeste antioqueño, sino que se están poniendo en España, en Bélgica, en Holanda, en Japón… Está cambiando el mundo. Posiblemente, es mi opinión, el mundo de la drogadicción está peor, porque mueren las personas como zombies.

Las drogas van variando como va variando la fase de la sociedad. Del alcohol, del tabaco y de la marihuana de la época de la juventud de rebeldes, se pasó a la cocaína del neoliberalismo, de la competencia. Pero el mundo de hoy está mirando la muerte. El mundo de la extinción quiere una droga que no es ya ni la marihuana, ni el alcohol, ni el tabaco, ni la cocaína, es el fentanilo. Muy seguramente el fentanilo entrará en Europa, ojalá no, y desplazará el mercado de la cocaína europeo. Quizás, eso es lo que se llaman ahora ‘beneficios colaterales’.

Quizás, en un tiempo Colombia ya no pertenezca más a las cadenas del narcotráfico, pero el narcotráfico mundial será peor, porque lo que tendremos es unos consumidores que no están pensando en fiesta, que no están pensando en alegrías o en sexo, están pensando en escaparse de la vida. Es el cambio entre marihuana y cocaína y fentanilo. Y esta nueva realidad pues va a tener implicaciones en nuestra propia guerra. Para mí, a pesar de lo dramático, es muy marginal el tema del fentanilo en Colombia, por lo menos hasta nuestras investigaciones actuales, Colombia no parece tener capacidad competitiva en el fentanilo y entonces se nos abre una ventana de oportunidad para hacer la paz en Colombia, la paz de la tercera fase, que ya no es convocar a quienes querían tomarse el poder a hablar sobre la política y el poder -porque sobre qué va a hablar-, sino que es convocar al que quería enriquecerse eternamente en algo que ya no tiene futuro, para deshacer los negocios y para empezar a construir una sociedad que sustituya esa economía ilícita por una economía lícita, lo cual significa una visión que permita pensar en la prosperidad del territorio excluido.

Si el territorio excluido no prospera, tendremos nuevas condiciones de violencia, no sé en qué aspectos en el inmediato futuro, pero hay unas posibilidades de paz que yo quiero que con ustedes podamos intentar aprovechar sin que tenga mucha certeza para poder disminuir sustancialmente la violencia en Colombia, en lo que hemos llamado como concepto la ‘Paz Total’. 

La ‘Paz Total’, por tanto, implica un territorio incluido, una sociedad incluida, una disminución sustancial de la desigualdad social, una sociedad donde la juventud toda pueda sentir que tiene un futuro el muchacho y la muchacha, el negro, el indígena, el que vive allá en Córdoba, en Sucre, o en La Guajira, o en el Chocó, o en el litoral Pacífico, o en Leticia, o en el Barrio Popular de Bogotá, allá en Usme o Bosa. 

Unas condiciones mayores de equidad social nos pueden llevar a la paz. Allí hay una ventana de oportunidad. Yo creo que es el momento de la Reforma Social. Es el momento, y sabemos que no lo vamos a conseguir de la noche a la mañana, que esta sociedad sea más igualitaria. Por tanto, es el momento de un Acuerdo Nacional. 

Cuando uno pronuncia estas palabras se sabe que todos estamos de acuerdo, porque suena bonito el diálogo nacional que debe ser seguido de un Acuerdo Nacional. Ya tuvimos una experiencia histórica: la Asamblea Constituyente del 91.

Sabemos que se puede hacer. Lo hemos hecho varias veces. Pero ¿qué piensa cada uno de nosotros sobre qué es un Acuerdo Nacional? Si nos pusiéramos a pensar en ello, encontraríamos que cada uno tiene una idea diferente. ¿Un Acuerdo Nacional es mantener las cosas como están? ¿un Acuerdo Nacional es volver al pasado? ¿un Acuerdo Nacional es pensar en una gran Nación democrática y prospera? ¿cómo se consigue eso? 

Un Acuerdo Nacional es permitirnos una sociedad más justa. Yo creo que un Acuerdo Nacional versa alrededor de tener una sociedad más justa y más productiva. Y que es el camino de la paz y que es el país de una gran Colombia. Para volver a repetir el concepto, podemos hacerlo entre las diferencias y las diversidades sociales, económicas y políticas. 

Yo invitaría a quienes hasta ahora han dirigido el país, social, económica, cultural y políticamente, a convencerse que es un momento de ceder; que precisamente para aprovechar la oportunidad que la vida del mundo nos está arrojando en términos de desarticularnos de la mafia, del narcotráfico y de las economías ilícitas, es el momento de ceder para construir un país más equitativo en el mundo laboral, en el mundo productivo, en las distribuciones del presupuesto público hacia la educación, la salud, etcétera, que aquí tanto se ha discutido.

Enfocarnos hacia el territorio que hoy aguanta hambre y exclusión de siglos, hacia las viejas tierras de la esclavitud y de los herederos de la esclavitud, hacia la juventud colombiana -que algunos llegaron a llamar de terrorista-, hacia esa juventud a la que hay que abrirle las puertas. Un Acuerdo Nacional no es que ceda el pobre, no es que se arrodille el que no tiene, no es que se llene de temor la que siempre ha sido excluida. Si queremos un cambio hacia adelante no consiste en eso, no consiste en cómo se mantiene bajo control la sociedad sin democracia, sino que consiste en más democracia, más. 

Consiste en que esos que no han tenido nada y que han sido por siglos excluidos puedan ser hoy incluidos en el poder de la decisión, en el poder de la economía, en la posibilidad de la prosperidad. No es retórica. Es con sistemas de salud, de educación, con una agenda de proyectos. 

Está a su discusión y tienen que ver con esta materia. Un Acuerdo Nacional afuera, en Colombia, sí, en la sociedad. Y un Acuerdo que pasa por el Congreso de la República, no lo excluye.  El Congreso de la República es la expresión condensada, puede serlo, del Acuerdo Nacional, que se tramita aquí a través de la Ley y de la Reforma de la Ley. Esas reformas tienen que ver con la salud, tiene que ser sobre el mundo laboral y las pensiones, como hasta ahora viene, pero que ahora tendrá que ver también con los servicios públicos, con la minería, con la educación y seguro que tendremos muchísimos temas más. 

Yo convocaría al país al Acuerdo Nacional en esos términos, a hacer realidad la paz, a acabar la fase de la guerra, de la insurgencia con el Estado y a no dejar prosperar la Tercera Violencia que ya viene, que ya está, el de las economías ilícitas y las bandas armadas pululando por todas partes; a no permitirle que crezca a través de este Acuerdo Nacional de Justicia Social y Justicia Ambiental que puede condensarse en el Congreso de la República, alrededor de las reformas que Colombia necesita. Colombia Potencia Mundial de la Vida es eso. 

El Congreso de la República queda, entonces, instalado.

Gracias, muy amables”.

(Fin/bur/casr)