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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la posesión de los Embajadores de Colombia en la OEA, ONU, Argentina, Uruguay, Guatemala y Nicaragua

Foto: Presidencia de la República

Posesión de Embajadores de Colombia en el exterior
Bogotá, 13 de septiembre de 2022.

Bueno, parten ustedes del país. 

Aquí cumplimos el aumento de la cuota que los funcionarios de carrera administrativa, diplomática, deben tener en el servicio exterior colombiano, con los embajadores aquí presentes y, algunas embajadas un tanto delicadas, obviamente de mayor connotación política. 

Nuestra representación en la OEA (Organización de Estados Americanos), por parte de una persona que no solamente experta en derecho constitucional colombiano, como que fue Presidente de la Corte Constitucional (Luis Ernesto Vargas Silva), sino miembro del Sistema Iberoamericano de Derechos Humanos, en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de Washington, que en mi opinión hay que fortalecer. 

El Sistema Interamericano de Derechos Humanos es además lo que me tiene aquí de presidente. Si no es por ese sistema, me hubiera arrasado el anterior Embajador de Colombia ante la OEA, que hoy reemplazamos.

Pero, digamos, protegió unos derechos fundamentales en mi caso particular, pero centenares de personas en Colombia han recibido esa protección. Gente a punto de morir, de ser asesinada, etcétera. 

La Convención Americana –y este ha sido un largo debate del cual me ha tocado ser protagonista como víctima y como demandante, y después beneficiario de una sentencia, ya famosa mundialmente; se conoce con mi nombre, expedida por la Corte Interamericana–, muestra un camino que, en mi opinión, debe ser un eje de nuestra política internacional. 

La Convención Americana fue hecha por allá en el año 72, preparada seguramente desde el comienzo de los 70, en el 69, 68, en un momento histórico de América Latina, de América en general, en donde, más o menos, lo que se quería construir era un tipo de democracias liberales con una dirigencia liberal –así no se llamaran–, de presidentes y de líderes de Chile, de Venezuela, de Colombia. Ahí estaba Carlos Lleras Restrepo y estuvo Misael Pastrana en ese esfuerzo; de muchos dirigentes peruanos, etcétera, que prescribieron unos principios fundamentales democráticos que vendrían a der una especie de constitución americana. Derechos fundamentales, les decimos ahora.

Inmediatamente se firma la Convención Americana de Derechos Humanos, vienen los golpes de estado. Muchos de los firmantes tuvieron que salir corriendo. Uruguay, Argentina, Chile, Brasil, todo el mapa de América Latina se fue llenando de dictaduras. 

A partir del 11 de septiembre –no hace mucho, conmemoramos– de 1973, un poco antes Uruguay; (Augusto) Pinochet, que aún vive en América Latina. Y ahí se inició una destrucción democrática. 

La reacción fue las armas. Ante el asesinato, entre comillas, de la elección popular de Salvador Allende, del liderazgo, de miles de personas que trabajaron con Allende, líderes populares, trabajadores, trabajadoras, miles de desaparecidos; después la muerte de Salvador Allende mismo, de Víctor Jara, el mensaje de América Latina es no es posible un cambio pacífico vía electoral.

Quiénes aplauden, aun hoy desconociendo esos días, están olvidando el mensaje central de la dictadura de Pinochet: no se puede cambiar ningún país pacíficamente.

Y el mensaje fue respondido. Y entonces, al lado de las dictaduras fueron apareciendo las revoluciones armadas. Centroamérica, Colombia, Chiapas, quizás la última, el sur de México.

Y entonces el mapa se llenó de dictaduras y de insurgencias armadas.

Colombia mezcló ambas y la Convención Americana fue a parar al sueño de los justos, olvidada. 

Y pasaron 30 años y en 1998 volvió a intentarse la idea de cambiar los países de América Latina pacíficamente y apareció lo que llaman ‘la primavera latinoamericana’, que aún no termina y del cual hoy nosotros aquí, en este salón, somos un ejemplo. Interesante.

Me tocó ir a la posesión de (Gabriel) Boric (Presidente de Chile) y entrar al Palacio de la Moneda y abrazarnos los dos ahí. El mismo que había sido bombardeado.

Son, digamos, hitos históricos que uno no puede pasar por alto. 

Entonces esa Convención Americana que se olvidó durante 30 años hoy está vigente. Hoy me defendió y defendió a miles y miles de latinoamericanos.

Le pedí el Presidente (de Venezuela, Nicolás) Maduro que reingresara al Sistema Interamericano Derechos Humanos, hay que pedirle a Nicaragua que reingrese al sistema interamericano de Derechos Humanos.

Son decisiones de ellos, obvio. No son nuestras, no las podemos imponer, pero yo creo que la constitución democrática de América debe prevalecer, porque al final, ganen derechas, ganen izquierdas o como se llamen, en el nuevo espectro político lo que debe prevalecer, para protección de unos y de otros, es que los derechos fundamentales se respetan. Los derechos de fundamentales de una democracia liberal, y de una democracia cada vez más rica que se construye en América Latina a través de su diversidad étnica, sus raíces, que no son del todo europeas, pero lo son; que no son del todo latinas, pero lo son; que son también anglo, que son afro, que no tienen nada que ver con los latinos. 

La gran confederación de pueblos afros de toda América, desde Alaska hasta la Patagonia, que tiene que ver con la raíz ancestral anterior a latinos y afros, incluso, que son los pueblos precolombinos.

Nuestra América que demanda que esa Convención Americana, como mínimo, debe ser respetada y acatada por todas y por todos.

Entonces es la OEA, que se ha dedicado excluir países, a dividir América, cuando debería ser el integrador de América por encima de la diversidad ideológica y esa es tarea que le recomiendo, debería hacerse dos tareas: que la OEA sea centro diverso y plural y que el Sistema Interamericano de Derechos Humanos se fortalezca.

Bueno, usted es experto en eso. Sabrá cómo hacerlo allá.

La Embajadora y Representante Permanente de Colombia ante la ONU, Leonor Zalabata, indígena del centro del mundo; del corazón del mundo es que se dice, ¿cierto? 

Y que conmemoramos 15 años hoy, precisamente, de la expedición de los derechos de los pueblos indígenas como un tratado internacional. 

Hoy, a partir de hoy, te vas a reunir con centenares de naciones en toda la diversidad cultural étnica humana. 

En ese sentido, no es una gran conmoción que llegues, porque eres otro pueblo más de la diversidad mundial, del gran arco iris. 

Pero para nosotros es fundamental, porque como Embajadora y Representante Permanente de Colombia ante la ONU, representas la raíz de Colombia, la raíz ancestral, la voz de los pueblos originarios, verdaderos dueños de este país desde antes de que el primer español pisara estas tierras. 

Que quizás no era ni español, porque siendo tropa, quizás era marroquí, árabe. 

Esa representación en manos de los pueblos indígenas me parece fundamental para los pueblos del mundo. 

Representas aquí blancos, representas afros, representas mulatos, mestizos, todos los colores, todas las sangres reunidas en nuestras venas, pero fundamentalmente representas nuestra raíz ancestral, lo que nos hace diferentes a los europeos, lo que nos hace diferente a los anglosajones, lo que nos hace diferentes a los latinos, que son europeos; lo que nos hace diferentes, incluso a los afros, lo que había atrás, antes de. 

Y esa raíz ancestral es la que tiene la voz ante los pueblos del mundo para hablar de derechos humanos, para hablar de la paz, para convocar al mundo en contra de nuestra propia guerra y nuestra propia violencia. Para convocar al mundo –y en eso debemos liderar– para luchar contra la crisis climática. 

Ya tu sabes de las tierras inundadas en el Caribe. Un año los campesinos de La Mojana en tierras donde, si están secas, están las vacas, y si están inundadas, están los seres humanos. Con lo que puede pasar en toda la zona del Canal del Dique, con lo que está pasando en el San Jorge y el Sinú, que se va a extender hacia las tierras del sur del Atlántico y del Magdalena, del Cesar, y de la mismísima Guajira.  

Y desde ese centro, corazón del mundo, que es la Sierra Nevada, pues parte de esos valles chéveres, bonitos, hermosos, desde esos pueblos de la Sierra, a representarnos en Nueva York.  

Quizás dejamos con la boca abierta a un poco de gentes que piensan que esos cargos son para los viejos descendientes de los esclavistas. Ahora es para los descendientes de los esclavos y de los siervos a los que condujeron a la fuerza a ese tipo de Estado. 

Entonces nos vas a representar bien, Leonor, y con sabiduría. A convocar al mundo a luchar contra su mayor problema, que es producto de entender el desarrollo matando la naturaleza: de la crisis climática. 

Ahora la crisis climática nos puede matar a todos nosotros. Es como una devolución de la naturaleza del planeta. De Gaya, dice una filósofa, la venganza de gaya sobre nosotros acabar, pero se trata es de reequilibrarnos con el planeta, reequilibrarnos con la vida para sobrevivir en el planeta.

Y los pueblos indígenas de América sí que saben enseñar eso. Les pueden enseñar a los premios nobel de economía eso, led pueden enseñar a quienes han salido de Harvard y de MIT y de las mejores universidades europeas cómo es equilibrarse con la naturaleza. 

Lo que no aprendieron hacer ellos, lo podemos enseñar nosotros, para que la humanidad puedas vivir en el planeta. 

Así que mira el trabajo que tienes por delante.

El tema Nicaragua. Tenemos un desastre.

Toda esta escuela de abogados ligados al poder en Bogotá fracaso; fracasó estúpidamente. 

No puedo hablar mucho al respecto, pero, construir una estrategia bogotana para defender nuestro derecho marítimo alrededor de San Andrés y Providencia, que no es bogotana, que es raizal, que tiene que ver con otras culturas, derecho que ahí nace es por otras razones diferentes a nuestra presencia bogotana, que tiene que ver con uno de los mayores desastres de la humanidad, que es la esclavitud.

La traída forzada de pueblos afros a las islas antillanas. Su vinculación con los pueblos anglosajones para quebrar el monopolio español, que funda una realidad cultural diferente a la de Bogotá, que llamamos nosotros raizales, pero que es el pueblo afro anglófono en las Antillas americanas, de las cuales, San Andrés hace parte, como Jamaica, como la Costa Mosquitia nicaragüense, como Costa Rica en su costa pacífica, como Trinidad y Tobago, como varias islas y que no se le ha dado el estatus cultural que merecen, que no pasa por romper soberanías nacionales, pero, pasa por que se reconozca la existencia cultural de un pueblo afro anglófono en las Antillas, de las cuales hace parte San Andrés y Providencia.

Eso hay que dialogarlo ahora. La orden del tribunal de La Haya por la estupidez de la defensa bogotana, que desconoció ese tema, que no fue capaz de poner un abogado raizal, porque, acostumbrados a los grandes contratos, tenían que ser bogotanos; que no fue capaz de mirar la historia, que no fue capaz de mirar la cultura, que no fue capaz de mirar la diversidad, como aquí nosotros sí estamos reconociendo, nos llevó a la última derrota en términos de pérdida de soberanía.

Ahora tenemos que dialogar con Nicaragua. Lo ordena el tribunal y hay que iniciar el diálogo. Restituir los derechos del pueblo raizal sobre el mar: derechos de pesca, derechos de tránsito, derechos de comunicación libre; ojalá, la Confederación de pueblos afro anglófonos.

Ojalá el pueblo san andresano, sin límite, pueda llegar a la Costa Mosquitia, y el pueblo de la Costa Mosquitia llegar, sin límite, a San Andrés, como un libre fluir de los seres humanos de la misma etnia, de la misma cultura, de la misma lengua, de la misma hermandad de sus lazos familiares.

Igual que se rompió el círculo sanguíneo de familias que fueron quebrantadas por cerrar la frontera entre Colombia y Venezuela, desconociendo que venezolanos allá y colombianos acá de la frontera, son familiares entre sí. 

Como el caso Wayuu son una misma Nación; como en el caso poco dicho por la prensa de San Andrés y la Costa Mosquitia y Jamaica y Trinidad y Tobago y Belice y la Costa Pacífica costarricense, ahí hay lazos familiares, de siglos, que están cortados por una estupidez diplomática, jurídica, que no se supo asumir. 

Esos lazos tienen que reconstruirse y el diálogo es lo que puede ahora lograrlos. 

Así que esa es una función suya, después del desastre que los gobiernos pasados han presentado a la nación colombiana en ese tema. 

Bueno, la carrera diplomática aquí la estamos respetando. Pues cada vez hay que ampliarla más y más, como todas las sociedades lo hacen, digamos, las naciones importantes. 

Entonces tendremos más y más cónsules y embajadores de la carrera diplomática.

Y he pedido que los cónsules que ahora surgen, que son varios, son como 16 o algo así, en Venezuela, que sean de carrera. Quizás, una wayuu debería estar en Maracaibo. 

Pero, en general, todos esos espacios sean llenados por cónsules y cónsules femeninas, embajadores y embajadoras, de carrera. 

Entonces ustedes son una parte de ese esfuerzo. Así que ya es descubierto que hay una serie de conocimientos acumulados perdidos; que el gobierno de Colombia, por estar nombrando los hijos de la gente privilegiada de esta sociedad, lo está perdiendo, porque no se aprovechan esos conocimientos, esos estudios, en el servicio exterior colombiano, copado por gente que no tiene ningún mérito para estar ahí.

Bueno, gracias. Muy amables por su presencia.

Entonces, buen viento y buena mar.

(Fin/gta) 

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