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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en el encuentro con la comunidad colombiana en París

Foto: Juan Diego Cano - Presidencia

Presidente Petro intervino ante colombianos y colombianos residentes en París en la Universidad Sorbonne Nouvelle de esta ciudad

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​París, 23 de junio de 2023.


Bueno, señores y señoras, amigos y amigas colombianos y colombianas, colombianos residentes en la República Francesa.

Embajadores del cuerpo diplomático y funcionarios de la Embajada de Colombia ante la República de Francia, que nos acompañan aquí.

Agregados de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional.

Directivos de la Universidad Sorbonne Nouvelle; Presidente de la Universidad Sorbonne Nouvelle, Daniel Mouchard.

Directora del Instituto de Altos Estudios Latinoamericanos, Denise Maerker; profesora e investigadora del Instituto de Altos Estudios Latinoamericanos Mathilde Allain, autora del libro que me ha regalado sobre las luchas campesinas en Colombia.

Ministra y funcionarios del Gobierno Nacional; medios de comunicación y, en general, a todas y todos quienes nos acompañan.

Aquí dividiremos esta exposición en dos partes, una parte va para el pueblo colombiano que está en Colombia y otra para el pueblo colombiano que está en Francia.

Trataré de mezclar esos dos públicos, sabiendo que hay un hilo conductor, hay unas ondas en la historia, en la cultura que vinculan. No importa cuántos años alguien se haya alejado de Colombia, cuánta nostalgia, cuánta soledad muchas veces, cuántos derechos vulnerados que los son aquí y allá; las realidades del mundo colombiano y las realidades del mundo contemporáneo, que en muchas partes se tocan y se influyen.

Estamos viviendo unas circunstancias de atención en Colombia que es pertinente que las dialoguemos, que las pensemos, que actuemos. Pensar y actuar se vuelven cada vez más indispensables en su articulación, no solo el pensar, no solo el actuar.

El actuar sin el pensar es como manejar un carro a alta velocidad sin luces en la noche y el pensar sin actuar, hace mucho se dijo aquello, es prácticamente volverse ineficaz, no participar de la posibilidad de una transformación del país y del mundo. Y esta época de nuevo clama por transformar el mundo. Si no transformamos el mundo, simplemente desaparecemos del planeta.

Cambio y vida se volvieron sinónimos, no solo en Colombia, sino en todo el planeta tierra. Vengo de una reunión de presidentes, una puesta en escena del Presidente (francés, Emmanuel) Macron.

Por sus necesidades políticas internas, externas, una geopolítica alrededor del problema de si la humanidad sobrevive o no; muchísimos presidentes africanos, árabes, solo estábamos tres países de América Latina: Cuba, Brasil y Colombia, en una discusión que no ha sido profundamente latinoamericana.

Estaba allí la China, estaba el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Bank of America la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos, el Banco Central Europeo, etcétera.

Una parte del poder mundial, asombrado en una lógica discursiva que ya lleva dos décadas o más alrededor de cómo solucionar el problema que el capital mismo produjo; le llamo el ‘Frankenstein real’, que es la crisis climática, que día a día es peor.

Ya Uruguay acaba de decretar el estado de emergencia por la sequía, la ha sufrido Argentina prácticamente, ha destruido su economía. Nosotros vamos para allá. En otras partes del mundo se vive de otras maneras. Todos sabemos que la realidad de la crisis climática está aquí, avanza, se profundiza y tiene un componente potencial de destrucción de la vida que debería asombrarnos ya a miles de millones de personas, a toda la humanidad pero que, por efecto del desconocimiento, de relegar el problema, de hacer que las guerras vayan ocultando el verdadero problema de la humanidad, que los conflictos del hoy tapen el verdadero conflicto que es el que enfrenta el capital y el afán de la ganancia con la vida misma de todos y todas nosotros, nosotras, de nuestros hijos, de nuestros nietos, de todos los pueblos del mundo, habiten en el norte, habiten en el sur.

Esta es la discusión política real que la humanidad enfrenta. Prácticamente toda política nacional, coyuntural, cotidiana, queda atravesada por estas circunstancias que van acercando al ser humano a algo que nunca antes había vivido, experimentado, no sabemos qué sucede con la humanidad cuando se acerca un momento así porque nunca había sucedido el momento de aproximarse a la extinción como especie.

No la muerte de cada uno, que todos lo sabemos, llegará, sino la muerte de todos y de todas y no solamente de la especie humana, sino más allá del conjunto de la vida en el planeta; planeta seguirá indudablemente, pero sin nosotros, sin la vida, el omnicidio le llaman.

Creo es una palabra nueva pero bien puesta, omni: todo; omnicidio: el asesinato de todo lo vivo. Ni el genocidio de Hitler llega a ese punto. Por eso hablar de 1933, hablar del fascismo mundial, de su ascenso, que es el reflejo de un ascenso de la irracionalidad desde el punto de vista conceptual, de la sin razón, hablando aquí en París y, sobre todo en esta universidad, de lo contrario que se propuso en la revolución, que fue tan paralela a la europea, la francesa, a la nuestra latinoamericana y a la norteamericana.

Una vanguardia, creo yo, una vanguardia de la humanidad hace dos siglos, en la cual estaban jóvenes como ustedes, latinoamericanos, latinoamericanas, allí, en la construcción de la idea democrática, en la construcción de la idea de libertad, en la construcción de la idea de fraternidad.

No fueron sólo los franceses, quizás les leímos los libros a la luz de las velas y tradujimos con diccionario y mal francés sus tesis, pero en realidad fueron tres generaciones de jóvenes: una europea, una norteamericana y una latinoamericana, las que iniciaron un proyecto, después cada cual cogió su camino, pero el proyecto tenía una base común, el proyecto democrático, el proyecto libertario, la idea de la justicia social y la igualdad.

Muy rápidamente se rompió porque sobre la tesis de la igualdad había esclavitud. Qué paradoja. Franceses, norteamericanos y latinoamericanos construyeron revoluciones manteniendo la esclavitud, el desastre, la diferenciación a partir del color de la piel, el supuesto de que hay razas superiores. No fue Hitler el que se inventó ese concepto, simplemente lo tradujo a su alemán, pero ya venía construida una esclavitud, ya venía construida desde antes.

La esclavitud es, en el inicio de nuestras repúblicas, repúblicas esclavistas, tanto la francesa como los Estados Unidos, como las latinoamericanas. El inicio no de la igualdad social, sino de una desigualdad proyectada. Sea al interior de nuestras sociedades, Colombia hoy sufre de eso, es la raíz de su violencia perpetua o los Estados Unidos, que hoy sufre las divisiones de su sociedad como consecuencia de esos hechos o la situación de proyección de desigualdad mundial que Europa misma encarna, aún hoy, al interior de sus propias naciones y en la política mundial.

Vivimos una proyección como en una película de la esclavitud de hace dos siglos. No se superó por completo. El problema no fue cómo romper las cadenas físicas, cómo emancipar o cómo se emancipaban los y las esclavas, sino que quedó como una proyección mental, una proyección conceptual y una proyección práctica en las políticas públicas, la división y la desigualdad de las sociedades.

No fuimos capaces de completar en los pasados dos siglos la idea de la democracia ni la idea de la libertad ni la idea de la fraternidad, sino muy parcialmente y hoy cosechamos las consecuencias.

Si nos centramos en Colombia, lo que está viviendo hoy el Gobierno, toda colombiana y todo colombiano debe saberlo, el intento de buscar las fórmulas que permitan desconectar el Gobierno del pueblo, para derrocar el Gobierno, en eso no podemos caer en ingenuidades igual que en el Ecuador o que en Bolivia o que en Paraguay o que en el Brasil reciente o que en Honduras, etcétera, es el mismo camino.

Es un camino que, indudablemente, sólo triunfa si el gobierno se separa de su propio pueblo. A veces por culpa del Gobierno, a veces construido ficticiamente como la antigua Guatemala de (Jacobo) Árbenz, donde una emisora inexistente terminó haciendo creer a un pueblo que el gobernante Árbenz, por querer hacer una Reforma Agraria, es decir, por querer equidad en la tenencia de la tierra, era un comunista y lo derrocaron y hubo una invasión.

Allí estaba el Che (Guevara) viendo y oyendo y como todo en la historia esa jugadita tuvo una consecuencia. Entonces, sí estamos viviendo una consecuencia de los tiempos de la esclavitud. 

No lo quiero centralizar solamente allí, pero las sociedades latinoamericanas y, específicamente, la colombiana, una de las sociedades más desiguales socialmente de todo el planeta tierra, que el colombiano promedio por no ver el planeta cree que es normal, cree que así es el mundo cuando se asoma al otro mundo por alguna circunstancia, porque le tocó irse, como muchos aquí, porque se fue a estudiar, porque de pronto se encontró en algún lugar del planeta, se da cuenta que las desigualdades de allá no están en el mundo, que allá son más profundas, que son de las más profundas de toda la humanidad, que es una aberración la desigualdad que se vive en Colombia, que es ahí donde está el motor de la violencia.

Que el narcotráfico apareció porque había desigualdad, que las guerrillas aparecieron porque había desigualdad, que la violencia difusa de todos los días en las ciudades, en los pueblos, hasta el robo de un celular, tiene una raíz en el hecho de que existe una desigualdad social aberrante.

Indudablemente si partimos de la tesis, se puede discutir como en toda academia, pero esa ha sido nuestra práctica, nuestra vivencia, que la desigualdad social de Colombia produce la violencia, origina la violencia, la empodera, entonces tendríamos que decir que la paz de Colombia solo se construye sobre la base de disminuir la desigualdad social en el país. Esa es una tesis.

Es la tesis que defiende el Gobierno Nacional, este Gobierno que defendimos en la campaña electoral, que fue respaldada por 11 millones y medio de personas, de electores, que llegaron a la conclusión –primera vez en la historia acumulada– que definitivamente el cambio en Colombia era indispensable si se quería construir una nación, si se quería construir la paz.

¿Escucharon mi voz? A veces quebrantada, a veces en la oratoria, fulgurando como una tormenta en medio de un país que no creía que podíamos ganar. Fuimos acumulando en la experiencia, desde la juventud hasta ahora, no solamente individual sino colectivamente los motores, las circunstancias, las esperanzas que permitieron un hecho insólito en nuestra historia, el poder ganar.

Ese hecho insólito que conquista a la mayoría popular tiene una raíz, es que decidimos decirle a Colombia que había que disminuir la desigualdad social si queríamos construir la paz.

Paz y equidad social, entonces son sinónimos, así como paz y desigualdad social se vuelven también sinónimos. Si queremos ser más violentos, profundicemos la desigualdad. Si queremos ser pacíficos, construyamos la justicia social, es decir, la equidad entre los colombianos.

No estoy proponiendo ni lo hicimos en campaña, la extrema igualdad. A veces se vuelve utópica, empezando porque todo ser humano es diferente del otro y tenemos que entender y, sobre todo, en Colombia, la enorme riqueza que representa la diversidad humana, la diversidad cultural, el arcoíris de los colores de nuestras pieles que solo expresa el arcoíris de los colores de nuestras culturas.

Decía Lula (Da Silva, Presidente de Brasil) ahora ante Macron, en la sola Selva Amazónica que queremos ahora rescatar porque es un pilar climático fundamental para la existencia humana, se hablan 300 lenguas; ni en Europa.

Claro, bajo la concepción vieja del esclavismo, el que lo hablen pueblos indígenas, entonces no amerita que se consideren lenguas y que se pueda expresar esa diversidad, como aquí sí se expresa, como si solo habláramos español, como si fuéramos homogéneos, invisibilizando que es una forma de dominar la diferencia. ¿Qué es el fascismo? Si no es más que la eliminación física de la diferencia.

La eliminación –pretenden– absoluta de la diferencia; pueblos homogéneos, iguales, uniformados. En esos desfiles donde prácticamente aparece como una máquina robótica el ser humano, es que se expresa ese criterio conceptual, mental, de creer que las sociedades homogéneas son mejores y resulta que las sociedades diversas, en mi opinión, como es realmente la humanidad, son ricas y mejores.

La esclavitud que, entonces, condenaba al negro y a la negra a la cadena, a sus hijos, a sus nietos, por perpetuidad, no hace siglo y medio en la historia del país. No había, sino que escuchar los argumentos que defendían ese tipo de sociedad, es que el esclavo es propiedad privada, decían, es que si intentan la liberación y la emancipación del negro es romper el principio sagrado de la propiedad privada decían, en el parlamento de Colombia liberales y conservadores, hasta con la bendición cristiana como si Jesús alguna vez hubiera dicho que el esclavo era lo justo y era la palabra del Señor, que nunca lo dijo, por lo menos en las palabras que están en la Biblia, emancipar.

Se volvió subversivo, se armaron los ejércitos en el Cauca y en Antioquia, pasaron por Medellín para ir hacia la rebelde Bogotá de artesanos a destruir la insurrección de obreros que habían proclamado como presidente a un indígena, el último general del ejército libertador, el general (José María) Melo, contra aquellos que habían dicho que había que liberar los esclavos, eso era en 1851 y esos ejércitos destruyeron el ejército libertador.

El ejército de Bolívar fue derrotado, no nos lo dicen en los libros de historia, fue desmantelado y por decreto fue eliminado en esa fecha, solo porque se puso al servicio de los obreros, de los indígenas y de los esclavos que se querían emancipar.

Se acabó la oligarquía colombiana que era la oligarquía de los esclavistas, acabó con el ejército que había liberado nuestro propio país, que había cometido el sacrilegio, siguiendo la tesis de Bolívar, de que para derrotar militarmente a los españoles había que ingresar a las filas a indígenas y a negros y, por tanto, a los negros había que prometerles la libertad.

Así ganamos y después traicionamos. Solo hasta el 50 hubo una emancipación de la propiedad privada, que se reconoció por Ley de la República, y se obligó entonces a una indemnización porque se había quitado la propiedad privada que era un ser humano en manos de otro ser humano. Esa mentalidad es la que continúa en nuestra historia contemporánea.

No nos hemos liberado absolutamente de ella, es lo que nos ha condenado a la exclusión social, por qué el único lugar de las playas, de las costas del Océano Pacífico en toda su extinción, desde Kamchatka, desde Japón, desde la China, desde Shanghái, desde Vietnam, desde Australia o pasando por el otro lado desde Alaska y la California rica y poderosa y las ciudades de México y Centroamérica, cuyas capitales quedan allí, y una de las principales ciudades de Latinoamérica; Lima, Arequipa, Valparaíso o Santiago de Chile, ¿por qué el único lugar de esa costa, la más pobre, es colombiana? ¿Por qué en un mundo de tanta riqueza, nos guste o no, de la Hong Kong llena de producción industrial o de la China? ¿Por qué en ese mundo del Océano Pacífico que bulle de riqueza, de capitalismo, de expansión, donde las rutas del comercio mundial son las más poderosas, ¿por qué el único lugar de ese pedazo de la tierra y del planeta, que está sumido en la pobreza y la exclusión, es precisamente el que corresponde a Colombia?

Porque allí habitan los negros y las negras, los hijos y los nietos de quienes se emanciparon ellos mismos para dotarse de libertad y miren qué pasa cuando la Vicepresidenta es de allá, por primera vez en la historia, desde el general Melo, que en su color de piel es como allá, que es nieta de quienes habían traído la fuerza como esclavos, que es descendiente de la esclavitud, pero que pretende al lado de Petro en una campaña, considerarse mayoría popular, convertirse en la Vicepresidenta de la República de Colombia.

¿Qué haremos fuera de la solidaridad humana de su pueblo? ¿Por qué ese odio mezclado de opinión periodística? ¿Por qué ese temor a que alguien de color negro gobierne? ¿Por qué esa burla en las manifestaciones de la oposición? ¿Por qué esa expresión de exclusión humana, de eliminación violenta de la diferencia y la diversidad? Si no es porque sigue en la mente de muchos y de muchas de la élite colombiana, del poder económico, la mentalidad esclavista –negrera decía mi mamá–.

Del azote, del seco y de la cadena, no es posible que el esclavo proteste y menos si es mujer, pues lo que representó la Colombia Humana y el Pacto Histórico al ganar las elecciones y llevar a la Vicepresidencia de la República a una descendiente de la esclavitud fue el cambio. Es que así el país no puede progresar, bajo esa mentalidad no quedamos condenados sino al atraso.

Reformas sociales


Miremos ahora los desarrollos que han tenido en el Congreso de la República las reformas sociales que hemos propuesto. La primera que hunden: la Reforma Laboral.

Ustedes viven aquí, más o menos, el capitalismo europeo, lo sufren, si se es colombiano o colombiana o latinoamericano o subsahariano, no es lo mismo que si se es francés blanco. Lo sabemos, también hay ecos de ese pasado que además compartimos.

Si es que fue el general (Alexandre Sabès) Petión insurrecto contra Francia que nos ayudó a la independencia de los insurrectos contra España. Esos ecos, indudablemente, están en la historia y siguen estando presentes como espectros, como fantasmas que retornan una y otra vez a la política contemporánea de nuestros pueblos diversos.

Pero lo que ha significado el hundimiento de la Reforma Laboral es importante analizarlo. ¿Qué pretendía el Gobierno? ¿El comunismo? Si hubiéramos pretendido el comunismo, lo primero que hubiera tocado hacer era –y esa es una discusión muy interesante hacia el futuro–, que los medios de producción de Colombia no le pertenecieran a los actuales propietarios de los medios de producción, que fueran comunes.

Eso no ha parecido todavía en la historia contemporánea, porque nadie pretendió que el comunismo podía existir en este momento de la humanidad, pero dicen que somos comunistas y que estamos construyendo un comunismo en Colombia, las voces de la extrema derecha. ¿Por qué? Porque hay una persona negra de Vicepresidente. Según eso, toda África debe ser comunista.

¿Por qué se les parece absolutamente deleznable que personas que consideraban inferiores, sin serlo, por esa mentalidad absolutamente atrasada y anacrónica, premoderna, que se deriva de la esclavitud en Colombia, que consideraban que no era posible que una persona de esas capas y me incluían a mí, no, era una excepción, pudiéramos gobernar a Colombia?

Colombia solo era para ellos, solo era para esa élite, los descendientes de los esclavistas, los que nos han condenado a la violencia y a la desigualdad, los que se han atrevido a decirle a toda la sociedad que eso que ellos representan, que es la máxima desigualdad social y la máxima de las exclusiones y que nos ha llevado a esta violencia de generaciones es lo normal en el mundo y así engañan al pueblo.

Que cualquier frase acerca de que se liberan los esclavos como antaño o de que podemos gozar de Justicia Social es populismo, es mentira, que eso no existe en el mundo, que esas luchas están perdidas, que esas luchas son falsas, que así no es lo normal de la humanidad.

Por eso, el presentar la Reforma Laboral, que no buscaba más que si pasan las seis horas de la tarde y se hace la noche, entonces se paguen extras, es decir, un mayor salario que si se trabaja de día, que, si llega el sábado y el domingo los días de descanso y se trabaja, entonces se paguen los festivos. Eso ya existía antes en Colombia.

Que si se entra a trabajar, entonces, no te contraten por un mes o dos; que si eres mujer, el patrón te acosa sexualmente, sino que te contraten de manera indefinida o con unos criterios de mayor estabilidad laboral, que el contrato no es entre iguales porque el que se emplea tiene menores condiciones económicas que el empleador y, por tanto, hay una desigualdad y, por tanto, una necesidad de proteger derechos de la persona que es más débil, la mujer que lleva los tintos al señor de la oficina.

El señor de la oficina no es igual económicamente que la señora de los tintos. El señor de la oficina puede tener riqueza, poder económico, bancos, incluso, empresas, pero la señora de los tintos tiene niños y niñas, tiene una vida igualmente valiosa que el señor de la existencia.

Una Constitución del 91 y una sociedad, que se pretenda moderna, equitativa, debería proteger a la señora de los tintos, del señor de la oficina, del banquero, porque si la señora de los tintos se queda sin empleo se mueren sus niños de hambre, porque si la señora de los niños no llega a las 6:00 de la tarde a su casa, sino que la condenan a trabajar hasta las 10:00, las 11:00 y las 12:00 de la noche, entonces sus hijos se quedan sin su calor porque no hay más, porque no hay jardín infantil, porque están en un inquilinato, porque le toca coger el bus de Transmilenio o de otra empresa y durar dos horas en el trancón para ir y para volver hasta donde el señor de la oficina. 

Que el señor de la oficina no tiene ni idea cómo come la señora de los tintos. Y sí pretende entonces insinuar y volver realidad en la legislación que la señora de los tintos no tiene derecho, que si trabaja el domingo no debe tener extras, que si trabaja más allá de las ocho horas no debe tener extras, que si se le da la gana porque le cayó mal, entonces la puede echar en el mes siguiente como si no fuera un ser humano, como si ni siquiera fuese un animal, como si todavía estuviésemos en los tiempos del cepo y de la cadena, en los tiempos de la esclavitud.

Y juntaron el Congreso, no fueron capaces de darle un solo debate de ideas sobre por qué proteger a la señora de los tintos, a la enfermera, a la mujer trabajadora, al hombre que pone ladrillos, al hombre que pone los vidrios de los edificios, al hombre que pone las palancas, a la mujer que cuida.

¿Por qué protegerlos laboralmente era un pecado en la sociedad colombiana? Que disminuye el empleo, dijeron. Nosotros tenemos desempleados el 60% de la población global que quiere participar del trabajo, 50 de ese 60% están en el rebusque. 

Jamás el capitalismo de Colombia ha crecido lo suficiente como sí en Francia, por ejemplo, para que la mayor parte de la población sea salariada. Nunca. Lo único que han hecho es tener salarios bajos, modificar las condiciones laborales para deteriorar cada vez las condiciones de dignidad del trabajador y de la trabajadora, cada vez menos. 

Si cogen nuevas cifras, la parte que se llevan los trabajadores y las trabajadoras de la riqueza nacional disminuye año tras año durante las últimas décadas. Cada vez menos riqueza se lleva la gente que trabaja del producido de su propio trabajo, cada vez explotan más a la gente. 

Por eso hicieron las reformas laborales de la Ley 50, por eso la tesis de (Álvaro) Uribe —y hay que decirlo así— fue la misma que denunciaba Charles Dickens sobre la Inglaterra del siglo XIX, la Inglaterra de las chimeneas de hollín, de carbón y de niños trabajando, la Inglaterra donde hubo que hacer la primera huelga en el mundo para que la jornada laboral no fuese de 12 horas ni de 16, sino de 10. 

Volver a ese mundo es lo que quieren en Colombia, cuando el capitalismo mundial sabe hoy a ciencia cierta que ese mundo no construye ganancias sostenibles ni duraderas. Una premodernidad, diría yo. Creer que extendiendo la ganancia, extendiendo la jornada se hacen más ganancias, explotando más, volviendo a la época del cepo y la cadena. 

Aquí hay países con 35 horas de jornada laboral en la semana Y se plantea menos, porque la ganancia en el capitalismo contemporáneo sale de la productividad y la productividad sale del conocimiento, la ciencia aplicada a la producción.

 


Y no es que le gire loas al capitalismo, sino que ese ha sido su real evolución en las sociedades modernas. Allá no hay productividad, allá hay solo jornadas extendidas y bajos salarios, allá el conocimiento es prohibido, y no por una ley, sino porque han recortado los presupuestos a la educación superior.

Por eso tantos colombianos y colombianas vienen a estudiar a la Sorbonne o a las universidades del mundo, porque allá se cierran las puertas de la educación superior, y sin la educación superior y el conocimiento no hay productividad, porque la ciencia aplicada es la que mueve la máquina con mayor rapidez y por tanto mueve la producción hacia arriba y por tanto crece la ganancia sobre la base de la productividad y no de la extensión de la jornada. 

Pero todo esto es carreta si se dice en colombiano. Cualquiera que vaya a decir es que así es en Francia o en Alemania o en Japón es considerado un loco, un comunista, un populista, porque a través de los medios de comunicación lo que se van transmitiendo son las ideas del esclavista, porque los esclavistas herederos son los dueños de los medios de comunicación. 

Por eso convocaron a las marchas y no salió el obrero, no salió la obrera, no salió la señora de los tintos, no salió la enfermera, no salió el hombre que pega los ladrillos o pone los vidrios de las ventanas. Salió una clase media alta revista a decir, fuera Petro, no queremos sus ideas, exacto como salieron en 1851, con armas en la mano, a decir que no querían que se les quitara la propiedad privada que eran los seres humanos a los cuales llamaban esclavos. 

No ha cambiado mucho, pero si queremos un cambio en Colombia, fue por lo que votaron por mí: las mayorías. Si queremos la paz en Colombia; si queremos la construcción de una nación democrática; si queremos que esas gentes que andan en las armas, metidas en el narcotráfico, cesen; si queremos una reconstrucción por la vía de la ciencia, del conocimiento, de la producción, del incremento de la productividad en nuestra propia sociedad, pues tenemos que construir justicia social. 

No entiendo al empresario que va a reunirse con el Eln a decir que está de acuerdo con que se haga un acuerdo nacional y después va al Congreso a decirles a los congresistas que no les dé estabilidad laboral a los trabajadores. 

¿De qué pacto social habla? ¿Cuál es entonces la concepción de la paz? ¿Creer que el pueblo se arrodilla? ¿Creer que el pueblo se rinde? ¿Creer que el pueblo se puede tratar a latigazos de nuevo y disparar gases lacrimógenos a los ojos para ver si se aplaca la protesta? ¿O somos capaces de hacer un pacto social o tenemos que sumergirnos en la violencia?

El pacto social


Nuestro Gobierno lo que pide es un pacto social. No estamos hablando de destruir el capitalismo nacional, estamos hablando, incluso, de desarrollarlo. Por eso hablamos de universidad pública y productividad, por eso hablamos de protegernos del comercio exterior para defender confecciones, por eso hablamos de extender la universidad pública, por eso hablamos de hacer una reforma agraria para que la tierra produzca la comida y no quede fértil y cultivado en manos de una clase de personas que provino en el fondo del narcotráfico y de la violencia. 

Por eso queremos los campos cultivados de alimentos en Colombia, porque esa es la base de la industrialización, por eso nos planteamos la tesis de industrializar a Colombia, porque esa es la base de una sociedad moderna con nuevos problemas, claro. Cuando venimos aquí a discutir la crisis climática estamos hablando exactamente de los problemas contemporáneos del capital y del capitalismo, pero es que allá estamos atrás. 

Y si queremos salir de la violencia, que es la principal tarea democrática, entonces tenemos que hablar de construir justicia social. No se puede hablar de paz en un lado ante unos guerrilleros esperando que dejen las armas y después ir a hablar ante unos congresistas a pedir que le den latigazos al pueblo trabajador, porque entonces habrá más guerrilleros y nuestra violencia no cesará y habrá más y más y décadas de más y más violencias como la que ya hemos vivido nosotros, nuestros padres, nuestros abuelos, porque nos hemos vuelto incapaces de construir otro camino que es el de la justicia social, que para un dueño de capital es más poderoso que el camino de la sobreexplotación. 

Hacerle entender que ganaría mucho más si el conjunto de la sociedad es más rico, como sucede en Francia, como sucede en Alemania o los Estados Unidos, entre más rica la sociedad, más poderoso el empresario. Entre más pobre es la sociedad, más pobre es el empresario. 

Ponga a los empresarios de Colombia en el jet set del capitalismo mundial y palidecen de envidia. Se dan cuenta que no son ricos, que su riqueza solo nace de manipular el Estado y el dinero público. 

Desarrollar el capitalismo, a través de un pacto social, eso fue lo que propuso Europa después de Hitler. Eso se hizo aquí. Ustedes, los franceses se hubieran podido matar a la salida de los nazis, entre sí. Guerrilleros franceses, que los había ahí por montones, y pronazis colaboracionistas de Hitler, que incluso ayudaron a llevar judíos a los campos de concentración, judíos franceses. 

Vi la película de Marcel Marceau, hermosa, mostrando ese escenario de los judíos franceses en aquella época, pero no se mataron entre sí. ¿Qué hicieron para no matarse entre sí en medio de esa polarización real, armada, de la división profunda de una nación invadida por Hitler, resistida por unos, colaborada por otros? 

No se mataron entre sí, porque hicieron un pacto, y el pacto que hicieron se llamó estado de bienestar, léase, justicia social, dentro de un capitalismo que se desarrolló con ayuda de los gringos, como quieran, fue la historia, pero el camino del estado de bienestar fue que los trabajadores y trabajadoras de Francia tuvieron un mejor vivir y tuvieron una universidad, y esta es uno de los ejemplos. 

Y estas universidades se abrieron para los hijos de los trabajadores o no, al punto que se insurreccionaron allá en el 68. Se abrieron las posibilidades de la pensión, de la salud, de vivir relativamente bien. 

Ese fue el mundo del estado del bienestar europeo. Fue así como se construyó una unidad nacional que les ha permitido sobrevivir hasta la fecha y hasta han llegado a hablar los antiguos enemigos de unirse. Han construido la paz. 

Hitler invadiendo París hace unas décadas y hoy Charles y Macron se abrazan. Y se abraza el muchacho alemán y la muchacha francesa y viceversa. Y cruzan y conocen el mundo. 

El amor aparece entre los pueblos. Este es otro mundo. Y este mundo de paz, ¿cómo se forjó? De paz hasta hace poco. ¿Cómo se forjó? Si no fue a través de un pacto social. Pues eso es lo que queremos en Colombia. Dentro de 40 años habrá otros problemas, pero lo que queremos hoy en Colombia es construir la paz a través de un pacto social y eso significa, entre varias cosas, estabilidad del pueblo trabajador, mejores condiciones laborales, significa salud.

Prevenir es mejor que curar


Está trancada la reforma a la salud en la Cámara de Representantes en la plenaria, diciendo que queremos acabar la salud de Colombia. Estamos en el puesto 81 entre los países en calidad en la salud. No nos fue bien cuando llegó el covid, que fue el gran escenario, llamémoslo así, amplificador, lamentable en todo el mundo, para medir los sistemas de salud que tenemos. 

No les fue bien a Estados Unidos por tener su salud privatizada, ni a Brasil. No nos fue bien a nosotros si queremos reconocer las realidades. El hecho simple de tener vacunas que teníamos que implorar para que nos dieran y que primero tenían que copar las geografías de los países ricos y nosotros esperar mientras nos moríamos hasta que llegaba el remanente. 

La vacuna vuelta una mercancía. Indudablemente no nos fue bien y supimos como una campana lo que puede venir si la crisis climática arrecia y nos trae más y más y más virus, más y más enfermedad. 

El mundo se ha reunido a evaluar sus experiencias de salud y lo que ha dicho la Organización Mundial de la Salud es: tenemos que hacer un énfasis en la salud preventiva, en que exista el agua potable y la buena alimentación y el mejor aire, en que el médico pueda ver al paciente antes de que se enferme. 

Prevenir es mejor que curar, dice mi abuela. Y esa es una frase absolutamente sabia. Prevenir significa llevar a los médicos donde están los campesinos, las médicas, donde está la niñez indígena, allá al Chocó, allá en el territorio alejado, en los barrios populares de Bogotá, donde se incuba la enfermedad y se puede detectar antes de que sea mortal. 

Prevenir, sale más barato como sistema de salud. Ese sistema de salud que está en Inglaterra, que está en la Italia, que está en el Canadá, que quizás está en Francia, que está en España, yo mismo lo verifiqué, que está en los países del capitalismo desarrollado, allá en Colombia le dicen que es comunismo, que destruye la salud.

¿Cómo va a destruir la salud el que podamos pagarle una médica para que mire a los niños wayú que mueren de hambre, de hambre no por la comida física y sólida, sino por la mala calidad del agua? 

¿Cómo nos van a decir que es un mal sistema de salud cubrir todo el territorio nacional con equipos médicos pagados por el Estado para que verifiquen que no aparezca la enfermedad o cuando aparezca se le pueda curar con más facilidad al paciente, al enfermo, a la enferma? 

¿Cómo nos pueden decir que es un mal sistema de salud evitar que el dinero público que es de todas y todos los colombianos llegue a fortalecer el hospital y el puesto de salud y no se quede en manos de un personaje que lo dedica a comprar aviones particulares para comer con sus novias en Miami? Qué es lo que ha pasado en Colombia. 

El dinero público, no el de él. Si fuera el dinero de él, ¿qué nos importa? Buena suerte. Envidia hasta puede darle a uno. Pero no, es el dinero de los colombianos y las colombianas, y quieren un hospital. 110 de las 130 o 135 entidades intermediarias privadas, algunas en manos de políticos mafiosos, muchas en manos de paramilitares asesinos.

Recogieron los dineros de la salud y en vez de llevárselo a los hospitales como intermediarios que eran, los metieron a comprar armas para matar al pueblo. Los dineros de la salud para comprar armas para matar al pueblo; se lo llevaron al bolsillo simplemente para los jets particulares y los campos de golf que construyeron, para enriquecerse en medio de la codicia, sin que ni un solo peso de lo que se robaban fuera de ellos, por definición era del pueblo. 

Y dejaron sin hospitales a media Colombia. La Colombia pobre la dejaron sin atención de salud y los barrios populares de las grandes ciudades, los hospitales buenos, privados, chéveres, quedaron donde están los cajeros automáticos donde se saca el dinero. 

En Colombia los cajeros automáticos no están en toda Colombia, están donde puede haber dinero y ahí están los puestos de salud y los hospitales y las clínicas, están donde se puede pagar, en donde hay capacidad de pago. 

Y las personas que viven allí entonces dicen ¿cómo nos van a destruir nuestro sistema de salud? No, no, vamos a destruirle el sistema de salud a los que viven en Chapinero ni en Usaquén. Pero tienen que entender que esos que viven en Chapinero y en Usaquén no existen, pero ni de sueños en el Chocó o en La Guajira o en los antiguos territorios nacionales o en el Putumayo o en el barrio popular Ciudad Bolívar o en Usme; eso no existe. 

No existe en los barrios de las negritudes de Cartagena, no existe en las comunidades indígenas, en los pueblos ni en los barrios de los obreros y de las obreras no existe. ¿Por qué no podemos llevarnos también allí? ¿Quién dijo que eso es un mal modelo de salud? 

El que lo mismo que pueda tener el vecino y la vecina de Chapinero —yo viví en Chapinero— no lo pueda tener el vecino y la vecina del Chocó, del Cauca o del cabildo wayú o de la Sierra Nevada o de mi propia tierra, el departamento de Córdoba. 

¿Por qué no? Si eso nos construye justicia social y eso es paz. ¿Por qué dicen que es malo? ¿Por qué no lo aprueban en el Congreso? ¿Por qué le da tanto al congresista votar? ¿Por qué la señora de los Tintos tenga estabilidad laboral? ¿O por qué un médico, una médica pueda llegar a donde está el campesino o la campesina de los Montes de María en su campo? 

¿Por qué? ¿Porque el campesino de los Montes de María y la señora de los tintos no puede financiar su campaña? ¿Porque cree que su labor de parlamentario no es atender el interés de los hijos de la señora de los tintos, sino que solo su actividad parlamentaria debe escuchar la voz del dueño de los bancos, que es el mismo dueño de los medios de comunicación? 

¿Dónde está el interés general en el dueño del banco, en el codicioso del dinero o en el pueblo trabajador? Yo le diría al Congreso de Colombia, si quiere de verdad construir la paz de Colombia, debe poner la primera atención al pueblo trabajador de Colombia.

Sobre el sistema pensional


¿Y qué decir de las pensiones? Y finalizo un poquito con esto. Aquí ustedes ven el sistema pensional. Millones de trabajadores franceses y trabajadoras saliendo a las calles porque les van a elevar su edad para pensionarse. Buen debate en la Europa capitalista. La productividad les permite discutir si el fruto de la productividad se va en las ganancias de los empresarios, los hombres más ricos del mundo, o se va en el tiempo libre del pueblo que ha trabajado. 

No me puedo meter en la política del terreno de Francia —Embajador— entonces esa discusión social, que es una lucha social y que será de toda Europa, traducida a Colombia, es que no es si se eleva la edad o no, de una productividad que en Colombia no existe, sino si una persona se puede pensionar o no. Tres millones de ancianos y ancianas, adultos mayores dice la política hablada correctamente, tres millones no tienen ni para un pan. 

Y sale en la tesis, en las estadísticas del DANE, que en los últimos tres años, hasta el año pasado, se ha incrementado el número de viejas y de viejos que mueren por hambre a una tasa que para su población es similar a la tasa de homicidios de Colombia. Es decir, que es más violento la muerte por hambre del viejo y de la vieja que la violencia colombiana. Mata más el hambre. 

Y qué sociedad puede decirse a sí misma que es digna si deja morir a quienes dieron toda su existencia teniendo hijos, educándoles, todas esas mujeres que se sacrificaron en una estufa de carbón, como en aquellas épocas, cocinando el desayuno para que sus hijos fueran a estudiar, y pasa la vida, con todas sus circunstancias, y termina en la calle, muriéndose de hambre, porque la sociedad no fue capaz de crear los mecanismos que le dieran una pensión. 

Colombia es famosa, no solo por Pablo Escobar, que ya deberían anular ese tipo de proyecciones en la televisión que no hablan de nosotros. Pablo Escobar no es hijo del pueblo colombiano, es hijo de la oligarquía colombiana que lo generó y lo construyó. 

Gabriel García Márquez es el hijo del pueblo colombiano. Hijo del pueblo colombiano. Hay una gran diferencia entre García Márquez y Pablo Escobar. 

Nosotros somos garciamarquianos. Fíjense en ustedes, ¿no éramos acaso cafeteros? Siglo XX, el tinto, que no se llama tinto en París, el café, no venía de Colombia antes, no era delicioso, ahora mezclan todos los cafés y ya no está el gusto. ¿Pero ese café no fue el que construyó la nación colombiana en el siglo XX? 

Con los dineros de ese café que producían centenares de miles de campesinos pequeños y medianos en las zonas cafeteras del país ¿no fue que se pagó los salarios de los congresistas durante todo el siglo XX no fue que se financió el Estado no fue el que trajo las divisas, con él no fue que construimos la Flota Mercante Grancolombiana, que se tiraron, que la regalaron? 

¿Con él no fue que se construyó el Banco Cafetero que se lo robaron? ¿Con él no fue que se construyó buena parte de la institucionalidad, incluso la violencia y la paz de Colombia en el Frente Nacional? 

¿Quiénes trabajaron durante todo el siglo XX entregándoles miles de millones de dólares a la sociedad colombiana y al Estado todos los años durante el siglo XX? 

¿Muéstrenme en un solo pensionado? No hay un solo pensionado campesino cafetero. Los entregaron todo, le dieron la riqueza a Colombia, hasta las marcas. Muchos vividores vivieron de ese cafetero y se volvieron riquísimos, pero no hay un campesino que haya sido pensionado. 

Hoy viejos se mueren de hambre, están entre los que se mueren de hambre. Y el Gobierno propone un proyecto de reforma que cambia la codicia, que les dice a los señores propietarios de los fondos privados de pensiones, que son los propietarios de los bancos, que son los propietarios de los medios de comunicación, que hagamos un pacto diferente, que si se disminuye un tanto la ganancia del banquero, un tanto, podemos entregarle a millones de viejos y viejas un bono pensional con el cual poder vivir con una dignidad que no han tenido; un plato de sopa caliente y una cama grande y un hogar, porque cuando el viejo llega con un dinero a la casa, entonces ahí sí lo miran con amor. Y se acaba la tristeza, porque el afecto en los últimos años de la vida tiene que ser muy importante. 

Por eso es que tantos viejos y viejas de nuestra patria se mueren de tristeza en los parques de nuestros municipios abandonados ya por la juventud porque ahí no hay nada que hacer. Y eso entonces es malo. ¿Eso se llama comunismo? 

¿Cuál aquí pudiéramos decir en esta sociedad europea, deja al viejo y a la vieja en la calle desamparado? Son minoría. Nosotros dejamos a la mayoría en la calle. ¿Cómo una sociedad puede llamarse a sí misma digna si ese es el regalo que les entrega a quienes trabajaron por la nación y el que recibiremos? No al Presidente, porque ese sí tiene privilegios. 

Si las cosas siguen igual, porque cualquier joven que trabaje en Colombia sabe que, si esas normas siguen vigentes, cuando él sea un viejo, tampoco tendrá pensión y solo lo esperará la calle y el cemento gris si tiene mala suerte. 

Entonces, comunistas porque queremos dar un plato de sopa al viejo y a la vieja o gente que quiere decirle al pueblo colombiano que hay que tener dignidad y que sí tenemos los recursos no necesitan que nos regalen, no necesitamos de los fondos de cooperación ni franceses ni alemanes ni norteamericanos, tenemos nuestra propia capacidad.

Solo se necesita menos codicia, solo se necesita mirar más a los demás que a sí mismo. Así se mira a sí mismo. Solo se necesita que se amase menos riqueza en manos de tan pocos, para que podamos incluir socialmente a la mayoría de la población.

Ahora vendrán otras reformas, la de la educación superior, a ver si le llega al muchacho al cual le estaban disparando a los ojos. Al del barrio popular. A la muchacha a ver si viviendo en Siloé se puede volver una médica, o si viviendo en Ciudad Bolívar, Bogotá, se puede volver general.

Si se puede volver científico, poeta, lo que sea dentro de la libertad humana, si puede tener las puertas abiertas. Y vamos a presentar el proyecto de la reforma agraria para ver si es verdad que podemos abrirles las puertas de la tierra fértil al campesino y la campesina ahora que en tiempos de crisis climática va a ser tan necesario el alimento en el plato de cualquier de colombiano o colombiana. 

Llamado al Congreso de la República


Y veremos qué dice el Congreso. El Congreso tendrá que escoger si se arrodilla ante la codicia de gente que va a tratar mal a los mismos congresistas. O si por fin construye un Congreso admirable que se ponga al servicio como ordena la Constitución de Colombia del interés general y por tanto de la justicia social y de la paz. 

El Gobierno del Cambio va a invitar a ese Congreso de Colombia a hacer las leyes de la paz, a hacer las leyes de la transformación nacional y democrática. Y vamos a invitar al banquero a dialogar con nosotros, a mostrarles cómo es el mundo de la banca, nos vamos a llevar los banqueros más grandes del mundo a Cartagena, ahora en septiembre, para ver si es posible que se conecten las nuevas discusiones contemporáneas que están llevando el mundo de las finanzas a ver si se consolida la vida en el planeta y no nos la quitan como un homicidio a través de la crisis climática. 

Vamos a proponer que la reforma laboral que hundieron sin discutir con técnicas de filibusterismo, se vuelva a poner en discusión de la sociedad colombiana, del banquero, pero también de la señora de los tintos. 

Y vamos a volverla a presentar. Y vamos a ver de qué lado está el Congreso de la República, si del lado de la violencia, si del lado de la exclusión, si del lado, como antaño no lo fue, de los esclavistas o al lado del esclavo y le libera las cadenas, libera al pueblo colombiano de la violencia, libera al pueblo colombiano de la antidemocracia, nos ayuda a construir la nación que merece toda y todo colombiano y como dijera un suizo, no fue exactamente un francés, es el producto de un contrato social. Y contrato social significa no que uno engañe al otro, sino que todos ganan. 

Y todos ganan significa que los que siempre han perdido social y económicamente, las que siempre han perdido, que son la mayoría, las mujeres de Colombia esta vez puedan ganar. 

Ese es el nombre de la paz. Así que les agradezco su atención. Ser potencia de la vida, Potencia Mundial de la Vida en tiempos donde la humanidad puede perecer, es una gran responsabilidad. 

Ser Potencia Mundial de la Vida es hacer crecer la vida en Colombia, la vida de lo demás fuera del ser humano, la naturaleza y la vida del ser humano en Colombia. 

El crecimiento de la vida del ser humano depende de la cultura, de las condiciones básicas, de la dignidad de ser libre. Y eso es lo que queremos que en Colombia sea. Colombia una Potencia Mundial de la Vida.

(Fin/jdg/erv/mha)





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