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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en el marco de la Conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas

Foto: Foto: Presidencia de la República

Presidente Petro en el Hotel Hilton de Bogotá, en la conmemoración del Día Internacional de los Pueblos Indígenas

Bogotá, 9 de agosto de 2022

A todas y todos ustedes, un saludo muy especial.

Menos mal se ha hecho este evento, porque me ha permitido salir del Palacio de Nariño que, les confieso, es bien triste, bien frío, y dialogar con ustedes temas que yo creo que pasan de una fase que hemos recorrido, incluso, conjuntamente en todos estos años a otra, que es más difícil, más compleja, que hay que valorar, que traerá sus virtudes y sus problemas como todo, como siempre.

Pero que hay que reconocer, digamos, en su especificidad, en su diferencia. De alguna manera, las luchas indígenas, la resistencia, han logrado unos triunfos en la normatividad colombiana, fundamentalmente en la Constitución del 91, que parecen ser más retóricos que reales.

Aunque, indudablemente, las comunidades han avanzado más que la situación que teníamos hace 50 (años), quizás, hace un siglo, en los tiempos de Quintín Lame, por ejemplo.

La sociedad ha avanzado en reconocimientos. La presencia indígena en Colombia ha adquirido poder espiritual, que es el más importante, cultural e indudablemente organizativo.

Hay un filósofo italiano que se llamaba, Gramsci, político más que un filósofo revolucionario que, que hablaba mucho del tema de la hegemonía cultural.

La hegemonía no la concebía él cómo lo concebimos nosotros, en términos de dominación, sino en términos de seducción.

De alguna manera, nuestras sociedades latinoamericanas, en las últimas décadas, han sido seducidas por unas culturas que alguien llama neoliberales, individualistas, competitivas, que llegan hasta la creencia misma que la eficiencia, el bienestar –entrecomillas–, se alcanza a partir de la competencia y el mercado, que la vida misma puede tener un precio de mercado.

Ha llegado hasta ese extremo el tema, que pertenece a un paradigma occidental, indudablemente, pero que se extendió seductoramente en todo el mundo, incluso, atrayendo a nuestros pueblos latinoamericanos en toda su diversidad. Esa es una contra hegemonía cultural.

Existe una contrahegemonía que poco a poco ha venido ganando espacio, terreno en la historia contemporánea.

Y de esa contrahegemonía, el mundo, la propuesta indígena, la espiritualidad indígena, indudablemente, hace parte.

Por eso nos hemos juntado en los años pasados, nos hemos venido articulando, se ha configurado ese bloque que –entre otras, así lo llamaba el mismo pensador–, diverso, al punto que hoy ha ganado la mayoría. Es decir, ha sido seducido la mayoría. Hoy de contrahegemonía puede volverse hegemonía.

Leonor (Zalabata), representante indígena de Colombia en la ONU

Y ahí, digamos, la particularidad del momento. Tiene que ver con ser gobierno. Un tema que, indudablemente, trae una dificultad.

Es decir, al movimiento indígena, además de sus tareas clásicas, tradicionales, de defensa del territorio, de la cultura, de la autonomía, ahora se agrega un nuevo tema, gobierna para Colombia. Es decir, gobierna para así mismos y para los demás.

Tiene que articular esa complejidad, ser gobernantes de otros y otras, ajenos a la comunidad indígena, quizás con sus raíces, como todos sabemos.

Pero, entonces, estamos ante una situación específica que no era, propiamente, y no se daba, propiamente, en el pasado.

Leonor (Zalabata) es la representante de Colombia toda, con sus pueblos indígenas todos y con sus pueblos no indígenas ante el mundo, ante la humanidad, porque lo que se ha creado como representación de la humanidad, en esta historia que vivimos, es la Organización de Naciones Unidas que tiene su más y su menos, como todos sabemos.

Pero es lo que hay. No podríamos encontrar otra instancia que nos diga es la representación de la humanidad. Este, es el Foro, hoy por hoy, de la humanidad que tenemos.

La representante de la nación colombiana más importante, porque hay varias personas, es Leonor una indígena.

Entonces, ahí hay una nueva realidad. El mundo escuchara cotidianamente, todos los días, allá, en esas asambleas, en esos foros, de los cuales hace parte, también Darío, cotidianamente, como voz de Colombia, una voz indígena, en innumerables problemas que habrá.

Yo creo que eso marca una nueva realidad, una nueva especificidad que tenemos que tener y valorar.

Otro indígena en la Unidad de Restitución de tierras

En restitución de tierras ya no se trata, solamente, de como las comunidades indígenas afectadas en estas décadas de violencia por despojos de tierra, como tanta otra gente en Colombia, campesina, por ejemplo, afro, e incluso urbana, porque hay despojos urbanos, no solamente rurales, la dirige una persona indígena, Giovanny (Yule, Director de la Unidad de Restitución de Tierras), aquí presente, de comunidad indígena diferente a Leonor.

Entonces, allí el problema es que el movimiento indígena en cierta forma es responsable hoy de cómo se van a restituir las tierras, tanto a indígenas como a no indígenas, producto y victimizadas esas personas por la violencia que hemos vivido. Una responsabilidad.

Lo mismo en el terreno de derechos humanos, que son derechos humanos de los indígenas y de los no indígenas. La persona al frente de esa unidad es miembro de una comunidad indígena. Y, quizás, más, ¿no? El gobierno está en formación, está en proceso.

La entidad territorial

Entonces, aquí hay un problema a discutir. Ya no es simplemente como el movimiento indígena le habla al gobierno, sino que el movimiento indígena se vuelve gobierno.

Eso tiene unos peligros que, también, ustedes los deben haber analizado, cuando se habla de cómo convertirse en entidad territorial. Eso tiene unos más y unos menos.

El dinero público, la entidad territorial que, para eso es que sirve, el sistema de transferencias que llega a la entidad territorial provoca unos conflictos al interior por su manejo. Y ese es, digamos, el menos.

El más es poder solucionar los conflictos y empezar a adquirir las pericias que permiten que el recurso público manejado autónomamente por una comunidad indígena equis logre es fortalecer las unidades y la comunidad interna, y no al contrario, no se convierta en un disolvente.

Ustedes hablaron y el término que ustedes utilizan es “acción con daño”, que analizábamos está madurada –porque estuvimos esta madrugada en trabajo en relación a los diálogos regionales–, porque los diálogos regionales son vinculantes.

La palabra vinculante es que afectan la norma y la ley. No es simplemente un diálogo. Y, obviamente, en un diálogo regional está todo lo que hay en la región, y ese todo es una diversidad, incluso conflictiva, incluso violenta.

Entonces digamos, la calidad de la discusión y en los problemas que afrontamos yo creo que es alta. Un salto de calidad.

El norte del Cauca. Las informaciones que tenemos preliminares es: aumenta la conflictividad interétnica.

El movimiento indígena quiere tierra. Allí, en el Plan –de lo cual hemos hablado muchas veces–, el plan pareciera ser propiedad. Y, entonces, tenemos un concepto, propiedad de los señores azucareros, que son grandes empresas capitalistas. Pero los azucareros se han adaptado a otro tipo de realidad que es dejar la propiedad en manos de la población negra, de la tierra, y usarla arrendándola, muy al estilo capitalista.

El capitalismo desarrollado en el agro no es propietario de la tierra. Incluso, llegaban, los más avanzados capitalistas, llegaban a pedir una tierra nacionalizada, porque a ellos les interesa, no la propiedad, sino el uso. Y, obviamente, en el norte, que se ve bien este tema, su uso es monopólicamente, casi, la caña.

Y ahí estalla el conflicto. Y, entonces, el movimiento indígena, tras la propiedad, cree que lucha contra el capital y resulta que se estrella es contra el otro elemento que tiene la propiedad, que es el pueblo afro.

Entonces, ¿cómo se resuelve el problema? Pues complejo. Eso no es fácil. Aquí no podríamos decir tres frases y ya, se solucionó.

El diálogo regional que se ha propuesto, de cara a construir el Plan Nacional de Desarrollo, en ese mismo territorio podría ser un instrumento para encontrar soluciones, o podría agravarlos, que es la acción contraria.

Además, porque allí no solamente están las fuerzas sociales, sino las Fuerzas Armadas, en términos generales, de todo tipo, cruzadas ahí, aprovechando, tratando de sacar ventajas de tipo militar sobre una conflictividad social.

Entonces, digamos, tenemos que pensar en términos de Gobierno. Y yo los invitaría a pensar en términos de Gobierno, como cuando antes de los españoles –que ahora se volvió famoso esto, por sacar la espada de Bolívar–, digamos, los imperios de la historia que nos cuenta mucha de esa historia olvidada, perdida, pues gobernaban.

Digamos, el movimiento indígena el territorio. Las culturas indígenas, las confederaciones, imperios como lo llamaba occidente. Los indígenas no se llamaban así mismo imperio, se llamaban con otras lenguas, esos conceptos son occidentales. Pero de alguna manera había un gobierno aquí, antes de España, roto por España.

La crisis climática

Y ahora, en cierta forma, quizá, con trozos, con girones, pero aquí otra vez se nos plantea el mismo problema de antes de los españoles, gobernar Colombia, gobernar América Latina, cogobernar el mundo, porque no se puede gobernar un país sin una visión de todo el planeta Tierra.

Darío (Mejía Montalvo, Representante y Presidente del Foro de las Naciones Unidas para Cuestiones Indígenas) pone un tema que yo estaba pensando, coincide, porque el tema de la crisis climática, que es producto del capital.

Sí, porque eso hay que ponerlo. Eso no es un fenómeno natural, no, porque sí o porque el mercado, carreta, no, es unas formas de producir y de consumir con unas responsabilidades claras en un sector de la humanidad, la más rica, la que ha producido unas circunstancias de ruptura de equilibrio con la naturaleza, tales que, podemos perecer todos, pues se extingue la especie humana. Eso lo dice la ciencia occidental, el paradigma científico, clásico, occidental.

Pero eso ya lo decían los indígenas. Y entonces, nos parece –y es un poco su concepto–, es que se ha encontrado en la historia, ahora, en estos días, que el paradigma científico occidental coincide con la concepción del mundo indígena, que ya lo había anunciado antes.

Entonces yo recuerdo a los u´was, era joven, recuerdo a Roberto Cobarías. Yo me acuerdo cuando él decía: es que –porque ellos se oponen a una exploración petrolera. ¿Cierto? En ese momento, allá en su territorio– Y dice, el petróleo es la sangre y no se debe sacar, dice él, y empieza una lucha para mí marcadora –porque yo acababa de llegar de estudiar de Europa, una especie de exilio, y me encontré con esa lucha– y yo coincidí ahí mismo.

Eso marcó buena parte de las luchas políticas a las que me he metido, pero digamos eso que dijo Cobaría, aunque él no lo estuviese tramitando en términos del paradigma occidental científico, pues está coincidiendo con lo que dicen los científicos del panel de expertos de Naciones Unidas sobre la crisis climática.

El petróleo no se debe sacar, dicen los científicos occidentales. Cobaría decía, el petróleo no se debe sacar, porque es la sangre y si se saca se muere la tierra. Pues ambos coinciden, esto no sale en El País o en diarios mundiales, pero nosotros sí porque lo oímos ambos, estamos oyendo a los científicos y oímos a Cobaría hace unas décadas en su lucha indígena.

Pues, entonces que, dos paradigmas se han encontrado. Ahora ¿cómo eso se resuelve armónicamente? ¿Cómo ese encuentro hoy, entre ciencia occidental y concepción indígena, lo podemos volver armónico y volver poder, y volver transformación, porque se trata de que no desaparezcamos de la tierra, creo yo?

Pues mira la responsabilidad que hemos delegado en ese tema, porque queda en manos de Leonor, porque es precisamente allá, donde se tiene que discutir y resolver el tema. Ha quedado en manos de Leonor. Y entonces, Leonor honor tiene que, a nombre de toda Colombia, librar cotidianamente, porque es una burocracia tenaz, cotidianamente, las luchas por que se acelere la adaptación de la humanidad económica, cultural, etcétera, a un sistema que permita sobrevivir equilibrando con la naturaleza que supere la crisis climática.

Esto es, esto no estaba en la agenda hace diez años en los encuentros de la (Organización Nacional Indígena de Colombia) ONIC, etcétera, todas las reuniones.

Asumir el poder

Aquí estamos ante una complejidad diferente y hay que asumirla, hay que asumirla, es decir, lo que hemos logrado aquí es poder y ese poder es una droga, el poder puede destruir un ser humano, ustedes lo han visto, poder puede llevar a los peores crímenes, el poder es una droga con adicción, la gente con poder quiere seguir teniéndolo.

El poder te deforma la realidad. Eso no es sino ir, meterse al Palacio de Nariño y ya verán ustedes cómo se experimenta esa droga. Entonces ves los gobelinos y las sillas doradas y crees que eres un rey.

Incluso, es una trampa, porque cuando entra el presidente y cree que es un rey, que entonces, su mundo es eso, de sentarse en esas sillas doradas, sin ni siquiera tiene tecnología –yo creo que en el Palacio de Nariño no hay fibra óptica– es porque lo están engañando, porque el poder real está es fuera del Palacio.

Entonces los que detentan el poder real te empiezan a transformar y engolosinan al presidente con las sillas doradas, con la droga. Entonces salen llorando cuando les toca abandonar el Palacio de Nariño, que es horrible.

Pero nosotros no podemos, nosotros no podemos caer en esa droga, ahí si nos acabamos, nos fregamos. No, nos toca asumir un poder real que no está en el Palacio.

Y, digamos, lo que hemos puesto, bueno, el poder de restituir las tierras. ¿Somos capaces? No ¿Cómo?, obviamente esto tiene que tener movimiento social, esto es colectivo, esto no depende de una persona. El poder de pelear para superar la crisis climática.

El rey me decía anteayer, me decía

—Es que los problemas que ha surgido, el covid, la guerra de Ucrania, han disminuido la importancia del problema central que es la crisis climática.

Yo le decía:

—Pero es que el covid y la guerra de Ucrania tiene que ver con la crisis climática, se producen es por la crisis climática.

El covid, porque los murciélagos cambiaron de rutas buscando sus frutas, se encontraron con nosotros, el que tenía el covid se encontró con nosotros.

Y la guerra de Ucrania es por el gas. Es decir, es por los combustibles fósiles. Es decir, por lo que origina la crisis climática.

Entonces, la crisis climática sigue siendo el eje fundamental. Y hoy, desde Colombia, gracias a estos cambios, a este cambio de hegemonía, quien va a representarnos al frente de esa lucha es una mujer indígena, sabia, que yo le digo sabia. Esa sabiduría ahora toca meterla allá con todos los pueblos del mundo y asumir la pelea.

Ojalá toda esta conferencia, foro, pueblos, todo en general, todos los pueblos indígenas del mundo tienen claro, digamos esto, que la ciencia ha descubierto ahora últimamente.

Bueno, las circunstancias, entonces, son diferentes. Nosotros no queremos cooptar el movimiento indígena. O sea, que el movimiento indígena se vuelva Estado colombiano, yo creo, que haríamos un daño a la autonomía.

El movimiento indígena tiene que seguir con independencia, con independencia del gobierno: fortalecerse, etcétera, discutir y criticar el gobierno si es necesario.

Pero, también, tiene que asumir una tarea, también está dentro del Gobierno, y entonces hay que gobernar no solo para sí mismos, sino para todo el conjunto de la sociedad con toda su complejidad.

Esa nueva dimensión agranda la agenda, la vuelve muy interesante, la pone en otro terreno, quizás, con sus problemas, con sus virtudes.

Así que las y los invito no solamente a resistir –porque hay que seguir resistiendo–, sino a gobernar para cambiar realmente el país.

Bueno, gracias, muy amables.

(Fin/ndc/epr/mag/zia/jrp/jdg/aa/agp/gaj)

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