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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la clausura de la Asamblea Nacional Popular Comunal

Foto: César Carrión - Presidencia

Presidente Gustavo Petro saludando a los asistentes de la Asamblea Nacional Popular Comunal

Bogotá, 26 de marzo de 2023.

Un saludo comunal para todas las compañeras y todos los compañeros aquí presentes. Les agradezco mucho el sacrificio, que lo hay. 

El permanecer juntos durante días trabajando, discutiendo, debatiendo y congregarse hoy a que el Presidente de la República los escuche y a que sea, también, escuchado.

Al presidente de la Federación Nacional Comunal, Ceferino Mosquera Murillo.

A todos los presidentes y presidentas e integrantes de las juntas de Acción Comunal presentes.

A las ministras y ministros, casi todo el Gobierno, y funcionarios que se hacen presente aquí, en esta gran asamblea popular.

Los congresistas de la República que hacen, también, presencia.

Integrantes de los gabinetes departamentales, distrital y municipales.

A los medios de comunicación.

Y, en general, a toda la ciudadanía que nos acompaña el día de hoy.

He escuchado varias de las intervenciones. Indudablemente, aquí estamos ante una gran potencia. Un poder que se puede desatar si la voluntad de hacerlo nos acompaña, tanto a gobernantes como a ciudadanos como a ciudadanas.

Aquí se ha hablado de diferentes temas. Supongo yo, algunos propuestos por ustedes.

Después de una historia larga, era yo niño cuando veía en los barrios de obreros de Zipaquirá (Cundinamarca) las reuniones de juntas de Acción Comunal para hacer una sede por allí, para pavimentar una calle por allá. Los bazares, siempre, que buscaban los recursos.

Desde muy niño supe de la existencia de la Acción Comunal como una forma organizativa, de base, de las comunidades de Colombia rurales y urbanas, del potencial que podrían tener.

En algún momento, la clase política tradicional de Colombia, bajo los criterios de aquel viejo clientelismo que surgió a través del Frente Nacional, copto la organización popular a partir de unas dádivas.

La ponía a hacer fila buscando unos recursos, siempre pequeños. Y a partir de su influencia en los barrios y veredas intentaba conseguir los votos que siempre llegaban al otrora Partido Liberal, al otrora Partido Conservador, que se fueron confundiendo casi en la misma lógica, casi en el mismo programa, a veces sin decirle ya nada al cambio, a la transformación que necesitaba el país.

Paralelamente, el país se fue llenando de violencias. Lo fue inundando el narcotráfico. Nos fuimos hundiendo en unas guerras fratricidas. Se nos olvidó el trabajo en común, porque el espacio lo ocupaba el matarse los unos a los otros en muchas regiones de Colombia.

El trabajo en com​ún

El trabajo en común es una forma de construir en la práctica, y de manera cotidiana, la paz.

Nada más ajeno a la violencia que el trabajo en común. Esa costumbre que, en los pueblos boyacenses y cundinamarqueses hablaba, por ejemplo, de las mingas para hacer una plancha del segundo piso de una casa y se unían los hombres del barrio a ayudarla a construir. Después, un sancocho y unas cervezas.

Costumbre que venía de atrás, de atrás, incluso, de las tradiciones indígenas que nunca olvidaron lo que era el trabajo en común. 

El trabajo en común es el que construye la patria. El trabajo en común es lo que construye la democracia. El trabajo en común es lo que construye la paz.

Ahora, incluso, por allí, después de tantas décadas de olvidarnos, desde el poder del pueblo, desde el poder hacer negocios para unos cuantos, después de décadas en donde hemos observado como circuitos de carteles nacionales de la contratación entregan el erario a los mismos, como si Colombia tuviese una democracia hereditaria.

Ni hereditaria ni democracia. Como si el país, sus riquezas, su territorio, sus aguas su aire, sus dineros públicos, las cosas del común, tuvieran que ser repartidos para una minoría que poco a poco ha concentrado la riqueza, convirtiéndonos en uno de los países más desiguales de la tierra.

Desigualdad y violencia nos ha acompañado durante las últimas décadas, yo diría, durante los últimos siglos. Y no podemos seguir por ahí.

Cuando aquí un joven, una joven comunal, proponen que formemos al pueblo, que lo eduquemos, sabemos nosotros que no será en los grandes canales, privados, quizás, donde se permita esa educación popular.

La conectividad, la educación​ y la comunicación

Quizás, las redes no llegan, porque no hay conectividad en el 40 % del territorio nacional. 

Y entonces, buena parte del sector popular de Colombia no puede comunicarse, no puede formarse, no puede entender en muchos los problemas que están a quejando el diario vivir de Colombia y del mundo, porque llueve tanto, porque hay sequías, porque derrumbar las montañas, porque se quiebran las carreteras, incluso tan dificultosamente construidas por la misma acción comunal, porqué el país se embarca en las violencias porqué el país ha decidido cambiar con este Gobierno, el Gobierno del Cambio.

Formar, educarse, por tanto, es una buena tarea que no se puede transmitir ni en twitter ni en televisión, que se tiene que trasmitir allí, en la esquina, en el lugar de la tienda, en el lugar de la vereda, en la trocha, en el camino veredal, en el barrio popular en la plaza del mercado, allí, donde se come la fritanga y ahí donde se habla con los amigos.

O a veces, ya no se puede comer nada porque el precio los alimentos ha subido tanto que nos anega el hambre. 

Esa educación popular es fundamental para poder, no solamente resistir las cosas que han pasado en este país, sino para transformar esas cosas, para construir una patria en donde podamos caber todos, una patria de la democracia una patria de la justicia social.

Por tanto, señor Ministro, Viceministro que tuvo que un papel –compañero Gustavo García– un papel fundamental en la reunión que aquí se convoca, construir un departamento de comunicaciones popular que, a través de sencillas, pero bien hechas cartillas, pueda enseñar en el barrio las cosas que pasan en Colombia, las formas como tenemos que resistir y las formas que hay que utilizar para transformar la realidad que fue tan adversa al pueblo colombiano y que hoy se puede poner a su favor.

La educación, indudablemente, y la comunicación, son fundamentales y no las podemos abandonar en este Gobierno del Cambio, hacerlo sería un enorme error.

Pensar que, al interior del palacio, entre los salones fríos, allá en las sillas doradas, podríamos construir un buen Gobierno.

Un buen gobierno se hace es con el pueblo, se hace es en las calles, se hace es en los campos, se hace embarrándose los zapatos, no importa las marcas que se tengan, se hace con el sudor del pueblo, se hace con el abrazo de la mujer popular que siempre otorga la energía que hace falta, muchas veces, que siempre da el último aliento con el cual se pueden continuar en las batallas.

Mujer que hoy tiene que ser lideresa, que hoy tiene que gobernar, también, el territorio la sociedad la economía y el país, la producción de alimento y el agua, la posibilidad de reequilibrarnos con la naturaleza, que es la única forma como la especie humana puede sobrevivir.

Las comun​​idades energéticas

Aquí se han hablado de temas, indudablemente, que tenemos que profundizar. Cuando hablamos de las comunidades energéticas, estamos proponiendo, ni más ni menos, que el motor mismo del desarrollo la energía, un cambio de relaciones sociales de producción.

Yo diría de generación. Es que no son cinco monopolios, seis oligopolios los que tienen que dirigir los servicios públicos en Colombia.

Es que hoy las tecnologías en todos los niveles, la necesidad del mundo y de la humanidad de transitar desde esos capitales fósiles que están a punto de extinguir a través de la crisis climática, la especie humana y la vida toda en el planeta, hacia energías limpias.

Ese tránsito se da ya de las manos de los pueblos, de las manos de las comunidades.

Las reformas que estábamos proponiendo y que vamos a hacer, porque creyeron que con tumbar un decreto no podría ejercer las funciones constitucionales que me llevan a dirigir las políticas generales de los servicios públicos domiciliarios en Colombia.

Pues lo que yo quiero es abrir el camino, no de un mundo de regulaciones de mercado hechas para colocar de rodillas al usuario de servicios públicos a través de las facturas, sino para lograr que ese que hoy llaman el usuario, la usuaria, se conviertan en propietarios de la generación de la energía eléctrica en Colombia, del cuidado del agua, del agua potable y de la economía circular.

Las comunidades energéticas, nombre que me invente por ahí tratando de innovar en el lenguaje político de Colombia, las comunidades energéticas existen en el mundo.

No es, en realidad, una invención, es un cambio de las sociedades, en donde una familia, un barrio, una comunidad agraria, una comunidad indígena, un colegio, si se quiere, hoy pueden ser generadores de energía eléctrica. 

Y, por tanto, bajar las tarifas. Ya no son seis las empresas que podrían generar energía eléctrica en Colombia.

Hoy pueden ser millones de colombianos y colombianas las que pueden autogenerar su propia energía, e incluso, vender la energía al conjunto del mercado nacional. 

Solo se necesita un Estado que apoye, solo se necesita una formación para poder usar esas nuevas tecnologías en la casa, solo se necesita organización para implementar las comunidades energéticas de Colombia.

Nosotros queremos que sean ustedes, las juntas de Acción Comunal, las que se coloquen al hombro, se echen al hombro, la tarea de organizar en cada barrio, donde más sol haya, mejor, en cada comunidad, la construcción de una enorme red de generadores de energía eléctrica a partir de las comunidades energéticas de Colombia. 

Son tareas que cuando yo era niño ningún dirigente de Acción Comunal ni ninguno de nosotros podíamos entender en ese entonces. Eran otros los tiempos, era otro el mundo. Hoy se abren los campos de las posibilidades de la organización popular a partir de las nuevas tecnologías.

Por eso, la Acción Comunal debe transformarse sin perder su esencia, sin perder sus valores, para con el Gobierno sin supeditarse a él, mano a mano en un trabajo comunal, cooperativo, poder construir la nueva estructura de la red de servicios públicos en Colombia que permitan que el usuario ya deje de ser usurario y usuaria y se conviertan en el rey, en el eje, en el actor fundamental de los servicios públicos domiciliarios en el país.

Las vías ca​​mpesinas

Hemos propuesto que esas vías campesinas, que ahora se llaman por los tecnócratas, vías terciarias, se puedan reconstruir en el país.

Se han colocado unos recursos para reconstruir, mejorar, habilitar, 30 mil kilómetros de vías campesinas en todo el país.

No queremos que simplemente el (Instituto Nacional de Vías) INVÍAS recoja formularios de peticiones de la Acción Comunal a ver si le solucionan tal vía, tal otra, en tal vereda, en tal departamento.

Lo que queremos es que las Acciones Comunales veredales se reúnan en cada departamento y decidan cuáles son los tramos prioritarios en que la inversión pública, contratando a la Acción Comunal, pueden rehabilitarse y pueden ponerse al servicio de la producción de alimentos y del hombre y de la mujer campesina en Colombia.

No los queremos como si nosotros, el Gobierno, simplemente escucháramos en una especie de Real Audiencia, esperando sus solicitudes a ver qué funcionario por allí, en algún rincón de un Ministerio, decide sí, si decide no, generalmente casi siempre decide que no.

No. Lo que queremos es que sean ustedes gobierno, poder ser poder, es tener la decisión del funcionario.

¿Cómo se llama en nuestro léxico constitucional? Es un servidor no es un rey, es un sirviente o una sirvienta del pueblo. Esa es la democracia. Por tanto, quien decide es el pueblo no el funcionario.

Así que colocar al servicio del pueblo, al servicio, es decir, servir, la institucionalidad de Colombia es lo que queremos hacer en un tema tan concreto cómo reconstruir las vías de la alimentación de Colombia tan dejadas, tan abandonadas, cómo han sido abandonados los y las campesinas de Colombia.

Esperamos de ustedes, entonces, la realización de cabildos o asambleas o como quieran llamarlo en cada departamento, en donde se convoquen las Acciones Comunales veredales, rurales, para en una discusión sana, porque no alcanza la plata para todo, cómo siempre, sabemos, se pueda priorizar cuáles vías del campesinado son las primeras en construir.

Empezando por las vías de la paz, las que consolidan los acuerdos firmados, en donde el Estado se ha comprometido a que no volverá a levantar fusiles contra el pueblo.

Esa prioridad de la paz, esa prioridad de la alimentación, esa prioridad del campesinado de Colombia, puede ser tramitada a partir de las Juntas de Acción veredales. 

Así que esperamos la realización de esos eventos a lo largo y ancho de Colombia, que tiene que ser, máximos, dentro de dos meses, dentro de un mes, para que estemos listos a una gran inversión pública que en lugar de ir al gran contratista, que casi siempre termina en las cárceles por corrupción, pueda ir a las decenas de miles de acciones comunales, que sea el pueblo el que pueda contratar con el Estado para que el empleo se pueda irradiara a través del recurso público el trabajo comunal y para que se pueda beneficiar en realidad la comunidad campesina.

Y, sobre todo, para que no se pierda un solo peso del erario, no se lo roben. Cada uno y una de ustedes, y allá en las juntas completas, en cada barrio y cada vereda, deben ser veedores, cuidadores del dinero público, para que hasta el último centavo se convierta en beneficio popular. 

Queremos, y se ha hablado aquí de las comunidades de conectividad, otro término que me inventé por ahí en algún discurso, precisamente, porque necesitamos formación, porque necesitamos comunicación. 

Un filósofo muy importante alemán aún vivo, creo, espero que aún esté vivo, se llama Jürgen Habermas –disculpen mi alemán– dijo algo en una entrevista, y dedicó su vida ese tipo de teoría filosófica, afirmando que la violencia es el producto de la ausencia de comunicación. 

Los colombianos nos hemos matado entre sí, porque no nos hemos hablado. Por allá en la época de los abuelos se mataban por un color rojo y por otro color azul y no había diálogo entre los del rojo y los del azul.

Usaban las emisoras, en aquel entonces, hasta los púlpitos llegaron a usar, para desencadenar de una manera sectaria la violencia contra el otro, que era el vecino, a veces el familiar, a veces el amigo de los tiempos de antaño, simplemente, porque era del color del otro partido. 

Np se hablaban en los caminos de Colombia. Cuentan los abuelos que era difícil que un bus pasara, porque si allí adentra iban conservadores el retén liberal podía matarlos a todos, o al revés.

Y nos destruimos. Trecientos mil colombianos, muchos niños, murieron allí de una manera bárbara, cuando apenas éramos 11 millones de habitantes y la mayoría habitaba los campos que se llenaron de terror, de miedo y de tristeza.

Y esa es una de las tantas violencias que nuestra historia cuenta. Esas violencias son el producto de la ausencia de una comunicación entre la sociedad colombiana.

 

 

​La comunica​ción social

Algo que podríamos llamar comunicación social, hablando de que es la sociedad la que tiene que dialogar entre sí y no, simplemente, la voz del más poderoso en economía, en riqueza, que nos dice como tenemos que vestirnos, que tenemos que pensar, como tenemos que decir, que es lo bueno y lo malo, como si estuviera facultado para hablar a nombre de todas y de todos.

La comunicación social en la democracia es de millones. Por tanto, hay que tener miles de formas comunicativas.

Y aquí también la tecnología brinda unas opciones a través de eso que se llama la fibra óptica.

A través de estos aparatos podemos –y antes no lo podíamos hacer– abrir las ventanas del universo e informarnos hasta de lo máximo de la ciencia, de la información del arte, del saber.

Podemos saber qué es lo que pasa en Kamchatka (península volcánica de 1.250 kilómetros de longitud, situada en el Extremo Oriente ruso y que se interna en el océano Pacífico), que pasa en Múrmansk (ciudad portuaria de Rusia, ubicada en la costa norte de la península de Kola, frente al mar de Barents y próxima a la frontera con Noruega y Finlandia) y cómo va la guerra en Ucrania.

Pero, también, que nos comuniquemos con el vecino, con la vecina, nos organicemos, empecemos a resistir y, más allá, empecemos a construir las bases del gobierno popular. 

Las comunidades de conecti​​vidad

A esto le hemos llamado comunidades de conectividad. Un barrio puede extender la fibra óptica. Lo hacían los parabólicos que vendían el servicio de televisión, los perseguían y los volvieron ilegales, incluso, porque vendían un servicio que era una extensión de fibra óptica que podía llegar a cada casa y que le llamábamos el cable.

Eso mismo se puede hacer hoy. Esa misma fibra óptica y esa misma manera de organizarse en un barrio, solo que ahí ya no va simplemente la información de un canal televisivo, sino que puede ir toda la información del mundo para que el niño y la niña se eduquen. No solamente para ver señoras en paños menores y las señoras a veces miran a los señores. No, yo no digo que no, si se les da la gana, pues, lo hacen.

Pero, para educarse, para formarse, para dialogar, incluso con todos los pueblos del mundo, para comunicarnos socialmente, esa comunicación social se nos vuelve organización, se nos vuelve poder, se nos vuelve paz, porque, como decía el filósofo, entre más comunicación exista en una sociedad más paz habrá. Más diálogo, más paz. 

Nosotros los humanos nos distinguimos, en realidad, del resto de la vida por hablar. Por tanto, la Paz, la solución de las guerras, de los conflictos se hace es hablando, comunicándonos. 

Yo invito, entonces, a la Junta de Acción Comunal a organizar las comunidades de conectividad.

La ministra aquí de comunicaciones, (Tecnologías de la Información y la Comunicación) TIC que llaman, debe poner el presupuesto al servicio de cada acción comunal que quiera extender la fibra óptica, sea en el campo, sea en la ciudad, para organizar la conectividad, el wifi que llaman, la banda ancha que permita que nuestros niños puedan estudiar, complementar sus saberes y que permita la organización popular en toda Colombia, que permita que no nos dejemos engañar. Ni engaños del gobierno ni engaños de los poderosos de la economía.

Un movimiento popular fuerte implica saber manejar la información, saber cuándo nos engañan, saber cuándo reaccionar, saber cuándo –cómo dicen por ahí ahora–

que el golpe blando.

Pues yo les digo, que ni se les ocurra, porque el pueblo sabe qué hacer si hay un tipo de actividad como esa. 

Para ello, la comunicación, que se llene Colombia de decenas, de miles de comunidades de conectividad usando la fibra óptica que ya llega a cada municipio. Solo hay que extenderla y llevarla a la casa.

Y eso que esperaba el mercado que hiciera cada usuario, poniendo una plata que no tiene, lo debe hacer el Estado, para llevarle la banda ancha a cada hogar colombiano en esos lugares, en donde ni siquiera un aparato de estos es capaz de comunicar.

La olla pop​​ular 

Y hemos hablado de la lucha contra el hambre, de la olla popular. No es un invento, esa sí existía.

Las ollas comunitarias hoy son absolutamente necesarias allí, donde El niño tiene hambre, dónde el viejo tiene hambre, donde no hay la opción por las circunstancias del mundo, porque nos decidimos de manera tan errónea hace años –no nosotros, sino los que gobernaron– a importar los alimentos y a dejar de producirlos en Colombia, cuando aquí producíamos el trigo, la cebada, el maíz, el arroz. Ahora qué importando. 

Con la guerra de Ucrania se subieron los precios. Solo bloquearon un puerto que se llama Odesa, allá en el Mar Negro, y todos los precios de alimentos del mundo se subieron.

Y un país como este, tan rico en agua, tan rico en tierras fértiles, terminó viendo cómo su población se hundía en el hambre. Y cómo el hambre anegaba buena parte de los territorios de Colombia. 

¿Cómo tener hambre en medio de la tierra fértil? Pues hay que hacer producir la tierra fértil. 

Aquí se reunió, en este mismo lugar, con esta misma capacidad multitudinaria, la Convención Nacional Campesina.

Les dijimos en ese entonces, es hora de producir las tierras. Claro que la tierra tiene que ser para quien la quiere trabajar. La tierra fértil no puede ser del monopolio de asueto, simplemente por tener poder de unas personas que no siembran ni una mata de yuca.

Algunas que la usaron para lavar activos y dólares del narcotráfico y no tuvieron ningún empacho en producir la masacre, la sangre regada sobre el surco para desplazar a millones de campesinos y campesinas y dejar las tierras desocupadas de seres humanos y de alimentación. 

La ministra de Agricultura aquí presente tiene una tarea que es la reforma agraria. La Reforma Agraria es poderle entregar el agua y la tierra a la mujer campesina para que haya alimentos, y muchos, en Colombia. 

La reforma agraria no es un invento de comunistas. En todos los países desarrollados de la tierra han hecho reformas agrarias. No la dejan improductivas, no la dejan en manos improductivas. 

La reforma agraria es esencial para industrializar, para el desarrollo de Colombia, para elevar el nivel de vida del pueblo. Y por eso, esa tarea se vuelve urgente.

Ojalá esos alimentos se transporten a través de la Acción Comunal. Abastecer el barrio donde hay hambre allá, en el lugar donde la niña y El niño pueden morir de sed o de hambre. 

La Acción comunal puede ayudarnos en la lucha contra el hambre en Colombia. Es una batalla que desde la campaña electoral hemos anunciado. 

Luchar contra el hambre es fundamental para que este pueblo que ha resistido tanto, y tanto dolor, pueda volverse poder en Colombia.

Y aquí, me permiten ustedes, fuera de estos temas y otros más que ustedes han tocado, podríamos hablarlos todos. 

Me quedaría sin voz si habláramos del arte, del deporte, de la juventud, de la educación

Pero yo creo que la reunión de ustedes, que yo creo que es histórica, espero que sí. 

Yo quería que la Acción Comunal se reuniera nacionalmente, que sintiera el respaldo del Gobierno, que reviviera en muchas partes, que floreciera como organización popular.

No porque allí donde hay cabildos indígenas, autoridades indígenas, allí donde hay comunidades afro, allí donde hay otras formas de organización popular, entonces no las vayamos a querer. No.

Lo que queremos es que haya una alianza entre organizaciones populares de Colombia y que el Gobierno pueda ponerle el cemento a esa alianza, pueda despertarla. 

No es una sociedad muerta la que queremos, inmóvil. Lo que queremos es que el pueblo colombiano asuma las posibilidades que este momento político de la historia del país abren. 

Es que no tenemos un Gobierno que va a levantar fusiles o gases lacrimógenos contra los ojos de la juventud. No tenemos un Gobierno que le va a decir a su Fuerza Pública, no, disparen contra la población porque nos asustan sus manifestaciones. Para nada.

Lo que queremos es que surjan las manifestaciones, lo que queremos es que la sociedad se mueva.

No hay posibilidad de hacer un cambio en Colombia, si nos dejan solitos, allá dentro del Palacio frío de Nariño, o en los salones del Congreso de la República.

Ahí terminamos enredados. Hemos hecho esfuerzos de concertación, hemos hablado con todos los partidos políticos, me he reunido con (el expresidente Álvaro) Uribe varias veces.

A mí no me da temor dialogar, porque dialogar es de humanos y nada más que de humanos.

Porque este país está cansado de la confrontación, porque es hora de entendernos unos y otras.

Aquí a nadie se le ha pedido un carnet de afiliación política para asistir a esta convención. A nosotros no nos interesa preguntarles de qué o cuál partido son.

Nos interesa es que el pueblo se mueva. Nos interesa que el pueblo sienta que tiene el poder, que llegó el momento de tenerlo, que no eran simplemente unas elecciones, que por fin después de dos siglos ganamos.

Eso que se puede ver tan portentoso, y que lo es indudablemente, un triunfo histórico. La Alianza Nacional Popular no pudo hacerlo, Jorge Eliécer Gaitán no pudo hacerlo, no lo dejaron. El general Rafael Uribe Uribe no pudo hacerlo, lo acabaron a machetazo limpio en las gradas del Congreso de la República.

No lo pudo hacer el M-19, le mataron a su Carlos Pizarro. No se pudo hacer en tanto tiempo de la historia.

Y de pronto, no tan de pronto, había que meterle inteligencia, verraquera, había que interpretar sueños, esperanzas, pero lo logramos. Se pudo.

Ese sí se pudo todavía no está en pasado, se puede. Puede viene de poder. Es el momento del poder popular. Es el momento de dar esos pasos, de que el pueblo trabajador sienta que tiene un Gobierno que es propietario de un Gobierno.

Por eso esta invitación que les hemos hecho a ustedes para comenzar, lo que podríamos llamar una alianza entre el Estado y el pueblo, una alianza entre el Gobierno y la organización popular.

Queremos que Colombia se organice en toda su diversidad, sin distingo de partidos, que haya una conciencia popular.

Y creemos que la Junta de Acción Comunal puede tomar las riendas de ese proceso.

Los hemos invitado a ustedes para que organicen a Colombia. Los hemos invitado a ustedes para construir algo que vamos a llamar la unidad popular.

Aquí, en esta universidad tan golpeada, pero qué es la universidad de excelencia de Colombia. Aquí, desde los tiempos del padre Camilo Torres Restrepo, no había yo nacido, se empezó a forjar el movimiento popular de Colombia.

Desde esos salones, intelectuales, profesores, jóvenes dirigentes, ayudaron a construir las cimientes del movimiento campesino, del movimiento obrero, del movimiento comunal de Colombia, de las mujeres, del feminismo, de la intelectualidad alternativa, de las nuevas ideas, de los nuevos faros por donde pudiera construirse una humanidad, una justicia social para Colombia.

Bueno, aquí se han reunido la Convención Nacional Campesina y, ahora, la Gran Asamblea Popular de Acciones Comunales.

Cita para el primero de mayo

Ojalá el primero de mayo, ya próximo, me permitan, Ministra del Trabajo (Gloria Inés Ramírez) asomarme al balcón de nuevo con el pueblo trabajador. 

No solo el pueblo de los sindicatos, que también, sino ese hombre y esa mujer que todos los días madrugan para trabajar, que no están en ninguna organización, que los pueden echar dentro de un mes, dentro de dos meses, que acosan sexualmente a las mujeres.

Tanta gente que se sacrifica para sacar una familia adelante en las peores circunstancias y condiciones laborales, a mí sí me gustaría que este primero de mayo todas las acciones comunales me acompañaran allá, en el Palacio de Nariño y que el pueblo trabajador llegase.

¿Para qué? Para expresar un mensaje a las fuerzas políticas y sociales de Colombia.

Es que no queremos más esclavismos. Es que queremos dignidad laboral. Es que queremos justicia social. Es que un pacto social comienza por la dignidad la mujer trabajadora, del hombre trabajador, de su estabilidad, del derecho a pensionarse, del tener derecho a un buen vivir.

¿Por qué en Colombia no podemos, si tanta riqueza tenemos? Claro que hombro a hombro, mujer y hombre trabajador, pueden, con quien quieran, emprender, construir grandes empresas y, con la ayuda del Gobierno, impulsar el desarrollo nacional.

¿Quién dijo que subir salarios, bajar jornadas, hace que el pueblo termine vendiendo calaos en la esquina? 

El pueblo vende calaos en la esquina, porque no hubo una reforma agraria, porque aislaron al hombre campesino de la tierra, lo condujeron al páramo y a la gran ciudad, desde hace un siglo y sus hijos y sus nietos nunca pudieron tener la oportunidad económica y tienen que andar vendiendo ‘bonice’ por las esquinas de las grandes ciudades.

Y a veces, más tristemente, tienen que vender el cuerpo en las calles de la prostitución de una ciudad que se convierte en una especie de hoguera de seres humanos.

No es el culpable el que tenga una estabilidad laboral de las condiciones de miseria de la mayoría del pueblo colombiano, como quieren hacernos entender. Eso es una mentira. 

Eso les decían a los esclavos cuando algunas personas hablaban de liberar a Colombia de la esclavitud. Les decían oigan, no rompan las cadenas de sus amos porque ¿qué van a ser libres en las calles? Se van a morir de hambre. Pues los seres humanos siempre hemos querido ser libres y dignos.

Y entonces es la hora de decirle al pueblo trabajador que es posible una estabilidad laboral, que es posible una reforma laboral si el campesinado, que aquí se reunió, si ustedes, la acción comunal, si el pueblo que trabaja, nos juntamos este primero de mayo y ahí, en ese Palacio que solo recibía oligarcas, narcotraficantes muchas veces, bandidos que se quedaban con el dinero, que casi nunca observaban desde ahí al pueblo, porque se encerraban en la frialdad de los salones dorados.

Sí, ahí entra el pueblo trabajador ¿qué? No sería un mensaje, no para 300 o 400, para decenas de miles de personas que le pidan al Congreso, llegó la hora de las reformas.

Las reformas sociales son la paz, podemos discutirlas como queramos, pero la reforma social que busque el derecho a la pensión, el derecho al trabajo, el derecho a la tierra, el derecho a la salud, el derecho a vivir en Colombia, son las reformas fundamentales de la justicia social y de la paz.

Encontrémonos, por tanto. Se inicia la tarea de la gran organización popular en Colombia. 

En su diversidad, se inicia el momento de la unidad popular en Colombia, que el pueblo sepa que tiene un Gobierno y que hay una sociedad, y que Gobierno y sociedad iniciaron las transformaciones y quieren ser el verdadero cambio histórico de Colombia.

Comunales, tienen ustedes aquí un puesto, un deber indudable, una responsabilidad, pero también un derecho. 

Ustedes tienen el derecho a ser Gobierno, tienen el derecho a ser las propietarias y los propietarios del Gobierno de Colombia, del Gobierno que encause esta sociedad al cambio, a la paz, a construir una potencia mundial de la vida en Colombia.

Gracias, muy amables.

(Fin/pma/magm/cb/zia/ciafr/erv/gaj)