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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la clausura de la Cumbre de los Pueblos

Foto: Leo Queen - Presidencia

Presidente Gustavo Petro en la clausura de la ‘Cumbre de los Pueblos’, en el Parlamento Europeo en Bruselas

Bruselas, 18 de julio de 2023.


Bueno, yo ya tuve el saludo aquí a los y las presentes, a todos y todas ustedes; a la mesa, que nos ha invitado a esta reunión. 

Tuve ayer la oportunidad de expresarme en la Cumbre de los Pueblos, de hacer algunas reflexiones sobre cómo vemos el mundo y cómo interpretar esa lectura en función de una transformación. Que en mi opinión nunca va a ser igual al pasado. 

El hecho de una historia que fluye hacia adelante sin poderla predeterminar, hace que tengamos que quizás tener una actitud muy creadora, muy innovadora, en relación a la acción política. Una acción política creativa en el mundo de hoy, que no repite modelos, a pesar de que no se puede olvidar la historia. La historia nunca se repite, fue lo que dijimos ayer; nunca se repite.  

Aquí estamos en función del intento de hacer una alianza entre dos bloques sociales diversos, indudablemente, económicos y políticos también, con mucha diversidad. 

La construcción de la Unión Europea y una construcción incipiente de integración de la América Latina. La integración latinoamericana ha sido más discurso que realidad. 

La integración europea, al contrario, ha sido más acción que discurso. 

Comenzó construyéndose alrededor de un proyecto concreto, energético, del cual hoy, si lo quisiéramos repetir, nos daría vergüenza, porque era una articulación alrededor del carbón, la fuente de energía fundamental en aquellos años, hace décadas. Es decir, el articulador de la Unión Europea fue la energía fósil. 

Hoy, obviamente. no podríamos repetir esa historia. 

En cambio nosotros hemos lanzado muchos discursos alrededor de la unidad latinoamericana, pero el proyecto en sí mismo no cuaja todavía. 

Estos dos mundos se han acercado en estos dos días, han cruzado ideas, opiniones. Una discusión alrededor de un texto, una declaración que es sintomática por lo que ha producido. Horas y horas de discusión, incluso sin acuerdo hasta último momento, hace unos minutos, que va mostrando, digamos, la tensión política que se está viviendo en los tiempos de hoy, el mundo que tenemos hoy. 

La Unión Europea se ha centrado básicamente en un tema que era su interés fundamental, que es ajeno para nosotros: la guerra de Ucrania. 

De alguna manera, mostrar la construcción de un bloque en el mundo, América Latina y Unión Europea, alrededor de (Volodimir) Zelensky y del apoyo de una estrategia política, económica y militar, obviamente. Esa era su prioridad. 

Al interior de la Unión Europea, indudablemente hay una derechización que no es artificial. Yo creo que tiene que ver con la derechización de sus propias sociedades. Sociedades que tienen mucho que perder en el mundo contemporáneo de hoy. 

Al contrario de lo que se decía en el siglo XIX, las revoluciones las hacen quienes no tienen nada que perder. Hoy la sociedad europea tradicional tiene muchísimo que perder y tiene miedo. Y los miedos generan las extremas derechas. 

E s el miedo lo que construye –y en eso Colombia sí que ha tenido experiencia– la extrema derecha, el fascismo, el nazismo, si queremos ponerlo en términos del pasado, la entrada de los países exsoviéticos, ex socialistas a la Unión Europea, indudablemente ha marcado más este ritmo.

Esta mañana nos reunimos lo que se llamó el encuentro de socialistas y demócratas, en un hotel aquí cerca de este lugar, y Europa sólo tenía seis gobiernos de 27, enmarcados más o menos en esa línea. 6 de 27. 

Y entonces con ese bloque era que estábamos hablando nosotros. 

Nosotros, América Latina, indudablemente tiene fuerzas centrífugas que no han permitido un proyecto de integración real. 

Ya hay una fuerte interdependencia económica entre México y Estados Unidos, real. 

México hace las veces más o menos de Ucrania, no en términos políticos, sino en términos económicos. 

Quizás Ucrania quisiera reproducirse como se ha reproducido México. No hay pieza industrial norteamericana, de empresa norteamericana, que no pase por procesos productivos en México. Eso ha dado un éxito relativo en la industrialización mexicana, muy superior a la que ha tenido el resto de América Latina, pero obviamente esa interdependencia hace, construye, una realidad que no es propiamente la unidad latinoamericana. 

Y Brasil, que viene a ser la principal economía latinoamericana, pues mira hacia afuera también. Las posibilidades de unidad de los BRICS, como se llaman ahora, la India, China, Sudáfrica, Rusia. Al final, digamos, hay una discusión de en qué mundo juega América Latina; por dónde juega, hacia dónde va. 

Hay quienes todavía conservamos la tesis de priorizar la unidad propiamente latinoamericana. No inscribirnos en ningún tipo de bloque externo nosotros, sino pensar en nuestra propia unidad, integración, etcétera. 

Lo cierto es que estos dos mundos se encontraron ayer y hoy. Y se pusieron en tensión con su propia diversidad política interna. 

América Latina tiene proyectos de derecha, ha alternado proyectos, eso ha sido un aprendizaje. Países que han podido pasar de la derecha a la izquierda, o viceversa; no tiene proyectos consolidados propiamente. Quizás el mexicano es el más consolidado de todos, por su apoyo popular permanente y sólido durante muchos años.

Proyectos acorralados como el venezolano, como todos sabemos. 

El proyecto chileno, pues –y es un tema analizar, cómo una sociedad puede pasar de dar una victoria electoral, un proyecto progresista y profundamente progresista, y pasar a los pocos meses, el mismo electorado a rechazarlo, y a votar incluso por todo lo contrario: la restitución de Pinochet en la Constitución.

Es un tema de análisis, obviamente no es este el momento para hacerlo, pero preocupante. Porque entonces estamos en una inestabilidad política que uno podría asimilar mucho a la inestabilidad climática. Es una variabilidad que tendríamos que entrar a comprender. 

En general, como ya pasó en Bolivia, otros proyectos han logrado recuperarse después de golpes de Estado y de golpes de fuerza. El mismo Brasil, etcétera. 

Nosotros no tenemos una tradición de izquierda en los gobiernos de Colombia; nunca había existido. 

Quizás podríamos encontrar algunos pálpitos en la historia del siglo XIX y un proyecto modernizador en la historia del siglo XX, en 1936, muy parecido a (Franklin D.) Roosevelt y a (Mustafá Kemal) Atatürk en Turquía. Pero que fue fundido en sangre, digamos. 

La guerra perpetua, la sangre, la violencia permanente ha llevado a la inexistencia de gobiernos de izquierda en el país y a la idea de una insurgencia eterna.

Que en mi opinión es un profundo fracaso histórico. 

Yo fui insurgente. No puede haber insurgencia eterna. Un cuerpo social permanentemente armado durante décadas, por generaciones, pues termina degradado, porque el fin de un proyecto político no es el arma, no es matar al otro; es transformar a una sociedad. 

Y cuando se confunde lo uno y lo otro, aparecen procesos de profunda degradación humana, incluso social, política, cuyo resultado final ha sido una impotencia en la transformación de Colombia. 

Nosotros rompimos un poco ese hecho. Tenemos un año, así que está por verse qué pasa. 

Pero esta diversidad de proyectos, al encontrarse con la Unión Europea, entonces Realmente lo que encuentra es una especie de soledad. 

Aquí no está pasando lo mismo. Aquí lo que está pasando es una derechización real. 

Los movimientos alternativos europeos, que antes nosotros mirábamos como faros, hace unas décadas ahora nos miran es a nosotros. Y entonces nos preguntan ¿y cómo hacemos?

Indudablemente hay un, digamos, hay un balbuceo y una tensión en el mundo que es importante entender. De eso hablamos ayer. 

Yo soy casi, estoy absolutamente convencido de lo que empieza a definir la política en el mundo, los conflictos sociales y la posibilidad de una transformación, es la crisis misma del capitalismo. 

Es decir, es el mismo capitalismo que nos está enseñando las rutas. No propiamente nuestra invención, no propiamente nuestra ilusión. 

En realidad, yo no sabría decirles si es preferible apoyar a Estados Unidos o a Rusia. Me parece que es lo mismo. Me parece que en el juego de la política mundial realmente no tenemos alternativas sociales. 

Tenemos alternativas quizás militares, de coyuntura política, de alianzas coyunturales. Pero la alternativa al actual sistema y régimen económico mundial, porque es dominante en todo el mundo, parte y quizás sale del mismo capital, porque el capital ha encontrado un límite. Fue lo que dijimos ayer.

 


Los revolucionarios siempre pensamos que cada año había llegado el capital a su límite. Esa era nuestra creencia. Y por ahí si uno lee los libros de antes pues se encuentra, claro, ya uno, claro, fácil decirlo es pos, en ese momento no.

Pero lo cierto es que no fue así. El capitalismo tiene una enorme vitalidad para superar sus propias crisis y ha ido construyendo este mundo de hoy incluso una utopía del capital que no era que no estuviera descrita y analizada desde el siglo XIX. 

Si uno vuelve a los textos clásicos, pues puede entender el mundo de hoy. Sobre todo en esta, que es su principal crisis, la crisis climática. 

Lo decía bien Alicia Bárcenas (Secretaría de Relaciones Exteriores de México). Es que la crisis climática rompe completamente el paradigma. Si uno lo mira desde la teoría económica, rompe el paradigma de la creencia de que un mercado libre lleva al bienestar, que es el Teorema de Walras, que está en el fondo de toda ideología política de los gobiernos del mundo de hoy, de la televisión, incluso de la cultura de la sociedad. 

La libertad de los mercados nos llevó al punto de extinción de la humanidad, no al máximo de bienestar, luego se rompió el paradigma teórico. 

Ahora, esa ruptura de paradigmas mentales, de conocimiento, el pensamiento indudablemente está anunciando lo que será una ruptura política muy intensa y social en la humanidad que nos toca vivir, y a la cual tenemos que prepararnos. En cierta forma, estos ejercicios de gobierno son formas de preparación previa, porque es la extinción de la humanidad lo que se ha puesto en el orden del día.

Cuando los europeos se reúnen con nosotros a nivel institucional, que saben qué significa la crisis climática, porque es una lectura y un mensaje que nos ha entregado la ciencia –no los partidos políticos–, la ciencia misma, y que anuncia a través de sus teorías científicas la debacle de la vida en el planeta a partir de la acumulación del capital, pues he ahí que ese es su límite. El capital no puede ir más allá porque sólo habría muerte. La acumulación de capital no podría ir más allá porque sólo provocaría la extinción. 

Y allí viene una tensión ideológica y política, que es la que estamos viviendo. Las tendencias, la creencia, incluso la utopía de pensar que el capital mismo puede resolver el Frankenstein que creó. Esa es la Unión Europea, esa creencia. 

Si uno escucha esta mañana a la Presidenta de la Comisión (Europea, Úrsula von der Leyen), ella decía algo que me pareció muy interesante porque ella decía no es que tenemos que apoyar al capital privado, porque sin el capital privado no podremos resolver la crisis climática. 

Fue el capital privado lo que produjo la crisis climática. No fue nadie más, no fue África, no fue América Latina, no fueron los socialistas, en la oposición, incluso no fueron los gobiernos. El mismo capital en la lógica de la acumulación, la codicia, porque es la ganancia el motor de eso, la maximización de la ganancia maximizó el consumo de carbón y petróleo, y por tanto el cambio químico de la atmósfera. 

Eso nos lo dice ya la ciencia y lo podemos articular con conceptos que ya se habían escrito en la economía política en el siglo XIX. Se articula y es claro: el cambio químico de la atmósfera es el reflejo de la acumulación de capital. 

Solo que ese cambio químico de la atmósfera mata hasta el capitalismo, al capitalista más poderoso del mundo, a menos que piense irse a vivir a la luna o Marte, que parece que sí. 

Pero mata la vida en el planeta Tierra. 

Es decir, que estamos ante una discusión pues muy interesante si pudiéramos verla desde lejos, pero que nos implica a todos vitalmente. Es la discusión entre la vida y el capital. 

Marx hubiera dicho entre la clase obrera y el capital. Pero creo que hoy la contradicción se colocó fue entre la vida y el capital. 

Y por tanto es una contradicción imposible. Si acaba la vida, acaba el capital. Punto.

Y como nosotros queremos la vida, y ahí donde se puede construir la alternativa, como la humanidad, no creo que se deje extinguir, porque hasta nuestros instintos más animales internos van a reaccionar en favor de poder seguir vivos y procrearnos, que esa es la tendencia humana, humana y animal que somos, pues entonces va a haber un enfrentamiento y está habiéndolo, con el capital. 

El tema de la crisis climática a mí me parece que está demasiado discutido y debatido en la institucionalidad de presidentes que no pueden tomar decisiones, de poderes públicos que se castraron hace tiempo –disculpen la palabra–, se autoeliminaron a través de todo el periodo del neoliberalismo, que es porque el neoliberalismo trataba de eso, de disminuir el poder público. 

Y ahora un poder público disminuido, endeudado, sin capacidades de planificación, incluso en la principal economía del mundo, los Estados Unidos, tiene que acometer la tarea de solucionar el Frankenstein del capital y, obviamente, no tiene todos los instrumentos, lo que hacen –y las COP son una demostración de eso, o la reunión de esta mañana de la Unión Europea de América Latina– es construir retórica sobre la crisis climática, pero no actuar. 

Matemáticamente se podría demostrar si hay la posibilidad de un capital verde, como se insinúa.

Que es emisiones, o niveles de gigas de energía limpia producidas en un año y de energía sucia, o fósil. ¿La está sustituyendo o están creciendo ambas? Porque si están creciendo ambas, no estamos solucionando la crisis climática, la estamos aglomerando. 

Matemáticamente, solucionar la crisis climática en un tiempo que está cronometrado, que no puede extenderse más allá de cierto límite, es sustituir la energía fósil por la energía limpia, y eso significa sustituir un capital por otro dentro del capitalismo. Eso significaría que tendría que ser profundamente más rentable el capital limpio que el fósil, y resulta que la rentabilidad depende es de la explotación de la fuerza de trabajo, no simplemente de un cambio tecnológico. 

Y el capital no quiere escaparse de explotar la fuerza de trabajo, porque si no se acaba. Y hasta el día de hoy el carbón y el petróleo le permite, a través de su tecnología, explotar y controlar la fuerza de trabajo en todo el mundo, y China es un ejemplo de ello.

Y en cambio las energías limpias son más disipadoras, digamos, son más democráticas, es que se puede producir energía limpia desde una casa, desde la casa de un obrero de hoy, Esto cambia el panorama. 

Es que se puede producir desde el Sahara, se puede producir desde América Latina. Es que la región más potente en producir energías limpias es América del Sur. Tenemos el tercer pilar climático, la selva y la potencialidad. 

Y eso cambiaría la geopolítica. No sería el norte, sería el sur. 

¿Van a aceptar eso en las COP? Entonces que nos envíen 100 mil millones de dólares, que nos envíen –el economista Nicolás Stern decía una cantidad más exacta, 3 billones 300 mil millones de dólares año–, pues cambia la geopolítica. 

Y el capital no es misericordioso. Se puede suicidar antes de cambiar el poder. 

Entonces la política obviamente va a ser intensa. Pero yo creo que tenemos que aprestarnos a esas nuevas formas de la política, pues son políticas que se ligan a la defensa de la vida. No soy, obviamente, el primero que pronuncia estas palabras, pero la defensa de la vida corre en la comunidad, en el campesino, en el clan afro, corre en la inmensa diversidad humana, corre incluso más fuertemente nuestra juventud y nuestra niñez, que captan perfectamente el peligro más que nosotros. 

Quizás ya no pasa por la ruptura tradicional de derechas e izquierdas. Quizás eso se está disolviendo en otra fractura política que no alcanzamos a percibir, y que yo más o menos, si quisiera aplicar este análisis a Colombia, pues la encontré, porque no si yo me constituyo en un proyecto clásico de izquierda en Colombia, armado o desarmado, nunca hubiera ganado. Y no hubiera el bloque de la derecha que siempre fue mayoritario. Hoy pretenden volverlo a reconstruir, obviamente, porque todo se mueve, sino que lo reconstruir el bloque progresista fue a través de trazar la frontera de la vida, en un país que ha visto la muerte todos los días. 

La vida. Por eso nuestra consigna fue Colombia potencia mundial de la vida. 

Esa convocatoria vital, que yo creo que todos los rincones del planeta Tierra, de la humanidad, puede reconocerla y vibrar porque hay miedo. No se ha ocultado la información, se sabe qué va a pasar. 

Ese miedo hay que convertirlo en esperanza, decíamos esta mañana. 

El progresismo tiene que ser, no solo un faro que junte la ciencia, porque no puede negar la ciencia, una izquierda que niega la ciencia, pues no hay izquierda. La ciencia es nuestra única posibilidad de mirar, como una linterna, hacia adelante. Puede que falle, no hay verdad absoluta, lo sabemos. Pero es nuestro faro. La política progresista tiene que ligarse a la ciencia también, a la pasión también

Pero si no hay ciencia en nuestro proyecto, si no hay teoría, si perdemos el feeling que era tan propio de la izquierda, de juntar la acción con la teoría, claro con convocaciones indudables, pero si no hay teoría y nos quedamos en la consigna, en la nostalgia y en la retórica, pues no somos faro. 

Entonces la discusión teórica aquí tiene que profundizarse. 

Nosotros tenemos que volver, sin que... y, discúlpenme que me estoy extendiendo porque, como dice el vallenato colombiano, me deja el avión. Pero nosotros tenemos que recuperar el feeling de Rosa Luxemburgo, solo por poner un ejemplo. O el de Gramsci, o el de Marx, o el de Lenin, porque todos pertenecieron a una generación en donde no podían concebir la acción política sin una ligazón con la teoría. 

Claro, si se equivocaban en la teoría, se equivocaban en la acción. Yo creo que se equivocó Lenin, pero no podía tener en ese momento de su historia las condiciones para aprender lo que tendría que ser una transformación, por ejemplo, en el mundo de hoy. 

Nosotros tenemos que vivir y beber de una teoría que se vuelve revolucionaria, pero que tiene que ser profundamente científica. 

Y eso nos puede colocar como un faro para ir articulando las explosiones del mundo, porque cada vez van a ser mayores. 

En la medida en que van a ser mayores los círculos del clima sobre nosotros, atacándonos y matándonos, también van a ser mayores las explosiones sociales. Lo estamos viviendo aquí. El éxodo humano, Colombia no sabía de inmigrantes, nosotros somos un país que vive entre montañas, olvidándose que nuestra fundación republicana fue caribeña. Haití, Jamaica, Bolívar, Cartagena. Pero se volvió andino, se concentró allá como Madrid, imitando a Madrid, que ahí entre las montañas sin ver el mar. 

Y entonces no queríamos salir del país, no queríamos tampoco residir fuera del país. 

Y hoy se llenó de inmigrantes. 250.000 pasan por una selva terrible, que es el Tapón del Darién, hacia Panamá, de todos los pueblos del mundo. Y dicen los cálculos de la seguridad militar que eso se puede envolver un millón. Y sí, un millón pasando por una selva para ir hasta los Estados Unidos. 

Y si uno hace los cálculos aquí, de África hacia Europa, pues encuentra que la fosa común más grande no está en México ni en Colombia; está en el mar Mediterráneo. Y encuentran que ahí en el mar Mediterráneo se descubrieron dos palabras: República y Democracia. 

Entonces donde la humanidad se inventó las dos palabras, República y Democracia, está la fuerza más grande del mundo, hoy, de gente que muere ahogada. 

Probablemente nos acercamos a una explosión vital y humana, diversa, porque no va a ser igual y homogénea en todo el mundo. No va a haber una Internacional Socialista, en mi opinión; ni primera, ni segunda, ni tercera, ni cuarta, ni quinta. 

Va a haber un espectro multicolor luchando por la vida y aferrada a la vida. Y el papel nuestro es darles luz a esas explosiones sociales, políticas y humanas, y articularlas de tal manera que sea la vida la que supere el capital, y no el capital superando la vida, hundiéndose él mismo. 

Entonces, gracias por haberme escuchado. Muy amables.

(Fin/erv/gta)


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