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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la instalación de la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela

Foto: Cristian Garavito Cruz - Presidencia

Presidente Gustavo Petro instaló este martes en el Palacio de San Carlos la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político

​Bogotá, 25 de abril de 2023.

Bueno, doy un saludo aquí muy especial al primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Everard Gonzalvez.

Nuestra Jefe de Despacho Presidencial, Laura Camila Sarabia.

El Ministro de Relaciones Exteriores, aquí presente, Álvaro Leyva Durán.

Ministros de relaciones exteriores de los diferentes países que nos acompañan, embajadores y jefes de misiones diplomáticas acreditadas en Colombia, enlaces diplomáticos del más alto nivel y representantes de los organismos internacionales presentes en el día de hoy. 

Aquí hay delegaciones diplomáticas y ministros de relaciones exteriores de Argentina, Santiago Cafiero, que está por llegar, se demoró su vuelo. 

Brasil, embajador Celso Luiz Nunes Amorim, jefe de la asesoría especial de la presidencia.

Embajadora Gisela María Figueiredo, secretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores del Brasil para América Latina y el Caribe. 

Bolivia se hace presente con Rogelio Mayta Mayta, Ministro de Relaciones Exteriores.

Chile, con Alberto Van Klaveren, Ministro de Relaciones Exteriores. 

María Inés Rus es la Embajadora de Chile en Colombia, aquí presente. 

México, que no vino Marcelo Ebrard, sino Efraín Guadarrama, Director General de Organismos y Mecanismos Regionales Americanos.

Patricia Ruiz Anchondo, embajadora de México en Colombia. 

Por Honduras está Eduardo Enrique Reina García, Secretario de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional. 

Barbados está aquí con Mia Amor Motley, primera ministra de Barbados, abogada. Eso está muy bonito, aquí en español, decir mi amor.

Estados Unidos se ha hecho presente con una delegación a través de Chris Dodd, mi amigo, Asesor Presidencial Especial para las Américas.

Jonathan Finer, Consejero Adjunto de Seguridad Nacional.

Juan González, Director Senior para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.

Mark Wells, Subsecretario Asistente para Brasil, el Cono Sur y Asuntos Latinos de la Oficina del Hemisferio Occidental.

Y Francisco Palmieri, gran bailarín, encargado de negocios de los Estados Unidos en Colombia.

Canadá, con Michelle Grant, Michell, o Michael, depende, adjunto para las Américas del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Marianick Tremblay, Embajadora de Canadá en Colombia.

Carol Saint Louis, Consejera del Ministerio de Asuntos Exteriores de Canadá.

Europa está aquí presente por medio de Francisco André, Secretario del Estado para Asuntos Exteriores y Cooperación de Portugal.

Juan Fernández Trigo, Secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe de España.

Dag Nylander, Jefe del equipo facilitador de Noruega. 

James Daurisde, Reino Unido, director del Departamento de América Latina, Ministerio de Relaciones Exteriores. 

Aydan Karamanoglu, Embajadora de Turquía.

Marian Schuegral, Embajadora de Alemania y gran ciclista, aquí presente.

Romain Nadal, embajador de Francia en Venezuela.

Lindwe Michelle, que es la Embajadora de Sudáfrica, por parte de África, que también se hace aquí presente.

Bueno, medios de comunicación aquí nacionales e internacionales. En general, a todos los asistentes de esta conferencia internacional por el compromiso de los valores democráticos con la defensa, garantía y protección de los derechos humanos y la paz. 

Italia está aquí también presente a través de su embajador (Gherardo Amaduzzi).

En Italia casi no… No nací allí, pero casi muero. Entonces uno es de donde nace y donde muere. 

Joseph Borrell de la Unión Europea. El gran Canciller de la Unión Europea, con el cual hemos hablado mucho de varios temas. 

Bien, esta conferencia, pues, tiene muchas expectativas. A veces cuando se generan grandes expectativas, grandes esperanzas, como decía el libro, la gran novela europea, a veces puede generar, también, grandes decepciones. Yo espero que no sea lo segundo, que sea lo primero y se vuelva realidad. 

Hay dos grandes procesos en esta esquina de América del Sur: el proceso de paz colombiano, el proceso político de diálogo en Venezuela. En cierta forma, ambos países dependemos de la suerte de ambos.

Con algunos de ustedes visitamos la pieza aquí contigua de esta casa histórica. Allí dormía Manuelita Sáenz con (Simón) Bolívar. 

Como dice el poeta Eduardo Galeano eran días y noches de amor y de guerra. Por eso, en esa misma habitación tuvo que pasar muchísima pasión, muchísimo placer, muy latinoamericano. Los amantes acostados en esa cama, pensando en el nuevo día, también. 

A Bolívar se le decía bailarín del nuevo día, porque le gustaba mucho bailar. En cierta forma era atraído por el amor y la pasión que casi a todos nosotros en Latinoamérica nos atrae. 

Pero allí mismo lo intentaron matar. Se llama la Conspiración Septembrina. El Libertador de cinco naciones, libertario mismo en sus ideas, guerrero como el que más, y amante. Allí pudo encontrar su muerte, asesinado. 

Al final no se sabe si fue asesinado o no, pero por allí se escapó en esa ventana. Se escapó hacia la libertad y su amor le ayudó a escapar. 

Es una historia que junta parte de los países que aquí se hacen presentes en un rito fundacional que es de amor y que es de guerra.

Manuelita era de Ecuador. Murió pobre allá, en una playa, después que Bolívar se fue. 

Bolívar era venezolano y este sitio es colombiano. Quiso ser todo este territorio Ecuador, Panamá, Colombia, Venezuela una sola nación. A veces algunos sentimos nostalgia de que no haya sido así, porque sería una gran nación poderosa como la vivió Bolívar.

Con un pie en el Atlántico y otro pie en el Pacifico. Con el Canal de Panamá de por medio. Con la riqueza de ser, si hubieran estado juntas, la mayor potencia de la biodiversidad del mundo. Al final la biodiversidad es el producto del amor también. 

Gran nación que hoy cruza sus diversos problemas, cruza por sus ansiedades, por sus búsquedas, por un camino de todas maneras común.

Y este salón, entonces, junto a donde Bolívar se entregó al amor y se escapó de la muerte, bien puede servir de escenario energético para que podamos encontrar soluciones. 

América Latina, los latinoamericanos lo sabemos, debe ser reconocido por quienes desde más lejos llegan aquí, es la región más desigual del mundo.

Quizás, por un problema que tiene que ver con la política antidrogas, la más violenta.

No hay guerras aquí, realmente. Nuestros países con algunas excepciones en la historia, han buscado convivir en paz.

Nosotros no conocemos la historia guerrera de Europa, no conocemos, realmente, de las grandes tiranías.

Hemos nacido con la idea común de construir democracias. Democracia, libertad, han sido hitos, conceptos comunes en todas las Américas. Democracia, libertad y paz.

Parte de nuestra historia tiene que ver con nuestro común destino, de esas comunes raíces, a pesar de que aquí ha habido dictaduras, destrucción de derechos humanos, genocidios indudables. Es una región que se marca en una ambivalencia de la cual hay que escapar. 

Somos la sociedad más desigual del mundo, toda América Latina, unos más, otros menos. Y eso ha hecho que unas fuerzas de izquierda, libertarias, una tensión política, casi que insurgente, haya aparecido en todo nuestro continente para buscar igualdad. Esa ha sido su búsqueda, ese ha sido su criterio. 

De niños, de niñas, muchos latinoamericanos en esta y en pasadas generaciones han querido sacrificarse, incluso, por la lucha por la igualdad, por la libertad, por la democracia, por un mejor vivir, por un mundo mejor. Yo hago parte de esa corriente. 

 

 


No estamos ocultando cartas debajo de la mesa. Ese ha sido nuestro destino, igual que otras corrientes políticas han buscado detener esos cambios, han sido más conservadoras, han mirado las perspectivas de América Latina desde otro lugar, desde otra percepción.

Indudablemente, ser la sociedad más desigual socialmente del mundo arroja un pueblo pobre que quiere muchas aspiraciones, tener derecho a la vida y a la dignidad y, desde otras perspectivas, grandes capitales que a veces no quiere entender lo que pasa con esa pobrecia con esa desigualdad. 

La pregunta es: ¿podemos convivir? O, ¿tenemos que guerrear? Como hasta ahora ha sido. 

Y la propuesta que nosotros hemos intentado hacer es que podemos convivir si miramos las cosas de manera diferente, si nos podemos entender, si se puede abrir un diálogo democrático, si es posible confiar en unos y en otros, y en unas y en otras, de tal manera, que podamos profundizar un proyecto democrático. 

Yo creo que el proyecto democrático en América Latina puede ser más profundo, más rico, más multicolor que los que se han podido producir en Europa y en los Estados Unidos, si tuviéramos la capacidad de entendernos nosotros mismos. 

A veces peleamos por orgullo. Quien quería matar a Bolívar en ese cuarto de amor, quizás lo quería matar por orgullo. No eran muy disímiles los proyectos entre el posible victimario y la víctima en ese cuarto. 

Si hubieran dialogado mejor, quizás, se hubieran entendido. Quizás, nuestro destino hubiera sido diferente. Quizás no eran las pasiones y los egos del momento, en los años turbulentos de la construcción de nuestras repúblicas. 

Esos egos, quizás, hicieron una confusión de las cosas hasta tal punto que perdimos el futuro. Quizás simplemente hablando. El acto simple que es específico de la humanidad y que es específico de la democracia, hablar, dialogar, hubiera podido construir un destino diferente. 

Para los años setenta, lo dije en mi discurso recién en la Organización de los Estados Americanos, allá en Washington, una generación liberal, muy de hombres, poco de mujeres, para aquella época, en sociedades que han sido machistas y patriarcales, trató de construir un convenio, un pacto internacional.

Años 1969, 1970, 1971, 1972 del siglo pasado. Era el convenio que se denomina el Pacto de las Américas, la Convención Americana de Derechos Humanos. Derechos humanos vistos muy individualmente, muy liberalmente, muy dentro del concepto de la democracia representativa tradicional, clásica. 

Se firmaron por todos los países de América Latina, excepto Cuba, que no fue invitada. Desde Alaska hasta la Patagonia, los presidentes de aquel entonces pusieron su firma, los congresos de la República volvieron leyes la Convención Americana y, como en nuestro caso, hace parte de la Constitución.

Ahí se habla de los derechos políticos, ahí se establece que los derechos políticos son derechos humanos, ahí se establece que ningún derecho político puede ser quitado a ningún ciudadano o ciudadana, sino por sentencia de juez penal, ahí se establecen los derechos liberales.

En 1973, un año después, esa Convención Americana de los Derechos Humanos fue hundida en sangre, porque un general bombardeó un palacio presidencial y mató al Presidente elegido por el pueblo, el primer presidente socialista elegido democráticamente, creo que, en el mundo, sin que pasara una revolución violenta. Una decisión popular que fue ahogada en la tortura, en la desaparición, en las bombas, en el asesinato. Y se destruyó la Convención Americana.

A partir de ahí, Uruguay un poco antes, Argentina, Chile, Brasil, un poco antes toda América Latina se fue llenando de dictadura. Colombia también, Venezuela también.

En Colombia no hubo uniformados en la Presidencia, pero las mismas prácticas que se hicieron en Argentina y en el Uruguay se reprodujeron en nuestro país.

Era intentar extinguir la llama de unas fuerzas libertarias que proclamaban libertad a sangre y fuego.

Los derechos liberales fueron conculcados a millones de personas simplemente porque esos millones de personas demandaban justicia social y libertad. 

Y al norte de esas dictaduras nos levantamos en armas. A mí, mucha gente, en las calles de Bogotá y del país me dicen:

—¿Y usted fue guerrillero?

—Pues sí. Nos levantamos en armas contra la injusticia.

De joven yo vi morir a la mayoría de mis amigos, compañeras hermosas que simplemente pensaban en un mundo mejor y cayeron en las trochas, en las calles de Bogotá, en los ataques, en los allanamientos, en la cárcel, en la tortura, en la desaparición.

Los derechos liberales no existen, el papel firmado por todos los presidentes, y vuelto leyes por todos los congresos, y edificados como base en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos fue pura retórica y discurso hundidos por los tanques y los fusiles.

Y pasaron años hasta que, desde 1988, empezó a resucitar los que llamamos La Primavera Latinoamericana.

Se acabaron las dictaduras, fueron retrocediendo, unas por sí mismas, otras porque los pueblos decidieron. Y fueron apareciendo de nuevo los conceptos de la democracia y la libertad en una búsqueda con equivocaciones, indudablemente, en uno y en otro país una explosividad del pueblo tratando de tomar en sus manos las decisiones.

Han pasado 30 años y, mal que bien, se mantiene la idea democrática en nuestro continente.

Un golpe aquí, un golpe parlamentario allá, otra allá, derechas tratando de tumbar presidentes a través de los parlamentos, si los presidentes son de izquierda; izquierdas tratando de tumbar presidentes, si los presidentes son de derecha.

Una ruptura aún del Sistema Interamericano de Derechos Humanos que trata de recomponerse, pero que aún no se sostiene.

La pregunta que yo me hago es, ¿América Latina volverá a los años 70? Nuestra incapacidad de convivir en medio de la diferencia en la sociedad más desigual del mundo, ¿nos llevará de nuevo a las guerras? ¿Nos llevará de nuevo a las dictaduras? 

¿De nuevo tendremos que ver millones de personas exiliadas, millones de personas torturadas, desaparecidas, sin ningún vestigio de derechos humanos? ¿O nos podemos entender entre nosotros y nosotras para establecer alternancias políticas, posibilidades de convivencia?

Unos y otros manejando proyectos políticos diferentes en una comunidad de naciones que se vaya construyendo al cabo de los años de una manera cada vez más democrática, más libertaria, más pacífica.

La convención americana de los pueblos, de los derechos humanos del 1972, ¿podrá ser enriquecida ahora. hacia adelante, con los derechos de cuarta generación, los derechos de la mujer, los derechos de la nación, los derechos de la naturaleza, los derechos sociales? ¿O retrocederemos al tiempo de las dictaduras, al tiempo de la sangre, al tiempo de las guerras?

Ese cuartico, aquí vecino, que es de días de amor y de guerra ¿podrá vaticinar hacia el futuro latinoamericano días de amor o días de guerra? 

Pues yo creo que parte del trabajo de hoy tiene que ver con definirlo, con recomendar si vamos hacia el amor o vamos hacia la guerra, si hay que usar las ventanas para escapar con la ayuda del amante o es mejor el encuentro entre los amantes a pesar de las diferencias.

La historia de América Latina, en cierta forma, está en nuestras manos, está en manos de nuestros pueblos.

Lo que acontece en Venezuela, lo que acontece en Colombia, lo que acontece en el Ecuador, lo que acontece en varios países de América Latina, lo que acontece en el Perú –donde indígenas van cayendo en las calles muertos y asesinados–, lo que ha acontecido años atrás en Bolivia, en Brasil, en Honduras, en Paraguay, ¿pueden marcar un camino que va hacia la guerra, hacia la destrucción democrática? O, ¿podemos reconstruir el camino de la paz y la democracia y profundizarlo?

Este salón, yo creo, que lo que quiere, sus energías históricas y la presencia de ustedes es que vayamos hacia la reconstrucción democrática de toda América Latina, profunda, hacia una sociedad más igualitaria y libre.

El Sistema Interamericano de Derechos humanos es la propuesta colombiana, es la recomendación colombiana de este Gobierno recién elegido. Debe fortalecerse como nuestro gran pacto democrático.

Le he pedido al gobierno venezolano que ingrese al Sistema Interamericano de Derechos Humanos que abandonó en el año 2012 y que, por allí, podamos encontrar las fórmulas de una mejor democracia.

En México se han establecido procesos que se entraban, que avanzan, que retroceden, hacia unas garantías electorales y hacia un calendario electoral. 

Y la sociedad venezolana quiere no ser sancionada, porque las sanciones han recaído es sobre el pueblo venezolano, aquí en estas calles lo hemos visto. 

Un pueblo con hambre en las calles de Bogotá y de Colombia huyendo del hambre, huyendo de la miseria. 

América no puede ser un espacio de sanciones, América tiene que ser un espacio de libertades, y América tiene que hacer un espacio de democracia.

En nuestros países, y en el caso venezolano, creo que tenemos que andar sobre dos rieles al mismo tiempo. Establecer el cronograma sí, de las elecciones y sus garantías, que el pueblo venezolano pueda decidir libre y soberanamente que quiere, sin presiones. También el otro riel del levantamiento de las sanciones. 

Ojalá todo comenzara por el reingreso de Venezuela al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, porque al final somos los latinoamericanos los que tenemos que decidir si vamos hacia la democracia o hacia la guerra y la confrontación.

Y son los venezolanos, nadie más, los que tienen que decidir libremente su próximo futuro. 

Entrar al Sistema Interamericano de Derechos Humanos sería, en mi opinión, una gran conquista. 

Establecer un sistema, un cronograma de solución al problema electoral venezolano para una decisión libre de su pueblo, indudablemente, sería una gran conquista.

Y establecer un cronograma de levantamiento paulatino de exenciones, también sería una gran conquista. 

Ojalá que al final, la gran conquista es que los deseos y la esperanza del pueblo venezolano se vuelva realidad. 

Que no sea un pueblo que se asuste por nada, sino que sea libre y pueda tomar sus decisiones en profunda libertad, sin que nadie, fuera de su país, los presione para tomar decisiones contrarias a su propia voluntad política.

Ni nadie dentro de su país los presione para que sus decisiones soberanas terminen siendo conculcadas.

Así que, ese trabajo de recomendaciones que aquí vamos a hacer, ojalá, sea de buen recibo, tanto por la oposición venezolana como por su gobierno, pero sobre todo por las poblaciones, el pueblo venezolano, la gente que quiere vivir en paz, en democracia, en libertad, con muchos días de amor y, ojalá, sin ningún día de guerra.

Gracias por haberme escuchado, muy amables.

(Fin/gaj/for/jdg/caf/agp/mgm)