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Discurso

Palabras del Presidente Gustavo Petro en la presentación del balance del Programa de Empleabilidad para Jóvenes ‘Empleo Hay’

Foto: Cristian Garavito Cruz - Presidencia

Presidente Gustavo Petro saludando a trabajadores en Zona Franca, Bogotá

Bogotá, 14 de diciembre de 2022.

Bueno, un saludo a todos los jóvenes, mujeres y hombres, que son beneficiarios del programa ‘Empleo Hay’; a la Presidenta Ejecutiva de Amcham Colombia (Cámara de Comercio Colombo Americana), María Claudia Lacouture; al Presidente del Grupo Zona Franca de Bogotá, Juan Pablo Rivera; Gerente del programa ‘Empleo Hay’, Claudia Bedoya; funcionarios aquí presentes del Gobierno Nacional; presidentes, gerentes y representantes del sector empresarial que asisten; medios de comunicación presentes; en general a toda la ciudadanía.

Las cifras ya se han presentado, se han discutido públicamente desde hace varios meses. Como una tendencia favorable, aumenta la tasa de ocupación de Colombia, al nivel máximo que tenía.

En Bogotá llegó a ser una tasa de ocupación máxima en la historia y máxima en el país con una tasa de participación, se llama técnicamente global, es decir, la cantidad de la población que se vuelca a la búsqueda de ocupación, también, de las más altas en la historia y de las más altas en Colombia, la más alta en Colombia.

Eso quedó herido por las circunstancias de la pandemia y ahora por las circunstancias internacionales, que indudablemente no son favorables. Sin embargo, ha venido reaccionando bien, la tasa de ocupación en el país y deja unos vacíos que aquí también deben ser mencionados.

La gran brecha entre el hombre y la mujer, que tiene una consecuencia social indudable, no solamente en la democracia, sino en la economía. Cuando la tasa de porcentaje de madres cabeza de familia es tan alta como lo es en Colombia, tiene que ver con problemas de educación indudablemente, con problemas de hacinamiento, con problemas incluso de perspectivas en la vida.

Las mamás solas, las cuentas que nosotros llevamos ya son de dos millones, seguro que están mal hechas. Dos millones de familias donde la mamá es la que es responsable.

Y cuando son menores de edad, esta cuenta es con menores de edad, la incidencia sobre la desnutrición infantil es alta, lo que yo llamo el sifón social, porque ni siquiera es el estancamiento que llaman de la movilidad social, sino una especie de sifón que va absorbiendo a la madre, sobre todo si es joven, hacia niveles cada vez mayores de pobreza, e incluso en contextos de criminalidad etcétera, hacia niveles de degradación humana.

Y así se creían los niños, con lo cual, las condiciones de una sociedad pacífica en el futuro quedan profundamente cuestionadas. La mayor política de seguridad es el cuidado de la niñez.

Eso casi nunca es parte de los programas de un gobierno porque la niñez no vota, porque no suena lógico, porque es preferible hablar de cárceles, de rejo, de bolillo, de represión, de alzar –digamos- años de cárceles por crímenes, pero casi nunca la realidad demostrada en la estadística en muchísimos países del mundo, y es que si la primera infancia se cría, en medio del afecto, en un momento absolutamente determinante para la formación del ser humano, de su corazón, de su cerebro, de su espíritu y de su cuerpo, las posibilidades de construcción social futuras son inmensamente mayores.

Mujer y juventud, brechas en empleo

Hoy tenemos vacíos en la atención de la primera infancia, básicamente porque también hay vacíos no solamente en el Estado, sino en la educación del cuerpo social, del hombre que abandona a la mujer o que al menos no se responsabiliza de su propia procreación y de la mujer misma también.

Esta brecha de la mujer frente al empleo nos genera un sifón social, es decir, una tendencia al incremento de la pobreza, porque pobreza y mujer se van volviendo sinónimos. La pobreza es sustancialmente femenina.

Y también, como ustedes lo han anotado y el debate público también lo ha hecho ver, hay un enorme vacío en la juventud. Una juventud popular que ha perdido las esperanzas, que estas estadísticas lo muestran, en un 30%, aproximadamente, pues no tienen ninguna opción.

Lo que vivimos hace unos meses, hace más de un año, que se le denominó estallido social, no es más sino la expresión de esa realidad, una expresión poco entendida por el resto de la sociedad.

Y por qué esa conflictividad y por qué esa violencia y por qué se mueven, y por qué es en los barrios populares y por qué no salen de los barrios populares y por qué sucedió en Colombia un estallido social de esa proporción, que indudablemente cambió la historia del país.

Y tiene que ver con esta estadística fría. La realidad política y social en caliente es la expresión de esa estadística fría, los números siempre son fríos y a veces se ven con frialdad, pero es por el número que arroja, que no hay perspectivas para una juventud popular, lo que se traduce en una enorme tensión política y social.

Y en unos inmensos peligros, si esto no lo reproduce uno exclusivamente en Bogotá o en Cali, donde fue tan fuerte o en las grandes ciudades del país, sino en las zonas de más alta violencia de Colombia, podría hacerse una correlación bastante positiva entre violencia y exclusión juvenil, porque los grupos multicrimen -como los he venido denominando dado que han variado su naturaleza en estos tiempos de lo que eran los actores de la violencia hace unas décadas- estos actores multicrimen, muy bien articulados a escala internacional con otros actores multicrimen -por lo menos a escala americana, ya sabemos que a escala africana, ya sabemos que entran a los puertos europeos, ya sabemos que la forma de transformación de una mercancía como la cocaína, por ejemplo, en dinero colombiano, de mercancía a dinero, decían los clásicos de la economía- se da a través de enormes flujos de contrabando que van destruyendo buena parte de la industria nacional, pero que no serían posibles ni la salida de la cocaína ni la entrada de la mercancía de contrabando, que es la otra cara de la moneda, sin ayuda de funcionarios del Estado, es decir, con unos profundos procesos de corrupción.

 

 

 

Que van cooptando sesiones enteras del Estado al crimen. Cuando el crimen se apodera del poder político, el crimen de empodera, el crimen logra niveles de poder que pueden llevar a una sociedad al genocidio, no es solo el homicidio que se conoce, por ejemplo, el de la ciudad de Bogotá.

No es el homicidio solamente difuso en Ciudad Bolívar, Bosa, es una eliminación sistemática de sectores de la población simplemente porque no juegan en la ruta, en el proceso, en el flujo de acumulación de dinero criminal, porque es una acumulación de dinero también.

Aquí la ausencia de las perspectivas de la juventud juega un papel determinante.

Un grupo como el Clan del Golfo tiene –según estadísticas de la Policía- 6.000 de sus miembros presos. ¿Por qué no se ha acabado? 6.000 es un número enorme, como para que un tipo de organización criminal así no se hubiera extinguido hace tiempo.

Sin embargo, si hoy alguien dijera bueno: ¿y cuántos tiene hoy a su servicio? Aparecerían otros 6.000. Y si volviesen a capturar esos 6.000, aparecerían otros 6.000.

De dónde esa capacidad de reclutamiento para mantenerse en el escenario del crimen: del control territorial, de la expansión geográfica, incluso, de las guerras a veces internas y a veces externas que libran, si no es porque hay un inmenso caldo de cultivo por el reclutamiento. Y ese inmenso caldo de cultivo, ese espacio no es más que la juventud sin perspectivas.

En sitios donde no hay nada y, una organización de estas puede decir que: un millón de pesos, que dos millones de pesos si se porta un fusil.

El nivel de ascenso, que está medido por la capacidad de control sobre las armas, tiene que ver con el grado de barbarie: entre más barbarie, más dinero, más control sobre las armas.

Hay una especie de carrera oscura, que en la misma zona geográfica no tiene parangón, nada le compite.

Y esa falta de competencia, es decir, de perspectivas, de oportunidades va entregando sectores de la juventud a una especie de autodestrucción violenta que, al mismo tiempo, es la autodestrucción de la nación misma.

Romper esa cadena, ese circuito se vuelve fundamental –en mi opinión-.

Y no se hace encarcelando jovencitos. Se hace quizás, desde otras perspectivas –no me voy a alargar mucho en esto, sino en lo que tiene que ver con el programa-, porque no es exclusivamente, no es una solución única, exclusiva, sino que implica una complejidad en un territorio donde la juventud está excluida. Que tiene que ver incluso, con el mismo territorio.

Es que, si el territorio es el excluido, la juventud y la mujer son las excluidas. Entonces, no mirar, por ejemplo, temas como el territorio, puede ser una invitación a la equivocación.

En un programa como el de la sustitución de cultivos de coca, cuando se mira de manera exclusivamente individual –señor campesino tengo una plata para ver si usted cultiva cacao- pues fracasa.

Porque un cultivo de cacao no prospera si todo el territorio no tiene un mejoramiento que permite que ese tipo de actividad pueda tener unas perspectivas: si no hay carreteras, si está completamente aislado, etcétera: si no hay Estado, si no hay jueces, si no hay nada, entonces, el cultivo de cacao no sirve.

Y lo mismo le pasa, por ejemplo, a las transferencias individuales. ¡Claro! Llevamos décadas y transferimos un dinero público, llega, si hay una cuenta bancaria etcétera, a una señora, por ejemplo, pero la señora vive en un entorno de pobreza; el dinero en sí mismo no garantiza –y menos cuando está por debajo de la línea de pobreza- no garantiza que esa familia, de esa señora vaya a salir de la pobreza.

En propagandas puede aparecer: no, le dimos a un millón de personas, les dimos a 2 millones de personas un dinero: 100.000 pesos, 150.000 pesos, 200.000 pesos, pero una política así unilateral no logra sacar de la pobreza a las personas que, incluso, reciben ese tipo de ingresos.

Aquí, entonces, nos enfrentamos ante un reto: la juventud excluida. ¿Cómo abrirle posibilidades a esa juventud? Ustedes tienen una experiencia, aquí, la han reflejado. Un volumen de población beneficiada, unos resultados y unas vivencias que aquí se han expresado.

Ustedes mismos lo han dicho, bueno, es una gota en el mar. Es mejor que esté la gota a que no esté la gota.

Pero la experiencia sí permite potenciar el programa, solo se potencia si está el Estado. El Estado es el gran potenciador, de hecho, potencia viene y es sinónimo de poder.

Se potencia un programa si el Estado está y no está marginalmente, si no ha hecho y ha construido una política pública prioritaria, incluso, que tendría que ser la de la juventud excluida de Colombia, la juventud popular.

Apoyo a la juventud excluida

Nosotros estamos preparando con nuestras experiencias en Bogotá y en Cali, en las alcaldías, algo en Medellín, con esta experiencia que me parece importante, estamos preparando un programa de gran dimensión. De ahí, que estamos hablando de Gestores de Paz, porque queremos actuar con la juventud excluida por lo menos en las zonas de más alta violencia en Colombia.

Regiones excluidas: El Urabá, parcialmente, los barrios pobres de Cartagena, Montería, Barranquilla que están llenos hoy de hambre. El Chocó, toda la Costa Pacífica hasta llegar a la frontera con Ecuador. Las barriadas populares de las grandes ciudades, Bogotá, Soacha, Cali, etcétera.

Hemos tenido algunos éxitos en lo que llamamos la Paz Total. También hemos tenido fracasos, pero, si logramos un programa amplio que pudiera cobijar a 100.000 jóvenes, es nuestro objetivo, en esas zonas, ligado a la educación, primero que todo.

Que se basa exactamente en el mismo principio que ustedes han mostrado aquí y es que, un joven una joven debe recibir un ingreso que permita vivir con cierta dignidad, es decir, que en estas zonas permita competir al salario que entrega la organización multicrimen y que a cambio como contraprestación pueda haber estudio, el SENA, la universidad pública se nos vuelve profundamente importantes; y su sustentabilidad dependa de que una vez elevado los niveles de estudio pueda haber trabajo, y entonces el crédito, por ejemplo, puede ser un instrumento.

La construcción de empresas en manos de la misma juventud, si hay ausencias de empleos en esos territorios de empresas en esos territorios.

La búsqueda de un mejoramiento del territorio en sí mismo, que hoy es espacio de la violencia, podría conjugar unos factores por medio del cual le quitamos la juventud a la mafia, que es un objetivo de paz, porque si se logra buena parte de la violencia en Colombia cede.

No digo que se acabe el crimen, que se acabe el narcotráfico y cosas de este estilo, que incluso tienen palancas de control internacional por fuera de nuestra propia voluntad, pero quitarles la juventud a las organizaciones multicrimen es un camino indudable y serio hacia la paz.

Por tanto, priorizar el programa ‘Jóvenes en Paz’, se llama porque así se llamaba en Bogotá (son nombres), pero con esa experiencia nos puede permitir dar un paso en firme yo creo el año entrante.

Eso vale un poco de plata, solo calcúlenlo, pero eso vale un poco de plata: si hablamos de un millón mensual, son 12 millones al año por 100.000 jóvenes, calculadora, vale 1.200.000.000.000 si mis matemáticas no me fallan y un billón es una cantidad anual, pues importante desde el punto de vista de las finanzas públicas. Quizás necesitaríamos más, quizás necesitaríamos juntar esfuerzos, cierto, porque las experiencias, si se juntan, también se empoderan.

Si el mapa geográfico que se trace, que es el de la violencia, coincide con esfuerzos privados, que los hay, y con este tipo de filantropía -le llaman los norteamericanos-de estas personas que, pues han sido muy privilegiadas en el mundo, pero que traten de devolver parte de sus acumulados de riqueza en programas sociales en el mundo, le llaman a eso filantropía, y se ubican hacia ese tipo de objetivos, que es la inclusión de la juventud popular de Colombia, yo sí creo que vamos caminando juntos hacia una sociedad más pacífica y democrática.

Los felicito por su programa, sus resultados, contarán con el apoyo que hoy tiene del Estado, los invito a mirar esto ya en la perspectiva un poco más amplia si quieren, que queremos comenzar el año entrante y ver si por primera vez podemos hacer un proceso de paz con la juventud popular.

Se habla de procesos de paz con los grupos, pero resulta que es que hay que hacerlos con partes de la sociedad colombiana fundamentales, indudablemente la mujer pobre necesita de un empoderamiento fundamental e indudablemente la juventud popular también.

Son miradas que quizás nunca se han hecho o de manera muy marginal y hoy necesitan ser prioridad en las acciones estatales si de verdad queremos una sociedad democrática, productiva, en paz y justa fundamentalmente.

Bueno, gracias por haberme escuchado, muy amables, un abrazo a los beneficiarios y beneficiarias del programa.

(Fin/gb/ndc/ag/zia/jdg/mha)